Este asentamiento fenicio se encontró en Torre del Mar
(Málaga), muy saqueado y expoliado y tiene una buena relación con la necrópolis
de Laurita A
Una parte de los ajuares fue adquirida por la Junta de
Comercio y enviada al Museo de Ciencias Naturales de Madrid en 1792, pero por
las dimensiones de la necrópolis vemos que la gran mayoría no corrió la misma
suerte. Según las indagaciones llevadas a cabo, diferentes urnas de alabastro
fueron a parar a colecciones particulares de familias veleñas, cuyos
propietarios tenían la creencia de que eran pesas romanas para el trigo. El
poco interés y el desconocimiento en la época de este tipo
de “antigüedades” provocaron su olvido con los años, y que no se tuviera
referencia alguna sobre su origen.
La necrópolis
está compuesta por 25 tumbas de tipo pozo. En planta dibuja una forma
trapezoidal irregular que se extiende en sentido este a oeste.
Se ha comprobado que la práctica totalidad de
las tumbas conservaban losas de piedra, algunas de ellas son muy grandes con
más de 1 m de diámetro, que sirvieron para su cierre y proteger el ámbito donde
colocar la urna cineraria.
La tipología de las tumbas
Son de tipo pozo simple o presentan nicho lateral al fondo. Unos modelos semejantes a
los observados en la necrópolis Laurita2,
aunque apreciamos ciertas diferencias.
Los materiales arqueológicos
A pesar del expolio, algunas piezas, muy
pocas, han llegado completas. El material está muy fragmentado y es de
complicada reconstrucción.
Eso sí, nos ha llegado una mínima parte,
debido al saqueo sistemático aludido, lo que impide conocer con exactitud la
evolución de los ajuares en los distintos enterramientos, aunque podemos tener
un relativo conocimiento o idea de los productos que caracterizaron el ajuar de
este cementerio.
Entre el material exportado al Museo Nacional
de Ciencias Naturales encontramos 6 ánforas de cerámica, varios vasos de
alabastro de distintas dimensiones, tinaja con tapa (no identificada), los dos
jarros de boca de seta, un collar, un
ídolo, un escudo con asa de medalla y una piececita pequeña de plata.
Los inventarios no coinciden con lo conservado
en el MAN
En MAN
hay 5 vasos de alabastro y dos vasos de barro cocido, que
se correspondían con sendos oinocoe de boca de seta y trilobulada.
Martín Almagro publicó los dos juntos como jarros de boca de seta y
trilobulada, realizando un estudio más exhaustivo y fechándolos a finales del
segundo cuarto del siglo VII.
Estos vasos , los dos mayores, de 65 y 87 cm
de alto, debieron ser utilizados como urnas, mientras que los menores, de 23 y
18 cm de alto, serían parte del ajuar del difunto, para contener ungüentos
y perfumes.
Otros materiales encontrados son algunos
fragmentos cerámicos de diversas vasijas, especialmente los restos de un jarro
de boca de seta, muy fragmentado, aunque se ha reconstruido, decorado con
barniz rojo; un borde poco pronunciado de ánfora arcaica, estrecho y
ligeramente inclinado al exterior, así como la piedra que debió tapar su entrada.
El elemento más singular es la jarra de boca de seta.
Ostenta cuerpo globular-ovoide apoyado en un pequeño pie circular rehundido,
adquiriendo su mayor anchura en la base, para ir descendiendo suavemente hacia
la parte superior. Es de cuello alargado y estrecho que disminuye en amplitud
hasta la boca, en el que se practica una doble acanaladura por encima de una
asita, que arranca de la zona medio-baja del mismo para descansar sobre el hombro.
Varios fragmentos de platos con barniz rojo y excelente
tratamiento, pero no podemos reconstruir sus dimensiones exactas. Otro ejemplar
presenta un diámetro de 21 cm y anchura de borde 1,5 cm. Igualmente
documentamos un trozo de lucerna de un pico, quemado por el uso, y una jarra de
boca trilobulada con barniz rojo, que conservaba parte de la boca.
También se recogió un resto de pithos de
cuello corto, con asa geminada y pequeña acanaladura entre el cuello y el
hombro. Se muestra en la línea de algunos tipos de Las Chorreras y con
parecidas características tipométricas al encontrado en la tumba de Lagos.
Un cuenco de barniz rojo de 20 cm de diámetro; una lucerna
completa de un solo pico, ennegrecido, de 14,3 cm de diámetro, y un plato de
barniz rojo con 23 cm de diámetro.
En otra tumba
destacan los platos de borde ancho con barniz rojo. Uno de 31 cm de
diámetro y 6,7 cm de anchura en el borde, ranurado, de perfil elevado. Otro con
32 cm de diámetro y anchura en el borde 5,35 cm.
Los ajuares estaban compuestos por urnas de
alabastro (independientemente de las referidas al siglo
XVIII, actualmente se han
registrado numerosos fragmentos), jarras de boca de seta y trilobulada, pithoi,
platos de barniz rojo, ánforas, cuencos y lucernas. Lo que responde, muy
posiblemente, a un ajuar estandarizado, pero
se desconoce en qué medida cada uno de estos productos estuvieron más o
menos presentes en cada tumba.
Como vemos, este conjunto material permite
tener una cierta pauta cronológica y evolutiva de los mismos y, por supuesto,
de las tumbas donde estuvieron depositados. Se advierte dos momentos desde el
punto de vista cronológico-secuencial, relacionados con las últimas décadas del
VIII y primera mitad del VII
a.C. y, un segundo periodo, entre la segunda mitad del
siglo VII a.C. y principios del VI
a.C., que se vincula con el mayor número de sepulturas.
La necrópolis de la Casa de la Viña, a la que
se asociaban los documentos arqueológicos de siglos pasados, con el conjunto de
otros ámbitos funerarios y hallazgos descontextualizados del tramo final del
Vélez, ofrecen un panorama algo más completo para entender las diferentes
necrópolis adscritas a la comunidad fenicia, así como su comportamiento y
evolución durante los siglos VIII-VI
a.C. en el territorio de la costa de Vélez-Málaga.
Las prospecciones de los últimos años en la costa oriental
de Málaga han conocido nuevos yacimientos y los modos de ocupación del
territorio, así como las posibilidades de explotación de sus recursos. Los
originales hallazgos y la excavación de muchos de ellos, han ofertado una
singular información que, adecuadamente procesada, deberá aportar otras pautas
de entendimiento del proceso colonial.
Para empezar, se viene confirmando que durante
los siglos VIII-VII
a.C. los cementerios fenicios en la costa de Vélez eran
lugares de reducidas medidas.
Los datos de que se dispone en las
desembocaduras de los ríos Algarrobo y Vélez, permiten considerar una clara
evolución en el comportamiento del desarrollo de tumbas y espacios funerarios
vinculados a la comunidad semita.
Se percibe una notoria dispersión de lugares
de enterramientos y el uso diferenciado de pequeños cementerios, posiblemente
vinculados a diferentes familias, evitando erigir una verdadera, extensa,
necrópolis.
Buscan
lugares próximos a la costa, apartados de los centros urbanos, que no suponen
un referente visual del entorno, como en Lagos, que dista 1,3 km de Las
Chorreras, y Casa de la Viña, a 0,8 km de Toscanos, inmersos en cortas cañadas
cercanas al antiguo litoral, o inmediatas al asentamiento, como ocurre en Las
Chorreras.
En esta situación, también se nota que los fenicios evitan
crear auténticas necrópolis, probablemente para impedir el saqueo de sus tumbas
por los indígenas con la intención de obtener los productos exóticos que se
depositan en estas sepulturas y, lo que es más importante, la profanación de
los restos de sus antepasados, ante la falta de vinculaciones y obligaciones
sociales e ideológicas-familiares entre las dos etnias.
Casi todos los centros fenicios de la costa andaluza en el
siglo VII, sobre todo en su segunda mitad, observan un periodo de
máximo crecimiento económico, consecuencia del éxito del proceso colonial. A
finales del siglo VIII se registra una basculación poblacional, económica e
industrial desde la zona del río Algarrobo hacia la del Vélez.
En estos momentos Toscanos comienza una etapa
de esplendor, conociendo un importante desarrollo urbano e industrial (fase
Toscanos III)36.Tras
un siglo de asentamiento fenicio, las relaciones entre las formaciones sociales
indígena y semita fueron mejorando, especialmente a favor de las últimas, para
consentir esta reestructuración
territorial. Entre fi nales del siglo VIII e
inicios del VII se abandonará Las
Chorreras, a pesar de la fuerte inversión constructiva realizada, cuya
localización se presentaba muy limitada respecto a la disponibilidad de buenas
tierras para el cultivo y posibilidades de comunicación con el interior. No
debe ser casual que este abandono venga a coincidir con el auge urbanístico en
Toscanos, suponiendo, probablemente, que los habitantes de Las Chorreras se
desplazaron hacia la desembocadura del Vélez.
La contemporaneidad de Cerro del Mar y Casa de
la Viña, separados unos 300 m, consiente estimar que durante los siglos VIII
y VII a.C. el centro
urbano e industrial de Toscanos dispuso de diferentes espacios funerarios,
situación que puede ampliarse si tenemos en cuenta la relación de alabastros y
el Thymaterion localizados en la ladera oriental del Cerro del Peñón, aunque
deberá ser confi rmado por la excavación.
Otros aspectos reseñables del registro
funerario es que no toda la población se entierra en estos cementerios. Los
sepultados se involucran con un rico ajuar, sólo al alcance de pocos.
Una sociedad con marcadas diferencias, que se
trasluce en sus reducidos cementerios, donde sólo se entierra un mínimo
segmento de la misma. Pues no todo los habitantes de la “ciudad” se hallan
integrados en la comunidad en igual grado.
De la gran mayoría social tenemos una
significada carencia de datos, debido probablemente a causas de tipo ritual y,
lo más seguro, que no todos tenían el mismo derecho a ser enterrados en este
tipo de tumbas pues, las únicas conocidas pertenecen a la clase social alta,
mientras que del resto mostramos un gran desconocimiento, situación que se
prolongará en siglos venideros.
Alusivo al ajuar funerario, compuesto por
jarros de boca de seta o trilobulada, platos, diferentes tipos de joyas y urnas
de alabastro, independientemente de otros productos menos representativos como pithoi,
ánforas y cuencos.
Destacamos la presencia de vasos de alabastro,
productos artesanales de alta calidad, procedentes de canteras egipcias y
talleres orientales, que nos alertan sobre un comercio permanente, a larga
distancia, con el Mediterráneo oriental.
Este rico ajuar advierte, agudiza y consolida
las diferencias sociales y económicas de la formación social fenicia, que
difícilmente podría estar al alcance de la mayoría y que sólo puede vincularse
con la clase dirigente.
Así pues, como es lógico pensar desde la
documentación arqueológica, estos sitios necrológicos se convierten en
expresión del mundo de los vivos, reafirmando el papel que ejerció la clase
gobernante. Ello supone que cuando los fenicios fundaron sus centros urbanos occidentales
reprodujeron las formas políticas e ideológicas existentes en Fenicia, que intervienen
en la reproducción social.
Pero dentro de esta clase dirigente, el
registro permite observar diferencias entre sus miembros. Si bien las tumbas de
Cerro del Mar/Casa de la Viña y las de Trayamar parten del mismo principio y
concepto de enterramiento, al excavarse en el suelo, desde el punto de vista
constructivo y la inversión de trabajo necesaria son muy distintas.