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martes, 20 de diciembre de 2011
PIEZAS METALICAS DEL COMERCIO FENICIO
En el yacimiento
ilicitano de En La Alcudia se han
encontrado una cincuentena de
piezas, unas de cobre y otras de
bronce, Son unas plaquetas rectangulares, delgadas, que representan ser hachas
y aparecen como una especie anómala en el contexto de las piezas, útiles y
armas a la vez, características del Bronce Final.
Aparecen cuatro nuevos ejemplares en el depósito de
Ca'n Mariano Gallet, en Sant Francesc Xavier en la isla de Formentera que son
consideradas como un tipo especial de
hachas cortantes utilizadas en las tareas de deforestación.
En La Peña Negra de Crevillente aparecen otros hallazgos de
similares características a las halladas en la Alcudia. características, al
igual que las encontradas en un navío hundido en la Ría de Huelva.
Se han encontrado varias piezas que serían o corresponden
a auténticos lingotes de metal, fundidos
en cobre, bronce o plomo en nuestros poblados protohistóricos y destinados con
entera seguridad a los agentes fenicios que concurren a nuestras tierras
alicantinas meridionales desde mediados del siglo VIII a. C.
Los hallazgos de
este tipo de lingotes se reducen, a la provincia de Alicante y a la isla de
Formentera, por lo que debemos deducir una originalidad de estas tierras alicantinas
en la producción de un tipo específico y particular de lingote, fundido en un
sencillo molde de capacidad más o menos estandarizada.
Los ejemplares de Formentera estaban acompañados por hachas
de talón con doble anilla de tipo hispano-y su cronología se sitúa hacia los siglos VIII-VIL
Las piezas del Museo de Novelda presentan problemas de
procedencia, aunque allí se indica que proceden de El Tabaiá, concretamente de
unas tumbas. Son las piezas con mayor corrosión, por lo que el grosor de su filo
está desvirtuado por las concreciones.
En La Peña Negra,
estos lingotes aparecen sobre todo en la fase orientalizante o Peña Negra II,
existiendo un ejemplar posiblemente de la fase precedente del Bronce Final. Su
cronología queda establecida por el contexto arqueológico entre el 700 y el 550
a. C.
Las últimas excavaciones realizadas en la Sierra de
Crevillente han sacado a la luz los restos de lo que fue una imponente
actividad metalúrgica por parte de las gentes de Peña Negra I: más de un
centenar de fragmentos de moldes de arenisca y, sobre todo, terracota,
ilustrándonos sobre los útiles y armas
que fundían y que nos emplazan ante una tipología netamente
atlántico-continental. Los restos pertenecen a la actividad realizada ¡por una
única vivienda! y resultan más que suficientes como botón de muestra de la
importancia de semejante dedicación en el poblado de los siglos IX y VIII a. C.
Esta floración de objetos de metal es seguro que debió reclamar la atención de
los agentes comerciales que ya por
estas fechas se habían establecido en las costas peninsulares. Y pronto debió
iniciarse un positivo contacto para ambas partes. El reciente registro de Peña
Negra muestra la aparición ya en los estratos básales de fíbulas de codo,
seguidas inmediatamente de las de doble resorte, cuentas de collar de fayenza
azul claro o de pasta vitrea azul marino con incrustaciones de ojos, así como
numerosas pulseras de marfil y algunas cerámicas a torno que hallamos tanto en
el poblado como en la necrópolis correspondiente.
La presencia de importantes depósitos de armas y útiles en
las costas atlánticas al final de la Edad del Bronce (los denominados
«acobillos») que muestran una extraordinaria floración de la producción
metalúrgica, debió de ser la fuente de riqueza —junto con el estaño de las
Casitérides—cuyo acceso determinó la fundación de Cádiz en 1104 a. C, según nos
transmiten las fuentes (Veleyo Patérculo).
Resulta altamente revelador que esta fecha dada por los autores antiguos para
el establecimiento de los fenicios de Cádiz (a la par que Lixus, en la costa
atlántica africana) venga a coincidir con la del inicio de toda esa
reactivación metalúrgica de los finisterres europeos que conocemos bajo el
apelativo de «Bronce Atlántico».
En Samieira (Pontevedra), en San Juan de Lagoa en Lugo (120) o en Vilar de Mouros, en
Portugal, se han encontrado un número
de piezas superior al centenar.
La presencia, por otra parte, de lingotes de plomo en Peña
Negra nos conduce ante la problemática del empleo de este metal en la protohistoria
peninsular, que, si bien en el posterior mundo ibérico
se empleará como materia escriptoria, para fabricar glandes
de honda o braseros, en el campo de la metalurgia hubo de tener una aplicación
inmediata.
De hecho, aunque
el plomo tuvo un desarrollo metalúrgico paralelo y asociado al de la plata,
beneficiando esta última a partir de la galena argentífera.
En estos finisterres europeos parece ser que la presencia de
plomo en el bronce tomó carta de naturaleza en un momento en que los minerales
estanníferos se estaban volviendo escasos. Y así,excepto para el bronce
destinado a la fabricación de las espadas de hoja larga cuya dureza debía
mantenerse por encima de todo y de calderos cuyo martillado no era viable con
una fuerte proporción de plomo, la totalidad del utillaje y armamento se
elaborará con la adición de plomo, acrecentándose este elemento en proporción
inversa al estaño.
Los bronces de plomo, con una casi total ausencia de
estaño, se presentan también, en el norte de Italia, en las épocas de las
terramaras y villanoviana, y seguramente la composición de las primitivas «aes
rudi» romanas, con un contenido en plomo del orden del 25%, sería una herencia
de los tiempos itálicos protohistóricos.
Así como el estaño, por su grado de fusión más bajo, permite
fundir la colada de bronce a una temperatura inferior —1.084° C para el cobre,
900° C para un bronce con 20% de estaño—, la adición de plomo aumenta la
fluidez del caldo.
Ahora bien, análisis de estas piezas del NO hispánico
indican que la adición de plomo para la fabricación de hachas de talón y doble
anilla se realizó aquí no a expensas del estaño —significando una salida a un
fenómeno de escasez de este metal—, sino a expensas de una reducción del
elemento base que es el cobre, .como fruto de un deterioro en las relaciones
con el mundo tartéssico, proveedor de recursos cupríferos a las gentes del
norte del Duero, llevándolas a proteger los escasos recursos de su minería
local.
En resumidas cuentas podemos decir que los lingotes son de
plomo, bronce, cobre y estaño en iguales porcentajes, tanto de composición como
de contenido y en ellos hay presencia de partículas de hierro.
En realidad, el aspecto y las propiedades físicas del estaño
y del plomo son muy similares: semejante maleabilidad, peso y color. A los
ojos, pues, de los comerciantes antiguos pudieron pasar perfectamente
desapercibidas unas diferencias únicamente perceptibles en un proceso de
fundición y en los diferentes índices de dureza de los productos elaborados..
El Galio se asocia a los altos contenidos de plomo, no
existiendo cuando se presentan bajos índices de aquellos.
El estaño aparece de una forma más aleatoria, con valores
inferiores al 1% o bien ya con un porcentaje significativo (6%) para la colada
resultante.
Los ínfimos contenidos de Sn en los lingotes de bronce
podrían indicar un proceso final de refundición reiterativa a partir de piezas
que en origen tendrían un porcentaje mayor de estaño. No ocurre así con
aquellos lingotes que muestran un 6% de estaño, en los que éste parece ser un
elemento intencionadamente añadido en la aleación, complementándose en un caso
con algo de plomo.
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