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jueves, 2 de febrero de 2012

EL ATUN

El procedimiento de pesca del atún en la costa del Estrecho, en la costa ibérica, en la Galia y en Sicilia era común. Las fuentes clásicas nos dicen que “Abundante y maravilloso es el botín que obtienen estos pescadores cuando la formación de los atunes avanza en la primavera. En primer lugar los pescadores marcan un determinado lugar en el mar, que no sea excesivamente estrecho al pie de escarpadas costas, ni tampoco que esté expuesto a los vientos; el lugar debe de tener un adecuado equilibrio entre el cielo abierto y abrigados lugares…. El especialista vigía de los atunes primeramente sube a una escarpada altura, y éste calcula acerca de los ejemplares que se aproximan, de su clase y su número, de lo cual informa a sus compañeros. Acto seguido se extienden las redes que forman una especie de ciudad entre las olas. Las redes tienen sus porteros y en el interior hay puertas y recónditos lugares. Con rapidez avanzan los atunes en hileras, al modo de falanges humanas que se agrupan por tribus, siendo unos más jóvenes, otros más viejos, otros de mediana edad. En número incalculable se desparraman entre las redes en el tiempo que se considere preciso y la cantidad que admita la red.”
Las conservas se guardaban y conservaban en “latas fenicias”. Las latas del capitalismo fenicio, fueron las Tinajas.
Pues la cultura a través del Mito de Melkarth y la economía, a través de la industria del salazón, están directamente condicionadas por el “instinto migratorio del Atún”.
Claudius Aelianus en su obra, "De natural animalium", decía del Atún que podía conocer el cambio de las estaciones y los solsticios, en realidad como modernamente se ha establecido, debido a su capacidad de medir la luz mediante el aparato pineal situado en la base de su cerebro bajo una membrana transparente del cráneo que actúa como un exposímetro de fotógrafo y así sus migraciones responden en cierta medida al cambio de la intensidad de la luz en diferentes estaciones del año”.
Los atunes en cardúmenes, bancos, o grupos molares se desplazan instintivamente según la estación del año. En la estación del Verano pasan por el estrecho de Gibraltar, entre las dos columnas de Melkarth, procedentes de las costas marroquíes frente a las Canarias y Azores, para entrar en el Mar de Medos -Tyrrenos. A estos atunes que entran casi en filas perfectamente ordenadas por el estrecho de Melkarth, se les conoce como: “atunes de derecho: tienen el cuerpo lleno de grasa y las gónadas en estado de premaduración o maduración, repletas de huevas4, por lo que las salsas y salazones extraídas de ellos eran de mayor calidad y muy apreciadas en la Antigüedad. A la entrada del Estrecho se dividen en dos bancos que siguen las corrientes naturales y se dejan arrastrar por los vientos dominantes, que favorecen la llegada de elementos fáunicos procedentes del océano”
Se disponía desde la antigüedad del conocimiento de por dónde y cuando pasarían esa manada de bueyes del mar, llamados Thunos. Por eso, desde bien temprana edad, la pesca se encargó de denominar los dos tipos de migraciones atúnidas que atravesaban el estrecho: los atunes de derecho y los de revés (vuelta).
Tras el desove, los atunes, delgados, famélicos y con las gónadas en estado de postfreza (atunes de revés), retornan siguiendo las mismas rutas, volviendo a pasar por el Estrecho a partir de mediados de junio y durante el mes de julio para desperdigarse por el Atlántico norte a sus lugares de origen. En su retorno son capturados con almadrabas de revés” (La pesca, la sal y el comercio en el Círculo del Estrecho.
Los fenicios y luego los cartagineses navegaban en sus naves (las antiguas nave de Tarsis o Tharsis) cruzando todo el mediterráneo del extremo más oriental hasta el occidental, recorriendo distancias como la de Tyro hasta Gades (Cádiz), escogiendo muy bien el momento del año para realizar sus rutas marítimas. Ese momento era durante la época de primavera a verano, esperándose en las tierras donde habían atracado en verano hasta la nueva primavera (Aubet). Esto confirma el problema planteado de la navegación de largas distancias en los arcaicos fenicios, de acorde a creo yo, a los fenómenos migratorios de los atunes. Estos fenicios debieron conocer las estaciones cuando los atunes comenzaban a migrar, de acuerdo a las corrientes favorables y sus vientos (Céphiro, Akilón, etc.) e incluso los esperaban en zonas determinadas y concretas del Mediterráneo para cazarlos mediante la técnica de la Almadraba. Según esta “Teoría General de la atunicidad” los fenicios y luego los cartagineses establecieron sus colonias y principales asentamientos no en función del oro y la plata, sino cada vez más en función de los atunes y la Sal. Es necesario comentar, que lo que se llamó Vía Heraclea (de Roma a Gades) por los romanos, fue en realidad un “vía postiza”. Pues la auténtica Vía Heraclea es la vía marítima que sigue y persigue la migración del Atún, desde Gades hasta Heraclea Póntica. Estas dos ciudades, colonias fenicias a la vez, son los dos grandes puntos extremos de la ruta. Por eso, desde su importancia, voy a intentar desarrollar en profundidad esta ruta atunera y los sentidos encontrados que giran alrededor de sus centros, que parecen resonar como una única ola expandida por todo el Mediterráneo.
En función, de la pesca del atún construyeron el organigrama arquitectónico (puerto, fábrica de salazones, ciudadela) de sus ciudades, y buscaron las colonias para su asentamiento. Para ello necesitaron buscar los lugares donde además de poder cazar los atunes (en calas, ensenadas, bahías pequeñas) existiera una zona para obtener sal. Una salina, donde el agua del mar entrara en la desembocadura de un río y fuera fácilmente extraíble y manipulable en su proceso productivo. Toda esta civilización que se crea alrededor del atún y la sal se fundamenta además del motivo indicado de la navegación migratoria y las corrientes, por otra razón también de supervivencia marinera. El alimento para una tripulación que debía pasar meses en el mar, era un problema cuya solución más sencilla fue la técnica del salazón de pescado. Con ella, los marineros podían sobrevivir con víveres, durante muchos días, pudiendo alargar las travesías sin temor a quedarse sin alimento o a malvaratarse éste.
Por eso mismo, la Ruta del Atún es también la ruta del Dios Palaemon, que a la vez es el Dios Melicertes-Melkhart que a su vez es identificado con el griego Herakles-Hérkules. La historia del Mediterráneo, al menos durante ocho siglos (VIII al I adC) sería la historia de la industria del Atún que es a la vez, la historia del la Ruta de la Madre Atún, llamada Ino, Uno, Leukotea, Aphrodité o Tanis.
Aristóteles cuenta que se decía que los Fenicios, desde Cádiz, viajaban con vientos del este por cuatro días más allá de los pilares de Hércules hasta un sitio con muchas algas y donde se encontraban en extraordinaria cantidad atunes de increíble tamaño, que una vez pescados, los preservaban, los ponían en jarros y los llevaban a Cartago, donde no sólo lo consumían ya que era muy apreciado como una delicadez epicúrea, sino que de allí lo exportaban por todo el Mediterráneo.
Pero el Atún también reinó sobre el lenguaje de los cartagineses, pues Cartago fue llamado siglos después como “Túnez” (la del Thunos). Quizás la Túnez del Zenut de los kinananas, kinabrios, fue luego la Túnez del az-tun, que los griegos llamaron “Thunnos”. El atún que con su sangre inunda el agua de rojo (en la almadraba), es el animal sagrado para los phoenicios de Túnez.
“Antífanes, cita también juntas las conservas saladas del esturión de Gades, y del atún de Bizancio.
Herakles cruzó el Mediterráneo en su tinaja, y Melkarth es el Dios de las tinajas. Tinajas que recuerdan al hueca isla-roca de Melkarth, en Kalpe. Los hebreos usan la jarra que es la “kad” de boca ancha y forma cilíndrica para conservar y almacenar alimentos secos como la harina. Pero la tinaja, no es cilíndrica sino ovoide con dos asas, como el Kantharós griego, pero más radical en sus formas. Es lo que los griegos llamaron “Udría-Ydría”, la que sirve para almacenar agua fresca, como nuestro botijo. O también la "pithos" como vasija de arcilla moldeable por un principiante alfarero. Pero la tinaja, da un paso más, no es ni para conservar la harina seca, ni para mantener el agua fría, sino para guardar celosamente el aceite o Azeytun, el Azey+thunn o aceite de atún, además del aceite de oliva o aceituna. La aceituna debe su nombre al aceite de atún, que se transforma luego en jugo de aceituna (la agalla del olivo).
Hubo un pez llamado “amía”, término que en griego era usado para llamar al “bonito”. El “amía” según Plinio el Viejo, es el atún “que se percibe como crece día a día”. Sería pues, una cría atúnida a la que se ve crecer con rapidez inusitada. Si recapitulamos, el “Amya” sería un atún pequeño, como cría, que va en manada con sus progenitores y que además crece muy rápidamente. Pero quizás sea también el “atún bonito” ensangrentado en las almadrabas de pesca.
El nombre del pequeño bonito, recuerda también a la diosa Ino que  que era asimilable a Tanit, o a la diosa arcaica Maïa-Maya. Y el bonito es un pescado que también navega por las costas del mar Cantábrico. Precisamente en sus costas, aparece el nombre de una primitiva población pesquera (citada ya en el siglo I dC) llamada “Amaya-Amaia
Una completa descripción de los sistemas de pesca y sus variantes nos la ofrecen obras como las de Eliano y Opiano. Este último, especialmente importante, comenta:
"Cuatro métodos de captura en el mar han ideado los pescadores. Algunos se deleitan con los anzuelos, y de este grupo unos pescan con largas cañas a las que se han atado un sedal de crin de caballo bien tranzado, otros simplemente arrojan un torzal de lino sujeto a sus manos; y otros se recrean con linos emplomados, o con linos de los que penden muchos anzuelos.
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