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viernes, 6 de enero de 2012

LOS FENICIOS EN EL GUADALQUIVIR

Los fenicios, pueblo viajero y comerciante, eran conocidos como los mercaderes de la púrpura por la importancia de los tintes con los que negociaban. Su principal ámbito de actuación fue el Mediterráneo, espacio que dominaron entre los siglos XI al VIII antes de Cristo, pero su intensa vocación comercial los llevó también a asentarse en varios puertos del Atlántico. Son precisamente estas últimas incursiones, mucho menos estudiadas, las que están aportando importantes hallazgos. Arrojar luz sobre las relaciones sociales y comerciales de los fenicios en esa zona de la Península Ibérica es el objetivo de la muestra Cádiz y Huelva, puertos fenicios del Atlántico
La huella fenicia en los pueblos atlánticos se deja sentir en la exposición a través de 200 piezas que provienen de los museos de ambas provincias. Algunas son descubrimientos recientes, como las de las necrópolis fenicias de Ayamonte (Huelva) y Los Chinchorros (Cádiz).
Entre las piezas destacan las joyas procedentes de ajuares. También se puede contemplar un prótomo de terracota egiptizante que sirve de imagen de la muestra, trozos de cerámica y espadas procedentes de descubrimientos en la ría onubense. En la muestra se explica que entre los siglos XI y VIII hubo un importante auge del bronce en las costas atlánticas de Europa y que las armas halladas en la ría onubense hacen pensar que los fenicios iniciaron sus actividades en el Atlántico como socios de esa red comercial.
La cultura de esta civilización está impregnada de matices, como explica Enrique Martín, conservador del Museo de Huelva. "Cada lugar en el que se asientan los fenicios aporta su peculiaridad. En el caso de Huelva el interés era la explotación de metales como la plata, muy demandada en los imperios de Oriente. Cádiz era el núcleo administrativo y religioso vinculado a las tradiciones puramente fenicias", afirma.
La exposición profundiza en la cultura fenicia a través de secciones dedicadas al tiro, la navegación, los dioses y los rituales funerarios.
La consolidación de los asentamientos fenicios tenían en unas relaciones cordiales y fluidas con la población autóctona un pilar de primer orden, principalmente con la clase dirigente, que permitía el aprovechamiento de los recursos económicos de la zona. Por tanto, la élite indígena conoció un afianzamiento dentro de la estructura social autóctona, siendo usuales los intercambios de regalos de lujo, como la orfebrería de oro.
Los intercambios comerciales fueron la base de las relaciones con los asentamientos indígenas, generando una reactivación de la economía de la zona colonizada, teniendo en los metales y los productos agrícolas los elementos más demandados. Por su parte, los fenicios nutrirían estos intercambios con vino, aceite, púrpura y productos de pesca, como la salsa garum.

Ante la inexactitud de que si las necrópolis Tartésicas pertenecían  o no a los Fenicios, no haremos estudio de cada una de ellas, por no aventurarnos demasiado a fondo,  pero si que podemos decir que la mayoría de ellas tenían un carácter orientalizante y que estaban influenciadas por ellos, es decir por los semitas procedentes del Este del Mediterráneo.
Es posible que Tartessos se haya fundado por los Fenicios, junto con su cultura orientalizante así encontramos por ejemplo unos marfiles de carácter fenicio en la necrópolis del Acebuchal y otros en  Alcantarilla, que como sbemos bien, estas se encontraban bajo el ámbito o jurisdicción de Tartessos.
Las cerámicas de la necrópolis de la Cruz del Negro en las que aparecen varias formas arcaicas, se corresponden con los prototipos fenicios de Peña Negra y la Fonteta.
Aquí que hablaremos de la fundación de Tartessos y de Gadir y las consecuencias que ambas ciudades produjeron en el Mediterráneo.
Lo mismo podemos decir sobre la necrópolis orientalizante de Medellín en Extremadura donde aparecen marfiles con diosas aladas.
 En el Poblado de Doña Blanca tenemos una buena representación de la cultura Fenicia, pero sepamos que  ese poblado corresponde a la cultura tartésica, por tanto esta vez haremos caso omiso de estudiarlo, ya en otra ocasión, cuando se estudien los Tartessos se verá por su gran carácter orientalizante.
En cuanto a las formas de las necrópolis  fenicias , no se puede hablar de un tipo determinado, si no que en cada una de ellas el enterramiento era diferente en todas, así encontraremos diversos tipos de enterramientos y diversos matices escatológicos según el ámbito geográfico en el que nos detengamos.
A pesar de la heterogeneidad cultural sí existen algunos ritos comunes como son la realización de libaciones sobre las tumbas, para las que se realizaron huecos que conectaban las cámaras sepulcrales con la superficie, y, en algún caso, un complejo sistema de canales para que el líquido circulase.
Tumbas y ajuares determinan, en primer lugar, que los fenicios y púnicos trataban de instalar a sus difuntos de una forma cómoda y bajo protección. Las tumbas fueron ubicadas como norma general en el subsuelo, para ser protegidas en primer lugar de su destrucción, para aislar a los difuntos y para preservarlos de cualquier violación . Los fenicios señalaban las tumbas en el exterior al igual que los cananeos y que los hebreos, con unas piedras talladas o no, a las que denominaban “massebat” . El difunto podía desarrollar en la tumba una vida material y tenía las mismas necesidades y los mismos gustos que los seres vivos. De ahí que también estuviesen expuestos a peligros de los que se debían proteger a través de los amuletos en metales o pasta vítrea, de figuritas y máscaras apotropaicas en terracota o piedra, como la encontrada en la Isla de Tarifa o las célebres navajas de afeitar.
La clave del triunfo sobre la muerte fue sin duda la posesión de una tumba. Pocas cosas pueden ser más graves que la no posesión de una sepultura. Así en la Necrópolis fenicia de Tarifa, se encuentran tumbas del mismo estilo que las de Trayamar en Málaga y los Villaricos en Almeria, la antigua Baria.
 La localización de numerosos restos de cerámica fenicia de imitación griega, en las necrópolis fenicias corrobora que existió una demanda de esa población por este tipo de cerámica, sostienen varios especialistas.
En la mayoría de las necrópolis  del Valle del Guadalquivir aparece cerámica de importación de carácter etrusco y vajillas griegas o corintias.
Las posibilidades agrícolas de la zona se complementaban con la práctica de otras actividades como la pesca y el marisqueo, y la explotación ganadera.
 En cuanto a la alfarería las piezas cerámicas más producidas eran las ánforas y los pithoi, recipientes de gran tamaño que tenían función de almacenaje de distintos productos destinados al comercio marítimo, como los cereales, el vino y aceite. Este aspecto pone de manifiesto el peso que tuvo la actividad comercial en esta ciudad fenicia. También se han encontrado varias ánforas y urnas  de alabastro importadas de Egipto.
Empiezan a producirse ciudades o poblados y las viviendas se construyeron sobre bases de piedra y muros de adobe, y se dividían en habitaciones de base rectangular organizadas en torno a un patio central.
 La cerámica a torno con engobe rojo son piezas de cuerpo globular con pie ligeramente resaltado. El cuello es cilíndrico, decorado con una moldura de donde parte una pequeña asa doble que llega hasta el hombro. La boca se abre en un amplio perfil horizontal, lo que le da el nombre de boca de seta. Los fenicios la utilizaban para contener perfume o vino.
 Los vasos de alabastro, típicos de la cultura fenicia, también hicieron su aparición en esta necrópolis, como el que vemos en la figura adjunta, que es posible que se utilizasen como urnas cinerarias o como transportadores de cualquier líquido o cereal.
 En las poblaciones fenicias se sabe que existían habitáculos cubiertos y abiertos a dicha calle, que responden a establecimientos dedicados al intercambio de productos y mercancías.
 Otra característica  fundamental de las necrópolis fenicias o de carácter orientalizante es el hallazgo de huevos de avestruz como urnas de ritual funerario en algunas de sus tumbas, ya que se cree que solo eran para la  clase privilegiada.
 Y al igual que en varias necrópolis de carácter fenicio se han encontrado alguna que otra joya con carácter totalmente orientalizante, que creemos pertenece al periodo tartésico.Entendiéndose que los Fenicios seasentaron en esta zona del Guadalquivir por la riqueza de minas en el subsuelo ya que había minas de diversas clases de metales tanto en la cuenca del Guadalquivir como en la Cuenca del Odiel.
 Todo contacto entre pueblos genera un proceso de intercambio cultural mutuo. Está interacción se hace más sólida cuando el grado de consolidación de la población colonizadora se va afianzando, dando lugar a una simbiosis de elementos, como manifiesta, por ejemplo, que en piezas cerámicas se entremezclen motivos decorativos autóctonos y del Mediterráneo Oriental, punto del que procedía el pueblo fenicio.
Los fenicios han ocupado durante mucho tiempo un singular espacio en la historia. A través de las numerosas referencias que otros hicieron de ellos – en la Biblia, en la literatura antigua y en las obras de los historiadores clásicos – alcanzaron reputación como los más destacados navegantes, mercaderes, artesanos ambulantes, exploradores y constructores navales de su época. Como pueblo asumieron un papel de intermediarios entres países distantes, entre la antigua cultura oriental y la occidental. De ellos no han quedado huellas y uno de los factores que influyó en la desaparición de los rastros de su cultura, fue la humedad del clima litoral, ya que las inscripciones en los papiros desaparecen rápidamente, la madera se pudre, las tabletas de arcillas, a menos que estén enterradas bajo tierra, se desintegran. Incluso las inscripciones en piedra, al estar expuestas al viento, la lluvia o las heladas se vuelven indescifrables. Por tanto, mientras los fenicios estuvieron sin duda unos mil años afanados en hacer cosas, guardando lo que hacían y anotándolo, la naturaleza, a su vez se afanaba en destruirlas.
Los fenicios, como pueblo, no pueden ser diferenciados de los cananeos (de los cuales son descendientes directos), por lo menos hasta el año 1200 a.C. Como pueblo empiezan a diferenciarse a partir del segundo milenio antes de Cristo, sin embargo, es a partir del primer milenio antes de Cristo cuando viven su periodo de esplendor, el cual se da entre la decadencia de Egipto y hasta el apogeo del imperio asirio, entre 1.100 y 700 a.C. Alcanzaron su cenit cuando comenzaron a expandir su influencia por medio del comercio y sus gentes por medio de la colonización, a lo largo del Mediterráneo y más allá.

 Para concluir podríamos decir que es posible que Tartessos  fuera fundada por los Fenicios al igual que Gadir, de ahí que en aquella ciudad o cultura sean todos los caracteres orientalizantes. Se trataría pues de la cultura autóctona turdetana como dice Strabon  en  contacto directo con los cananeos, semitas o fenicios o quizá todas aquellas clases de gentes procedentes del mediterráneo, acabando  por mezclarse unos y otros, formando así la cultura Tartésica.
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