Los fenicios, pueblo viajero y
comerciante, eran conocidos como los mercaderes de la púrpura por la
importancia de los tintes con los que negociaban. Su principal ámbito de
actuación fue el Mediterráneo, espacio que dominaron entre los siglos XI al
VIII antes de Cristo, pero su intensa vocación comercial los llevó también a
asentarse en varios puertos del Atlántico. Son precisamente estas últimas
incursiones, mucho menos estudiadas, las que están aportando importantes hallazgos.
Arrojar luz sobre las relaciones sociales y comerciales de los fenicios en esa
zona de la Península Ibérica es el objetivo de la muestra Cádiz y Huelva,
puertos fenicios del Atlántico
La huella fenicia en los pueblos
atlánticos se deja sentir en la exposición a través de 200 piezas que provienen
de los museos de ambas provincias. Algunas son descubrimientos recientes, como
las de las necrópolis fenicias de Ayamonte (Huelva) y Los Chinchorros (Cádiz).
Entre las piezas destacan las joyas procedentes de
ajuares. También se puede contemplar un prótomo de terracota egiptizante que
sirve de imagen de la muestra, trozos de cerámica y espadas procedentes de
descubrimientos en la ría onubense. En la muestra se explica que entre los
siglos XI y VIII hubo un importante auge del bronce en las costas atlánticas de
Europa y que las armas halladas en la ría onubense hacen pensar que los
fenicios iniciaron sus actividades en el Atlántico como socios de esa red
comercial.
La cultura de esta civilización está impregnada de
matices, como explica Enrique Martín, conservador del Museo de Huelva.
"Cada lugar en el que se asientan los fenicios aporta su peculiaridad. En
el caso de Huelva el interés era la explotación de metales como la plata, muy
demandada en los imperios de Oriente. Cádiz era el núcleo administrativo y
religioso vinculado a las tradiciones puramente fenicias", afirma.
La exposición profundiza en la cultura fenicia a
través de secciones dedicadas al tiro, la navegación, los dioses y los rituales
funerarios.
La consolidación de los
asentamientos fenicios tenían en unas relaciones cordiales y fluidas con la
población autóctona un pilar de primer orden, principalmente con la clase
dirigente, que permitía el aprovechamiento de los recursos económicos de la
zona. Por tanto, la élite indígena conoció un afianzamiento dentro de la
estructura social autóctona, siendo usuales los intercambios de regalos de
lujo, como la orfebrería de oro.
Los intercambios comerciales
fueron la base de las relaciones con los asentamientos indígenas, generando una
reactivación de la economía de la zona colonizada, teniendo en los metales y
los productos agrícolas los elementos más demandados. Por su parte, los
fenicios nutrirían estos intercambios con vino, aceite, púrpura y productos de
pesca, como la salsa garum.
Ante la inexactitud de que si las
necrópolis Tartésicas pertenecían o no
a los Fenicios, no haremos estudio de cada una de ellas, por no aventurarnos
demasiado a fondo, pero si que podemos
decir que la mayoría de ellas tenían un carácter orientalizante y que estaban
influenciadas por ellos, es decir por los semitas procedentes del Este del
Mediterráneo.
Es posible que Tartessos se haya
fundado por los Fenicios, junto con su cultura orientalizante así encontramos
por ejemplo unos marfiles de carácter fenicio en la necrópolis del Acebuchal y
otros en Alcantarilla, que como sbemos
bien, estas se encontraban bajo el ámbito o jurisdicción de Tartessos.
Las cerámicas de la necrópolis de la Cruz del Negro en las
que aparecen varias formas arcaicas, se corresponden con los prototipos
fenicios de Peña Negra y la Fonteta.
Aquí que hablaremos de la fundación de Tartessos y de
Gadir y las consecuencias que ambas ciudades produjeron en el Mediterráneo.
Lo mismo podemos decir sobre la necrópolis orientalizante
de Medellín en Extremadura donde aparecen marfiles con diosas aladas.
En el Poblado de
Doña Blanca tenemos una buena representación de la cultura Fenicia, pero
sepamos que ese poblado corresponde a
la cultura tartésica, por tanto esta vez haremos caso omiso de estudiarlo, ya
en otra ocasión, cuando se estudien los Tartessos se verá por su gran carácter
orientalizante.
En cuanto a las formas de las necrópolis fenicias , no se puede hablar de un tipo
determinado, si no que en cada una de ellas el enterramiento era diferente en
todas, así encontraremos diversos tipos de enterramientos y diversos
matices escatológicos según el ámbito geográfico en el que nos detengamos.
A
pesar de la heterogeneidad cultural sí existen algunos ritos comunes como son
la realización de libaciones sobre las tumbas, para las que se realizaron
huecos que conectaban las cámaras sepulcrales con la superficie, y, en algún
caso, un complejo sistema de canales para que el líquido circulase.
Tumbas y ajuares determinan, en primer lugar,
que los fenicios y púnicos trataban de instalar a sus difuntos de una forma
cómoda y bajo protección. Las tumbas fueron ubicadas como norma general en el
subsuelo, para ser protegidas en primer lugar de su destrucción, para aislar a
los difuntos y para preservarlos de cualquier violación . Los fenicios
señalaban las tumbas en el exterior al igual que los cananeos y que los
hebreos, con unas piedras talladas o no, a las que denominaban “massebat” . El
difunto podía desarrollar en la tumba una vida material y tenía las mismas
necesidades y los mismos gustos que los seres vivos. De ahí que también
estuviesen expuestos a peligros de los que se debían proteger a través de los
amuletos en metales o pasta vítrea, de figuritas y máscaras apotropaicas en
terracota o piedra, como la encontrada en la Isla de Tarifa o las célebres
navajas de afeitar.
La clave del triunfo sobre la muerte fue sin duda la
posesión de una tumba. Pocas cosas pueden ser más graves que la no posesión de
una sepultura. Así en la Necrópolis fenicia de Tarifa, se
encuentran tumbas del mismo estilo que las de Trayamar en Málaga y los
Villaricos en Almeria, la antigua Baria.
La
localización de numerosos restos de cerámica fenicia de imitación griega, en
las necrópolis fenicias corrobora que existió una demanda de esa población por
este tipo de cerámica, sostienen varios especialistas.
En la mayoría de las necrópolis del Valle del Guadalquivir aparece cerámica de importación de
carácter etrusco y vajillas griegas o corintias.
Las posibilidades agrícolas de la
zona se complementaban con la práctica de otras actividades como la pesca y el
marisqueo, y la explotación ganadera.
En cuanto a la
alfarería las piezas cerámicas más producidas eran las ánforas y los pithoi,
recipientes de gran tamaño que tenían función de almacenaje de distintos
productos destinados al comercio marítimo, como los cereales, el vino y aceite.
Este aspecto pone de manifiesto el peso que tuvo la actividad comercial en esta
ciudad fenicia. También se han encontrado varias ánforas y urnas de alabastro importadas de Egipto.
Empiezan a producirse ciudades o poblados y las viviendas se
construyeron sobre bases de piedra y muros de adobe, y se dividían en
habitaciones de base rectangular organizadas en torno a un patio central.
La cerámica a torno
con engobe rojo son piezas de cuerpo globular
con pie ligeramente resaltado. El cuello es cilíndrico, decorado con una
moldura de donde parte una pequeña asa doble que llega hasta el hombro. La boca
se abre en un amplio perfil horizontal, lo que le da el nombre de boca de seta.
Los fenicios la utilizaban para contener perfume o vino.
Los vasos
de alabastro, típicos de la cultura fenicia, también hicieron su
aparición en esta necrópolis, como el que vemos en la figura adjunta, que es
posible que se utilizasen como urnas cinerarias o como transportadores de
cualquier líquido o cereal.
En las poblaciones
fenicias se sabe que existían habitáculos cubiertos y abiertos a dicha calle,
que responden a establecimientos dedicados al intercambio de productos y
mercancías.
Otra
característica fundamental de las
necrópolis fenicias o de carácter orientalizante es el hallazgo de huevos de
avestruz como urnas de ritual funerario en algunas de sus tumbas, ya que se
cree que solo eran para la clase
privilegiada.
Y al igual que en
varias necrópolis de carácter fenicio se han encontrado alguna que otra joya
con carácter totalmente orientalizante, que creemos pertenece al periodo
tartésico.Entendiéndose que los Fenicios seasentaron en esta zona del Guadalquivir por la riqueza de minas en el subsuelo ya que había minas de diversas clases de metales tanto en la cuenca del Guadalquivir como en la Cuenca del Odiel.
Todo contacto entre
pueblos genera un proceso de intercambio cultural mutuo. Está interacción se
hace más sólida cuando el grado de consolidación de la población colonizadora
se va afianzando, dando lugar a una simbiosis de elementos, como manifiesta,
por ejemplo, que en piezas cerámicas se entremezclen motivos decorativos
autóctonos y del Mediterráneo Oriental, punto del que procedía el pueblo
fenicio.
Los fenicios han ocupado durante
mucho tiempo un singular espacio en la historia. A través de las numerosas
referencias que otros hicieron de ellos – en la Biblia, en la literatura
antigua y en las obras de los historiadores clásicos – alcanzaron reputación
como los más destacados navegantes, mercaderes, artesanos ambulantes,
exploradores y constructores navales de su época. Como pueblo asumieron un
papel de intermediarios entres países distantes, entre la antigua cultura
oriental y la occidental. De ellos no han quedado huellas y uno de los factores
que influyó en la desaparición de los rastros de su cultura, fue la humedad del
clima
litoral, ya que las inscripciones en los papiros desaparecen rápidamente, la
madera se pudre, las tabletas de arcillas, a menos que estén enterradas bajo tierra,
se desintegran. Incluso las inscripciones en piedra, al estar expuestas al
viento, la lluvia o las heladas se vuelven indescifrables. Por tanto, mientras
los fenicios estuvieron sin duda unos mil años afanados en hacer cosas,
guardando lo que hacían y anotándolo, la naturaleza,
a su vez se afanaba en destruirlas.
Los fenicios, como pueblo, no
pueden ser diferenciados de los cananeos (de los cuales son descendientes
directos), por lo menos hasta el año 1200 a.C. Como pueblo empiezan a
diferenciarse a partir del segundo milenio antes de Cristo, sin embargo, es a
partir del primer milenio antes de Cristo cuando viven su periodo de esplendor,
el cual se da entre la decadencia de Egipto y hasta el apogeo del imperio
asirio, entre 1.100 y 700 a.C. Alcanzaron su cenit cuando comenzaron a expandir
su influencia por medio del comercio y sus gentes por medio de la colonización,
a lo largo del Mediterráneo y más allá.
Para
concluir podríamos decir que es posible que Tartessos fuera fundada por los Fenicios al igual que Gadir, de ahí que en
aquella ciudad o cultura sean todos los caracteres orientalizantes. Se trataría
pues de la cultura autóctona turdetana como dice Strabon en
contacto directo con los cananeos, semitas o fenicios o quizá todas
aquellas clases de gentes procedentes del mediterráneo, acabando por mezclarse unos y otros, formando así la
cultura Tartésica.
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