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martes, 27 de diciembre de 2011

CASA DE LA VIÑA


 Este asentamiento fenicio se encontró en Torre del Mar (Málaga), muy saqueado y expoliado y tiene una buena relación con la necrópolis de Laurita A
Una parte de los ajuares fue adquirida por la Junta de Comercio y enviada al Museo de Ciencias Naturales de Madrid en 1792, pero por las dimensiones de la necrópolis vemos que la gran mayoría no corrió la misma suerte. Según las indagaciones llevadas a cabo, diferentes urnas de alabastro fueron a parar a colecciones particulares de familias veleñas, cuyos propietarios tenían la creencia de que eran pesas romanas para el trigo. El poco interés y el desconocimiento en la época de este tipo de “antigüedades” provocaron su olvido con los años, y que no se tuviera referencia alguna sobre su origen.
La necrópolis está compuesta por 25 tumbas de tipo pozo. En planta dibuja una forma trapezoidal irregular que se extiende en sentido este a oeste.
Se ha comprobado que la práctica totalidad de las tumbas conservaban losas de piedra, algunas de ellas son muy grandes con más de 1 m de diámetro, que sirvieron para su cierre y proteger el ámbito donde colocar la urna cineraria.
La tipología de las tumbas
Son de tipo pozo simple o presentan nicho  lateral al fondo. Unos modelos semejantes a los observados en la necrópolis Laurita2, aunque apreciamos ciertas diferencias.
Los materiales arqueológicos
A pesar del expolio, algunas piezas, muy pocas, han llegado completas. El material está muy fragmentado y es de complicada reconstrucción.
Eso sí, nos ha llegado una mínima parte, debido al saqueo sistemático aludido, lo que impide conocer con exactitud la evolución de los ajuares en los distintos enterramientos, aunque podemos tener un relativo conocimiento o idea de los productos que caracterizaron el ajuar de este cementerio.
Entre el material exportado al Museo Nacional de Ciencias Naturales encontramos 6 ánforas de cerámica, varios vasos de alabastro de distintas dimensiones, tinaja con tapa (no identificada), los dos jarros de boca de seta, un  collar, un ídolo, un escudo con asa de medalla y una piececita pequeña de plata.
Los inventarios no coinciden con lo conservado en el MAN
En  MAN hay 5 vasos de alabastro y dos vasos de barro cocido, que se correspondían con sendos oinocoe de boca de seta y trilobulada. Martín Almagro publicó los dos juntos como jarros de boca de seta y trilobulada, realizando un estudio más exhaustivo y fechándolos a finales del segundo cuarto del siglo VII.
Estos vasos , los dos mayores, de 65 y 87 cm de alto, debieron ser utilizados como urnas, mientras que los menores, de 23 y 18 cm de alto, serían parte del ajuar del difunto, para contener ungüentos
y perfumes.
Otros materiales encontrados son algunos fragmentos cerámicos de diversas vasijas, especialmente los restos de un jarro de boca de seta, muy fragmentado, aunque se ha reconstruido, decorado con barniz rojo; un borde poco pronunciado de ánfora arcaica, estrecho y ligeramente inclinado al exterior, así como la piedra  que debió tapar su entrada.
El elemento más singular es la jarra de boca de seta. Ostenta cuerpo globular-ovoide apoyado en un pequeño pie circular rehundido, adquiriendo su mayor anchura en la base, para ir descendiendo suavemente hacia la parte superior. Es de cuello alargado y estrecho que disminuye en amplitud hasta la boca, en el que se practica una doble acanaladura por encima de una asita, que arranca de la zona medio-baja del mismo para descansar sobre el  hombro.
Varios fragmentos de platos con barniz rojo y excelente tratamiento, pero no podemos reconstruir sus dimensiones exactas. Otro ejemplar presenta un diámetro de 21 cm y anchura de borde 1,5 cm. Igualmente documentamos un trozo de lucerna de un pico, quemado por el uso, y una jarra de boca trilobulada con barniz rojo, que conservaba parte de la boca.
También se recogió un resto de pithos de cuello corto, con asa geminada y pequeña acanaladura entre el cuello y el hombro. Se muestra en la línea de algunos tipos de Las Chorreras y con parecidas características tipométricas al encontrado en la tumba de Lagos.
Un cuenco de barniz rojo de 20 cm de diámetro; una lucerna completa de un solo pico, ennegrecido, de 14,3 cm de diámetro, y un plato de barniz rojo con 23 cm de diámetro.
En otra tumba  destacan los platos de borde ancho con barniz rojo. Uno de 31 cm de diámetro y 6,7 cm de anchura en el borde, ranurado, de perfil elevado. Otro con 32 cm de diámetro y anchura en el borde 5,35 cm.
Los ajuares estaban compuestos por urnas de alabastro (independientemente de las referidas al siglo
XVIII, actualmente se han registrado numerosos fragmentos), jarras de boca de seta y trilobulada, pithoi, platos de barniz rojo, ánforas, cuencos y lucernas. Lo que responde, muy posiblemente, a un ajuar estandarizado, pero  se desconoce en qué medida cada uno de estos productos estuvieron más o menos presentes en cada tumba.
Como vemos, este conjunto material permite tener una cierta pauta cronológica y evolutiva de los mismos y, por supuesto, de las tumbas donde estuvieron depositados. Se advierte dos momentos desde el punto de vista cronológico-secuencial, relacionados con las últimas décadas del VIII y primera mitad del VII a.C. y, un segundo periodo, entre la segunda mitad del siglo VII a.C. y principios del VI a.C., que se vincula con el mayor número de sepulturas.
La necrópolis de la Casa de la Viña, a la que se asociaban los documentos arqueológicos de siglos pasados, con el conjunto de otros ámbitos funerarios y hallazgos descontextualizados del tramo final del Vélez, ofrecen un panorama algo más completo para entender las diferentes necrópolis adscritas a la comunidad fenicia, así como su comportamiento y evolución durante los siglos VIII-VI a.C. en el territorio de la costa de Vélez-Málaga.
Las prospecciones de los últimos años en la costa oriental de Málaga han conocido nuevos yacimientos y los modos de ocupación del territorio, así como las posibilidades de explotación de sus recursos. Los originales hallazgos y la excavación de muchos de ellos, han ofertado una singular información que, adecuadamente procesada, deberá aportar otras pautas de entendimiento del proceso colonial.
Para empezar, se viene confirmando que durante los siglos VIII-VII a.C. los cementerios fenicios en la costa de Vélez eran lugares de reducidas medidas.
Los datos de que se dispone en las desembocaduras de los ríos Algarrobo y Vélez, permiten considerar una clara evolución en el comportamiento del desarrollo de tumbas y espacios funerarios vinculados a la comunidad semita.
Se percibe una notoria dispersión de lugares de enterramientos y el uso diferenciado de pequeños cementerios, posiblemente vinculados a diferentes familias, evitando erigir una verdadera, extensa, necrópolis.
 Buscan lugares próximos a la costa, apartados de los centros urbanos, que no suponen un referente visual del entorno, como en Lagos, que dista 1,3 km de Las Chorreras, y Casa de la Viña, a 0,8 km de Toscanos, inmersos en cortas cañadas cercanas al antiguo litoral, o inmediatas al asentamiento, como ocurre en Las Chorreras.
En esta situación, también se nota que los fenicios evitan crear auténticas necrópolis, probablemente para impedir el saqueo de sus tumbas por los indígenas con la intención de obtener los productos exóticos que se depositan en estas sepulturas y, lo que es más importante, la profanación de los restos de sus antepasados, ante la falta de vinculaciones y obligaciones sociales e ideológicas-familiares entre las dos etnias.
Casi todos los centros fenicios de la costa andaluza en el siglo VII, sobre todo en su segunda mitad, observan un periodo de máximo crecimiento económico, consecuencia del éxito del proceso colonial. A finales del siglo VIII se registra una basculación poblacional, económica e industrial desde la zona del río Algarrobo hacia la del Vélez.
En estos momentos Toscanos comienza una etapa de esplendor, conociendo un importante desarrollo urbano e industrial (fase Toscanos III)36.Tras un siglo de asentamiento fenicio, las relaciones entre las formaciones sociales indígena y semita fueron mejorando, especialmente a favor de las últimas, para consentir esta reestructuración  territorial. Entre fi nales del siglo VIII e inicios del VII se abandonará Las Chorreras, a pesar de la fuerte inversión constructiva realizada, cuya localización se presentaba muy limitada respecto a la disponibilidad de buenas tierras para el cultivo y posibilidades de comunicación con el interior. No debe ser casual que este abandono venga a coincidir con el auge urbanístico en Toscanos, suponiendo, probablemente, que los habitantes de Las Chorreras se desplazaron hacia la desembocadura del Vélez.
La contemporaneidad de Cerro del Mar y Casa de la Viña, separados unos 300 m, consiente estimar que durante los siglos VIII y VII a.C. el centro urbano e industrial de Toscanos dispuso de diferentes espacios funerarios, situación que puede ampliarse si tenemos en cuenta la relación de alabastros y el Thymaterion localizados en la ladera oriental del Cerro del Peñón, aunque deberá ser confi rmado por la excavación.
Otros aspectos reseñables del registro funerario es que no toda la población se entierra en estos cementerios. Los sepultados se involucran con un rico ajuar, sólo al alcance de pocos.
Una sociedad con marcadas diferencias, que se trasluce en sus reducidos cementerios, donde sólo se entierra un mínimo segmento de la misma. Pues no todo los habitantes de la “ciudad” se hallan integrados en la comunidad en igual grado.
De la gran mayoría social tenemos una significada carencia de datos, debido probablemente a causas de tipo ritual y, lo más seguro, que no todos tenían el mismo derecho a ser enterrados en este tipo de tumbas pues, las únicas conocidas pertenecen a la clase social alta, mientras que del resto mostramos un gran desconocimiento, situación que se prolongará en siglos venideros.
Alusivo al ajuar funerario, compuesto por jarros de boca de seta o trilobulada, platos, diferentes tipos de joyas y urnas de alabastro, independientemente de otros productos menos representativos como pithoi, ánforas y cuencos.
Destacamos la presencia de vasos de alabastro, productos artesanales de alta calidad, procedentes de canteras egipcias y talleres orientales, que nos alertan sobre un comercio permanente, a larga distancia, con el Mediterráneo oriental.
Este rico ajuar advierte, agudiza y consolida las diferencias sociales y económicas de la formación social fenicia, que difícilmente podría estar al alcance de la mayoría y que sólo puede vincularse con la clase dirigente.
Así pues, como es lógico pensar desde la documentación arqueológica, estos sitios necrológicos se convierten en expresión del mundo de los vivos, reafirmando el papel que ejerció la clase gobernante. Ello supone que cuando los fenicios fundaron sus centros urbanos occidentales reprodujeron las formas políticas e ideológicas existentes en Fenicia, que intervienen en la reproducción social.
Pero dentro de esta clase dirigente, el registro permite observar diferencias entre sus miembros. Si bien las tumbas de Cerro del Mar/Casa de la Viña y las de Trayamar parten del mismo principio y concepto de enterramiento, al excavarse en el suelo, desde el punto de vista constructivo y la inversión de trabajo necesaria son muy distintas.


LOS HINTERLAND FENICIOS

EL HINTERLAND DE MAZARRON

EL HINTERLAND DE VINARRAGELL

 HINTERLAND TARTESICO EN LA MANCHA

 SEXI Y SU HINTERLAND

EL HINTERLAND DEL RIO GUADALHORCE

EL HINTERLAND DE LA FONTETA

 EL HINTERLAND DE ANDALUCIA

  EL  HINTERLAND DE HUEVA

EL HINTERLAND DE GADIR

ALHONOZ Y SU HINTERLAND 

EL HINTERLAND DE EXTREMADURA

CASTULO Y SU HINTERLAND

EL HINTERLAND DEL CERRO DE ALCORCON

EL HINTERLAND DE MASTIA

AKRA LEUKA Y SU HINTERLAND

EL HINTERLAND  DE SUKRO – CULLERA

EL HINTERLAND DE  AMPURIAS

HINTERLAND DE ALLONIS