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lunes, 13 de marzo de 2017

FENICIA


Antes de analizar la colonización fenicia es necesario conocer a sus protagonistas: Los fenicios eran los habitantes de la costa occidental del Próximo Oriente, que vivían en una estrecha franja costera entre Siria y Palestina. El territorio vinculado a este pueblo era fértil, y permitía buenos cultivos de frutas, legumbres y abundantes pastos para la cría de ganado.

Los cultivos eran intensivos y diversificados, basados en la tríada: cereal, vid y olivo, completada con legumbres y frutas. La tecnología empleada era la más avanzada del Mediterráneo. El mar constituía otra fuente de recursos del que obtenían pescado para salazón, garum romano y la púrpura, que se extraía del murex; además eran expertos en la pesca de atunes, siendo los primeros en utilizar la técnica de la almadraba. A pesar de sus riquezas, los fenicios estaban condicionados por las reducidas dimensiones de su territorio, lo que les obligó a buscar otras fuentes de producción con el fin de mantener su crecimiento demográfico. La solución fue el uso del mar como cauce del transporte, de las materias primas necesarias para su diversificada industria artesanal. La navegación por todo el Mediterráneo les permitió conseguir sus objetivos de intercambio comercial.
Los fenicios eran de etnia semita y nunca constituyeron una nación compacta, ya que su estructura política estaba fundamentada en ciudades Estado, muchas veces no bien avenidas. Las ciudades más conocidas eran Ugarit, Sukal, Arvard, Byblos, Beirut; Sidón y Tiro.
La falta de unidad las hizo blanco de sus vecinos asirios, babilonios y persas, que en un principio exigieron sumisión mediante la entrega de bienes, para llegar por último a la conquista y destrucción de las ciudades.

La necesidad de metales para la industria manufacturera obligó a la colonización fenicia a través del Mediterráneo occidental.
Los tratados más antiguos dan como motivo de la colonización la búsqueda de: oro, plata, y cobre, para su transformación artesana. Sin embargo los metales no fueron su único objetivo colonial. La demografía y la desigual distribución de la riqueza entre sus ciudadanos, se considera hoy, que fue el principal motor colonizador, que tuvo como medio la utilización de todos los sistemas productivos conocidos, que emplearon en mayor o menor, medida en función de las posibilidades de los lugares colonizados.
La llegada a la península Ibérica según las cronologías literarias conocidas hasta hace poco tiempo fue la del 1100 a.C. fecha en la que se estimó la fundación de Gadir (Cádiz). La misma fecha se fija para Lixus y Utica. La realidad del registro arqueológico fija que los primeros contactos con Kition en Chipre fueron hacia el año 820 a. C., lugar que fue cabeza de puente con las ciudades fenicias. En la Península la datación del carbono 14 de Morro de Mezquitilla, vinculada a una de las fases más antiguas de este yacimiento dan:
800 ± 50 años a.C.; 690 ± 30 años a.C. y 620 ± 50 años a.C. En los últimos años han aparecido cronologías semejantes en diferentes puntos de Andalucía.
Actualmente se conoce por  que  Fenicia a  aquel territorio correspondido entre   el Líbano e Israel donde se asentó o se inicio lo que conocemos hoy por “Cultura Fenicia o Civilización Fenicia”  Los fenicios fueron expertos marineros, y mercaderes  ya que basaron su cultura hegemónica en el comercio marítimo, que les llevó establecer rutas marítimas comerciales por todo el Mediterráneo e incluso a lugares tan distantes como la costa oeste de África (se especula con que llegaron a doblar el Cabo de Buena Esperanza) las Islas Británicas (algo que no se puede probar arqueológicamente, pero se puede suponer) o Norteamérica y Brasil (en ambos casos, no parece tan claro como ya veremos aunque varios autores digan lo contrario).
La cultura fenicia floreció entorno al período comprendido entre los años 1.200 a.C. y 900 a.C. y se aglutinó, sobretodo, alrededor de varias ciudades principales: Biblos, Sidón y Tiro. En su lengua original, se autodenominaban kena´ani, siendo el fenicio un lenguaje cananita, perteneciente a la familia de las lenguas semíticas.
El término Fenicia es griego, puesto que éstos denominaban a la tierra que ocupaban los fenicios como Phoiniki, un término que tomaron prestado del vocablo egipcio Fnkhw, que podríamos traducir por “sirios”. Debido a la similitud fonética, la palabra griega para designar Fenicia era sinónimo del color púrpura (phoínix), puesto que en Tiro se elaboraba el famoso tinte de ese color que procedía del molusco gasterópodo del género Murex (que en España se conoce como cañadilla o canaílla), por el que se pagaba un alto precio en el mercado, debido a que para obtener un solo gramo de tinte, eran necesarios unos 10.000 moluscos y era un color que no se podía conseguir de otra forma (que se supiera). Así, los fenicios eran conocidos como “El pueblo púrpura”.

miércoles, 8 de enero de 2014

VINARRAGELL


A partir del s. XIII a.C., en el mundo mediterráneo se producen cambios trascendentales en el ámbito social, político y tecnológico. Las transformaciones acaecidas con la desaparición de los centros orientales suponen la aparición de nuevas formas de poder político y la  descentralización del comercio de artículos de alto valor.
Algunos núcleos cuya dinámica socio-económica así lo permitió se convierten con el Hierro Antiguo en verdaderas ciudades.
   El contexto sociopolítico mediterráneo permite un comercio más ágil, no monopolizado por los grandes estados, apoyado en puntos estratégicos y comunidades de paso que experimentan un importante desarrollo al amparo de su papel de intermediarios. Estos procesos crecientes de interacción y multidireccionalidad de influjos culturales son catalizados desde el Mediterráneo centro-oriental hacia occidente. La expansión de la cultura tartésica por el sureste se hace patente en yacimientos del Bronce Final como el yacimiento de Vinarragell.
   Este enclave, situado en la desembocadura del Mijares, ofrece una buena posición estratégica y cumple todos los requisitos para ser una comunidad de paso, al ubicarse en un punto que controla las vías de comunicación y puede articular varias regiones.
Nos encontramos con  un asentamiento donde los fenicios se habían instalado creando así la producción cerámica, broncista y orfebre, inspirada esta última en joyas  etruscas orientalizantes y de influencia jónica.
       A demás parece que  trabajaba un artesanado extranjero produciendo armas y objetos de tipo atlántico, lo que da idea de la existencia de este tipo de contactos comerciales a larga distancia. Los artesanos fenicios instalados en el poblado suscitaron una destacada producción alfarera cuyas piezas sirvieron para abastecer a otros yacimientos más interiores.
   La interacción humana y comercial con el mundo fenicio fue incrementándose, de modo que Vinarragell, partícipe de la corriente orientalizante, experimentó en el siglo VII a.C. una formidable expansión urbanística. El asentamiento adquirió un perímetro amurallado y experimentó obras públicas y de aterrazamiento.
  La ciudad portuaria instalada al abrigo de los vientos de levante, se encontraba en un punto estratégico no sólo para la explotación primaria de los recursos económicos sino, y a ello se debió tal elección, en un lugar óptimo de un cauce fluvial que comunicaba el Este Peninsular con el Bajo Aragon, un eje comercial de especial importancia en la protohistoria de ambas regiones.
    El yacimiento se encuentra en la orilla derecha del paleoestuario del río Mijares al final del Camí Santa Pau y forma parte de una extensa finca de naranjos y pertenece al término de Burriana, ciudad de la que dista cinco kilómetros y con la cual se comunica.  El río Mijares es el curso fluvial más importante de la provincia de Castellón, tanto en caudal como en longitud. Su nacimiento se sitúa sobre los 1.600 metros de altitud, en la provincia de Teruel. La desembocadura está formada por un cono aluvial, cerrado superficialmente por un cordón de gravas, roto sólo por los efectos de los temporales de levante sobre la línea de costa.
Se puede decir que este yacimiento no pasó por la fase del íbero pleno, pasando desde  la  Primera Edad del Hierro  o del estado castreño a la etapa orientalizante.
Tras diversas campañas, entre 1974 y 1979 se localizaron seis fases distintas de esta pequeña elevación que fue creciendo a causa de sus sucesivos hábitats. La primera es la época fundacional o europeizante, a la que siguen la fenicia, ibérica independiente, ibérica dependiente, semita y también cristiana.
En su desembocadura forma una especie de albufera alargada de unos 90 metros de anchura, que se hace más angosta en la línea de la costa por el avance de un cordón litoral desde el norte que la cierra parcialmente.
  La intensidad del comercio fenicio queda justificado con la presencia antigua de manufactura de bronce en todo el levante.
  El yacimiento es de gran relevancia, pues se trata de una de  las colonias fenicias más importantes en el este peninsular.
Se considera Vinarragell como un gran poblado  costero de carácter íbero-fenicio en cuyo hábitat un jefe local se establece de forma destacada y donde se pueden observar los elementos determinantes para ostentar y acrecentar su prestigio, por ejemplo, las poderosas fortificaciones o el control de la producción del vino, bebida de destacada importancia en los contextos político-ceremoniales mediterráneos de consolidación del poder aristocrático.
 Este poblado fenicio de la Ilergavonia estuvo habitado entre fines del siglo VIII y el tercer cuarto del siglo VI a.C.
 El emplazamiento fenicio se debería a los marinos metalúrgicos y comerciantes que necesitaban un puerto en el estuario, y un hinterland rico en mercancías (azafrán, vino, lapis specularis, hierro). Ocupaba un sitio privilegiado como papel de puerto de mar y punto de salida para el comercio de los productos de su hinterland.
 Vinarragell generalizó diferentes productos, principalmente cerámicas torneadas, en el hinterland del Mijares y del Bajo Ebro, mientras que los artesanos fenicios instalados en esta población suscitaron una destacada producción alfarera cuyas piezas sirvieron para abastecer a otros yacimientos más interiores.
Las cerámicas fenicias han sido el principal objeto de estudio para establecer la cronología y el ritmo de los principales cambios estructurales que dieron lugar  a la incorporación de la sociedad prehistórica occidental en la historia general del Mundo Mediterráneo.
La  producción anfórica se inició antes de la mitad del siglo VIII a.C. en buena parte de los centros afectados por el comercio fenicio, especialmente en aquellos que contaban con ciertos recursos agrícolas y pesqueros.
La presencia de los fenicios es difícil de datar cronológicamente; es posible que fueran ellos los que enseñaron al núcleo ibérico la utilización del torno y el horno de alfarería.
La cronología de estas ánforas data entre el 675 a C al 550 a C, fabricándose en diversos centros del sur de la Península, que posteriormente los íberos adoptaron formas fenicias, pasando rápidamente a ser fabricadas por los propios indígenas.
Hay también una serie de piezas  fenicias hechas a torno a las que resulta difícil encontrar un cierto paralelo entre las de más factorías  fenicias del Mediterráneo, que pueden corresponder a novedades de los alfareros de la zona.
Se trata pues, de un yacimiento indígena  de carácter hallstático sumergido en las redes comerciales de las factorías o  colonias  fenicias instaladas en el Mediterráneo.
En este poblado tras las diferentes excavaciones no se ha encontrado la necrópolis correspondiente, por tanto, es obvio, la inexistencia de ajuares en las tumbas.
Su posición indica que actuó como escala en la ruta que unía los enclaves fenicios ibicencos con las colonias fenicias andaluzas y valencianas. Es un yacimiento perteneciente  a la primera Edad del Hierro y a la cultura de los campos de urnas en un principio hasta que llegaron los colonizadores del Mediterráneo, es decir fenicios y griegos, notándose una gran influencia tartésica, a lo que se sumó paralelamente el efecto directo de la acción de los colonizadores, muy activos en la costa.
Las ánforas, tinajas y otras cerámicas a torno, lisas o pintadas fenicias introducidas en el medio indígena peninsular desde las colonias fenicias de Andalucía, dieron lugar a una corriente de imitaciones, burdas en un principio, pero gracias al torno de alfarero y al horno de cámara alcanzaron pronto un alto nivel tecnológico.
 Por su proximidad sería el gran foco difusor de los nuevos adelantos tecnológicos y culturales  de carácter orientalizante que afectaron de manera progresiva a las comunidades indígenas del Bajo Aragón.
Se encontraron muros pero por la destrucción que  padecen es casi imposible estudiar sus características. Había una estancia dedicada al almacenamiento de grano.
Dentro de la investigación protohistórica sobre los fenicios, el comercio ha sido uno de los pilares del estudio arqueológico, interpretándose tradicionalmente como el principal motor económico del mundo orientalizante, a excepción de otras posturas que defendían el desarrollo de políticas de implantación territorial como impulso económico.
Un problema de los estudios sobre las estructuras comerciales protohistóricas ha sido la aplicación de modelos interpretativos o terminologías modernas sin una reflexión previa sobre dichos conceptos, tales es el caso de términos como economía, comercio o intercambio. El comercio, interpretado de forma determinista como vertebrador únicamente de intercambios con fines de enriquecimiento o subsistencia, también incluye una dimensión social en la cual existe una gran multiplicidad de transmisiones e interacciones relativas a la esfera social y cultural, ya que la realización de estos intercambios de bienes conlleva implícitamente el establecimiento de relaciones sociales e intercambios de conocimiento entre los agentes implicados en esta actividad.
Este enclave era más que suficiente para el comercio colonial primitivo, siendo esta privilegiada situación del yacimiento
Se hallaron fragmentos de vasijas  de importación en forma de ánforas. Toda la cerámica encontrada está fragmentada. Se halló  una vasija geminada de bronce. Se halló un fragmento de vaso esgrafiado bruñido, así como varias piedras de molino barquiformes.
Había también bordes de ollas de perfil con cabeza de caballo. Se encontraron varios fragmentos de los llamados Kalathos o sombrero de copa y también  fragmentos de cerámica ibérica de grandes vasijas o tinajas realizadas a torno pintadas  decoradas en negro, marrón o rojo, con bandas, filetes, flecos, círculos y semicírculos concéntricos, tableros de ajedrez y varios motivos geométricos propios de la época.
Se hallaron también fragmentos arcaizantes hechos a torno de cerámica negra pertenecientes a bocas lisas algo exvasadas.
Se documentan muestras de pithoi perteneciente a la cerámica ática. Platos y cuencos de pie trípode. Todo ello apunta al periodo  y carácter orientalizante de todas las poblaciones de la  costa.
 Según las excavaciones se podría interpretar Vinarragell como el hábitat donde un jefe local se establece de forma destacada y donde se pueden observar los elementos determinantes para ostentar y acrecentar su prestigio, por ejemplo, las poderosas fortificaciones o el control de la producción del vino, bebida de destacada importancia en los contextos político-ceremoniales mediterráneos de consolidación del poder aristocrático.

CERÁMICA IBERICA

A partir de finales del siglo VII a. C. y durante gran parte del siglo VI a. C., las primeras cerámicas ibéricas pintadas y lisas del sur y sureste peninsular muestran repertorios de clara filiación fenicia, sobre todo en lo que se refiere a los grandes contenedores como ánforas o tinajas, que incorporan poco a poco formas nacidas de la creatividad indígena.
En Vinarragell queda bien patente la progresiva sustitución de las cerámicas hechas a mano por las realizadas a torno. Todo ello provocará una mayor estabilidad de la población mediante la concentración en núcleos mayores y la consolidación de nuevas formas constructivas.
Por los vestigios hallados parece que en esta villa la economía de las gentes  era  que se dedicaban principalmente a la agricultura, al comercio marítimo  y a la ganadería. Esto lo prueba la existencia de un horno encontrado para cocer pan. En las cercanías hay una presa pre-romana con su  respectivo canal de drenaje. La cultura material del enclave se define por la existencia de un repertorio cerámico donde predominan las producciones a torno, en las que destacan las ánforas, los recipientes o jarras de  tipo pithos y vajilla de mesa, con platos y cuencos, que dejan sentir el peso de la influencia fenicia, aunque el conjunto se aleja de los ajuares hallados en enclaves coloniales. Junto a las cerámicas a torno coexiste un importante conjunto de cerámicas realizadas a mano que alcanza porcentajes cercanos al 25-30 % del total.
       Este poblado estaba en la red del extenso comercio fenicio, como demuestra la aparición de ánforas de cintas de origen centro- Mediterráneo y probablemente fenicio sardo. Debemos recordar que todas las piezas que han sido encontradas en este yacimiento han aparecido muy fragmentadas, por lo que es casi imposible hacer un estudio detallado, aunque lo podamos hacer bastante aproximado
  Junto a la cerámica a mano local encontramos en Vinarragell cerámicas a torno de imitación e ingentes cantidades de cerámicas importadas, lo que nos lleva a hablar de la presencia estable de gentes fenicias. Estas gentes configurarían un barrio colonial especializado en tareas mercantiles y artesanales.
Hay, también, grandes recipientes globulares, bien espatulados, decorados barrocamente con una temática geométrica que comporta bandas horizontales y en zig-zags, hechas con el lomo de la espátula, y cordones entrecruzados, dejando áreas triangulares decoradas con esférulas; así como pequeños recipientes con pitorro vertedor.
Los molinos de fabricación casera son barquiformes, aprovechando los rodenos del río.
Según Plinio  nos encontramos en un opiddum o poblado que era el límite entre la Edetanía y la Ilercavonia.
Se cree que fue una colonia fenicia, o tenía buenas influencias comerciales con los fenicios en la cual se hacía comercio con lo típico de la época (adornos, brazaletes, fíbulas, botones, vino, cerámica, garum, aceite, marfiles) con todos los puertos del Mediterráneo, dándole un carácter orientalizante.
Es probable que hubiera un taller de imitación de cerámica negra de carácter oriental o jónica.
Fragmentos correspondientes a grandes ollas o recipientes a torno, con el borde saliente,  con la pasta color anaranjado, cuarzo, cal y dióxido de hierro como  material desgrasante, llevan en el exterior un engobe amarillento, y podemos decir que son parte de la cerámica procedente de Cartago. Estos recipientes presentan una orejeta con perforación vertical, sobre una característica carena, y se describen como vasos cortados con asas y orejetas.
  Los ejemplares de este tipo datados en la segunda mitad del siglo VI a C. constituían los precedentes para  las urnas de orejetas ibéricas, los cuales copiarán los indígenas en cada uno de sus poblados o talleres.
  Es posible que tuvieran como divinidad a la diosa Astarté como demuestran los hallazgos de una figura de terracota, dedicada a esta divinidad, en uno de los santuarios cercanos.
 El intercambio comercial marítimo se efectúa entre promontorios costeros y prelitorales conectados visual y físicamente a través de los cursos fluviales que actuaban como una vía de penetración a las tierras del interior (Maestrazgo) constituyendo una vía de penetración hacia el interior a través del río Mijares.
Debió ser un gran núcleo urbano fechado en el siglo VI a.C. y como  es de suponer tendría también una fábrica o factoría dedicada a la producción salazones como todas las ciudades del litoral Mediterráneo.
Los mercaderes fenicios instalados aquí posiblemente negociaron con objetos de metal, pero también con otros productos, principalmente vajillas cerámicas u productos agropecuarios almacenados en ánforas u otros grandes contenedores.
 Por  la cantidad de fragmentos cerámicos correspondientes a ánforas, se cree que era un gran centro mercantil en el que se comerciaba tanto con aceite y vino, procedente de las colonias del Mediterráneo y del resto de la Península, es decir, tanto de la costa como del interior.



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