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miércoles, 1 de febrero de 2012

BARIA -VILLARICOS

En el siglo VIII a.C. grupos de población procedentes de los reinos fenicios orientales, y en particular de Tiro, situados en la actual costa libanesa, comenzaron a asentarse en numerosos enclaves del Sur de la Península Ibérica, Norte de Africa, Cerdeña, Sicilia y Malta en islas muy próximas a la costa, pequeñas penínsulas y promontorios junto a desembocaduras de ríos y ensenadas.
Las causas de esta colonización fueron varias: la presión económica y militar asiria, las necesidades subsistenciales o la búsqueda de materias primas, en particular metales como la plata, el hierro y el estaño.
En el Sur de España los fenicios fundaron bastantes asentamientos entre los que las noticias de escritores griegos y romanos han conservado los nombres de las más importantes: Gadir (Cádiz), Malaka (Málaga), Sexs Almuñécar), Abdera (Adra), Baria (Villaricos), estas dos últimas situadas en la costa almeriense, mientras que no conocemos el nombre antiguo de otras importantes colonias como Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María) o Toscanos (Torre del Mar).
Por lo que respecta a la ciudad de Abdera, mencionada por autores como Estrabón, Pomponio Mela, Ptolomeo y Plinio, las excavaciones de 1986 en el Cerro de Montecristo de Adra permitieron constatar su fundación en el siglo VIII a.C. por los fenicios y localizar el área donde se situó la población de los siglos VIII-VI a.C. en la ladera Este del Cerro de Montecristo, situado en la desembocadura del río Grande de Adra, actualmente desviado de su cauce original.
El yacimiento de Villaricos (Cuevas del Almanzora) se sitúa junto a la desembocadura del río Almanzora; en la Antigüedad estaba emplazado a orillas del antiguo estuario navegable del río, hoy colmatado por siglos de aportes de sedimentos aluviales.
La identificación de la actual Villaricos con la antigua ciudad de Baria no tiene dudas al publicar Luis Siret en 1908 una inscripción romana hallada en Villaricos que mencionaba la respublica Bariense. Las excavaciones del ingeniero belga en la necrópolis y las nuevas investigaciones arqueológicas de los años 80 y 90 permiten afirmar que Baria pudo ser una fundación fenicia del siglo VII a.C.
Los establecimientos coloniales fenicios estaban destinados a explotar los recursos del entorno, en particular los agrícolas y mineros, así como a comerciar con las poblaciones autóctonas del interior. Buena parte de la población colonial estaba dedicada a actividades subsistenciales tales como la agricultura, la ganadería y la pesca, documentadas gracias a los restos óseos y las semillas halladas en los sedimentos arqueológicos. La metalurgia del hierro, desconocida en la Península Ibérica hasta la llegada de los fenicios, ha sido registrada en Adra y Villaricos por medio del hallazgo de toberas de hornos de fundición, así como por las escorias restantes después de la fundición del mineral bruto. La plata era mucho menos abundante que el hierro y se explotaba en la importante área minera del bajo Almanzora: concretamente en el Cabezo de Las Herrerías, se situaron minas de hierro y plata. El asentamiento fenicio de
Cabecico de Parra, situado escasamente a un kilómetro de las minas de Herrerías, debió estar vinculado a actividades metalúrgicas, como parecen indicar las escorias de fundición de mineral halladas en los estratos fenicios del siglo VII a.C.
Otros trabajos artesanales fueron la metalurgia del bronce y en menor cantidad, el oro y la plata,  o el marfil, que fueron finamente trabajados por orfebres fenicios: joyas de esos metales y amuletos y placas decorativas en marfil suelen registrarse en las necrópolis fenicias como testimonio de estas actividades. Una de las actividades artesanales de mayor presencia en los yacimientos fue la producción de cerámicas, fabricadas mediante el torno de alfarero, importado por los colonizadores desde Oriente.
Junto a las ánforas y urnas para el almacenaje y el transporte, los fenicios fabricaron piezas para el uso cotidiano de gran calidad. Los conjuntos cerámicos de Adra y Villaricos nos ofrecen ejemplos del repertorio tipológico fenicio occidental de los siglos VIII y VII a.C. como los abundantes fragmentos de vasos de barniz rojo, sobre todo platos, cuencos, jarras y lucernas; cerámicas decoradas con bandas de color rojo y negro, así como las ánforas. También se registran cerámicas hechas a mano de factura autóctona, destacando los vasos carenados con la superficie bruñida, o las llamadas "cerámicas grises", ejemplos tempranos de las primeras produciones cerámicas hechas a torno que conservan formas autóctonas anteriormente fabricadas a mano. En muy pequeña proporción está presente la cerámica griega importada, de la que se encontraron varios fragmentos de vasos para perfumes.
Los restos arquitectónicos documentados en las excavaciones de Adra y Villaricos muestran para este periodo de los siglos VIII y VII a.C. sistemas constructivos en terrazas sobre las que se construían casas de planta rectangular compartimentadas en varias estancias; los cimientos eran de piedra, al igual que los zócalos sobre los que se edificaban las paredes, hechas normalmente con adobes; las casas se cubrían con techumbres planas y los suelos solían ser de tierra apisonada con hoyos excavados para acomodar los postes de madera que sustentaban las cubiertas. Al interior de las casas se disponían hornos domésticos de adobe de aspecto cupular y de pequeño diámetro.
Sabemos muy poco de la organización política y de la estratificación social existente en las colonias occidentales, aunque la mayoría de los colonos fenicios serían agricultores, artesanos, pescadores y marineros. La presencia de una clase alta está atestiguada por algunas ricas tumbas de cámara construidas con sillares de piedra, o excavadas en la roca como los hipogeos de Villaricos, a los que se accedía por medio de rampas o escaleras de entrada. Algunas de ellas, como las tumbas de Almuñécar contenían ricos ajuares funerarios con objetos de adorno personal de oro y plata, cerámicas griegas importadas y vasos de alabastro egipcio.
Este yacimiento arqueológico situado, sobre una colina junto a la desembocadura del río Almanzora, corresponde a la antigua ciudad fenicia y romana de Baria, fundada por los navegantes tirios a finales del siglo VII a.C. para la explotación de las cercanas minas de plata y plomo.
El río Almanzora ha sido un eje principal de comunicación entre las altiplanicies granadinas y la Alta Andalucía, con el Mediterráneo y el Sureste peninsular, convirtiéndose desde antiguo en un enclave privilegiado del asentamiento humano, lo que motiva la presencia de diversos yacimientos en su desembocadura desde el Neolítico Final.
La zona será comenzada a excavar por el ingeniero belga Luis Siret, auténtico padre de la prehistoria almeriense, en 1890 y se prolongó hasta los años 30 del siglo actual, reanudándose posteriormente en los años setenta. En realidad en este yacimiento debemos diferenciar varias áreas perfectamente diferenciadas:
a) La fundición fenicia al Noreste.
b) La ciudad romana al Sur, hasta el borde del río Almanzora, en la zona conocida como Los Conteros, donde en el siglo pasado se hallaron inscripciones y restos constructivos de carácter monumental (fustes de columnas, capiteles, frisos...), quizás relacionados con la existencia de un templo.
c) La necrópolis al Norte de la ciudad fenicia y romana, donde Siret excavó más de 2.000 tumbas abarcando el amplio espacio cronológico del siglo VII a.C. hasta la época visigoda, aunque la mayoría son de época fenicia.
d) El área industrial de salazones de pescado, en el borde costero del Sureste, conservándose en unas condiciones tan óptimas que las piletas excavadas por Siret aún contenían restos de escamas y espinas de pescado.
La llegada de los primeros colonos fenicios obedece a la necesidad de materias primas, especialmente metales. Estas colonias requerían lugares costeros estratégicos para embarcaderos, cerca de las vías de acceso al interior y con buenas tierras para la agricultura y la ganadería.
En aquellos momentos la línea de costa estaría más al interior y el río formaba en su desembocadura un amplio estuario, de forma que Villaricos o los yacimientos cercanos de Almizaraque o Cabecico de Parra se levantaban en montículos dominando sobre el estuario navegable hasta el macizo de Las Herrerías. La colmatación del estuario por aportes fluviales será consecuencia de la desforestación, erosión y pérdida de la cobertura vegetal en las distintas cadenas montañosas flanqueando los cursos Alto y Medio del río Almanzora.
Será destacable la industria de salazones, tal como muestran las factorías y balsas extendidas por toda la costa. La materia prima más preciada era el atún, obtenido con la pesca utilizando la técnica de la almadraba: red fijada con enormes anclas manteniendo la almadraba perpendicular a la costa, lográndose así capturar bancos compactos de pescado. Los peces capturados se sacaban a la arena y se introducían directamente en un depósito para escurrirlos. En otra dependencia eran troceados y almacenados en cubas mezclados con sal.
El producto básico era el “garum”, utilizado como condimento en las comidas, producto de belleza o medicamento. La salsa se obtenía macerando los desperdicios de pescado. Otra producción era la púrpura obtenida del murex, lo que creará grandes acumulaciones de conchas de este molusco en los yacimientos. El transporte se realizaba en ánforas, por lo que es habitual que los alfares cerámicos estén asociados a las factorías.
Si Baria formaba parte del sistema colonial fenicio, desde la denominada crisis del siglo VI a.C. se convertirá en una ciudad - estado independiente con sus propias instituciones, aunque bajo la órbita política y económica de Cartago. Este apogeo económico entre los siglos V al III a.C. se refleja en la necrópolis bariense con la presencia en los ajuares de cerámicas griegas áticas y en metales preciosos, mostrando la conexión con las rutas comerciales mediterráneas. A finales del siglo III a.C. Baria acuñará sus propias monedas de bronce, aunque de escasa calidad técnica y reducida circulación.
Un típico elemento fenicio occidental es la presencia de grandes cisternas y aljibes para almacenamiento de agua de planta ovulada o rectangular, revestidos de mamposteria y enlucidos con mortero de cal para impermeabilizar la construcción.
La llegada romana a Hispania en el 218 a.C. con la Segunda Guerra Púnica motiva un cierto declive para Baria, situada en el 209 a.C. por Publio Cornelio Escipión por integrarse en el banco cartaginés y destruida en parte.
En época romana la ciudad se traslada hacia el Oeste y a finales del siglo I obtuvo el estatuto municipal. En época tardorromana y bajo dominio bizantino del Sur peninsular Baria mantuvo su carácter urbano pero replegada a una fortaleza en lo alto del cerro de Montroy. Será abandonada en la época medieval pues no se ha dotado una ocupación musulmana, excepto una atalaya ocupada en los siglos XIII y XIV.
Este hábitat de Baria reducido al cerro de Montroy, paralelo a la instalación de la Vera antigua en el cerro del Espíritu Santo, nos habla de la inseguridad de la costa desde la época bajoimperial y el abandono de las factorías de salazones y el entramado comercial mediterráneo. El panorama será de retroceso económico y ruralización de la sociedad.
 NECROPÓLIS.
 En la zona funeraria presenta tumbas muy  variadas, pero destacando los hipogeos como enterramiento más espectacular, en un número de unos 50, con una estructura presentando un dromos o rampa de acceso a cielo abierto y una cámara sepulcral cuadrangular o rectangular de grandes dimensiones. Muchas fueron ya saqueadas en la antigüedad y otras reutilizadas.
Pero la variedad de tumbas se revela en una clasificación en diez tipos variando según la tipología constructiva y el ritual funerario utilizado. Así podemos hablar de sepulturas de incineración en fosa cuadrangular, de inhumación con sarcófagos de madera, de inhumación simples o con escalones interiores, de incineración en urnas...
El ajuar será un elemento básico para delimitar el nivel social del muerto, encontrándose cáscaras de huevos de avestruz  con decoración pintada, elemento de joyería de oro y plata, cuentas de collar, anillos, amuletos, lucernas, ánforas, ungüentarios...
Este yacimiento destaca por su amplia secuencia cronológica, con unos orígenes que se remontan a la Edad del Cobre y un hábitat que perdura hasta época altomedieval. Se conoce esencialmente como uno de los yacimientos clave en el estudio de la colonización fenicia en la Península ibérica, identificándose con Baria, cuya fundación data del siglo VIII a.C., centrándose en la explotación de los recursos agrícolas y mineros del Bajo Almanzora. Posteriormente se encuentra inmersa dentro de la órbita de Cartago, encontrándose alineada contra Roma y, en parte, tras el asedio de Publio Cornelio Escisión. Una vez incorporada al mundo romano y, en concreto, a partir del siglo I a.C., la población se traslada junto al río Almanzora, mientras que la zona industrial se ubica en la zona costera. Por último el doblamiento se reduce y se vuelve a trasladar hacia el norte.
La zona arqueológica de Villaricos conforma un yacimiento muy complejo donde hay que distinguir diferentes núcleos.
En primer lugar, la antigua fundación fenicia y púnica ubicada en el sector noreste, que en la actualidad se halla, en parte, bajo el núcleo urbano de Villaricos. Por otro lado la ciudad romana que se extiende desde el borde suroccidental de las edificaciones precedentes, en dirección al río  Almanzora, fundamental para explicar el proceso de romanización en la Bética.  En esta zona se ha documentado material arqueológico de gran relevancia por la información que ha proporcionado, destacando las numerosas inscripciones públicas junto a elementos constructivos de carácter monumental.
El área de necrópolis se ha detectado al norte de los asentamientos fenicios y púnicos, contando con una amplia extensión espacial y cronológica, dado que las tumbas más antiguas se remontan al siglo VII a.C. y continúa este uso hasta época tardorromana y visigoda, adscribiéndose en principio la mayoría de estos enterramientos al período púnico, según las investigaciones realizadas.  Se han registrado tumbas con ajuares muy ricos en cerámicas griegas áticas y metales preciosos, datados entre los siglos V y III a.C. que muestran el período de apogeo que experimentó la ciudad en estos momentos.
Otra área claramente diferenciada, que se conserva casi intacta, es la zona industrial dedicada a la factoría de salazones de pescado, actividad muy importante y que se desarrollaba en el borde costero.  Los estudios indican que estuvo en funcionamiento desde finales del siglo I a.C. hasta el siglo IV d.C.

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