La
Albufera de Elche o llamada también Albufera de Guardamar, es uno de los espacios húmedos más importantes
de la Comunidad Valenciana, situada al S de la provincia de Alicante y por
tanto enclavada en la Contestanía de los Íberos. Veamos sobre estas líneas a
los habitantes antiguos que vivían en la Albufera de Elche.
Desde el punto de vista geológico se
localiza en la Depresión de Elche, dentro de la Cuenca del Bajo Segura, y ocupa
parte del sinclinal limitado por los anticlinales que constituyen la Sierra de
Santa Pola y la Sierra del Molar.(Guardamar el Segura, Bajo Segura, abanico del
Vinalopó, costa de la Serra del Molar) antes de la retirada del mar de las
costas.
El alejamiento posterior de la línea de
costa supone en el Bajo Segura la desaparición de la laguna y la instalación de
una llanura de inundación con zonas palustres y lagunares de carácter
dulceacuícola.
La Fonteta es uno de los más importantes
enclaves arqueológicos de todo el levante peninsular.
En realidad lo componen dos yacimientos. El
más antiguo es la ciudad fenicia, sobre la que se superpone una rábita
islámica.
Ambos yacimientos se han conservado
óptimamente al ser cubiertos por el avance de las dunas, ahora fijadas por la
repoblación forestal.
Ciudades como La Fonteta (Guardamar), en la
costa, que ha mantenido durante toda su historia su privilegiado papel de
puerto de mar y punto de salida para el comercio de los productos de su
hinterland, y destacadamente los arrancados a los ricos campos de toda la Vega
del Segura.
La Fonteta generalizó diferentes productos, principalmente cerámicas
torneadas, en el hinterland de la Vega Baja del Segura y del Bajo Vinalopó,
mientras que los artesanos fenicios instalados en Peña Negra suscitaron una
destacada producción alfarera cuyas piezas sirvieron para abastecer a otros
yacimientos más interiores, como El Monastil (Poveda, 2000).
La concentración de necrópolis y
poblados ibéricos antiguos (El Oral, La Escuera, El Molar, El Cabezo Lucero) en
el tramo final del río Segura, no es mera coincidencia. Representa la
constatación de la importancia de este foco de orientalización que generó la
iberización del fondo poblacional muy mixtificado del Hierro Antiguo de la
zona.
Claro está que estaban tanto estos, como
Peña Negra, de carácter fenicio y griego,
los Saladares y La Fonteta, de carácter fenício en Plena Albufera de
Elche que se extendía a esas zonas, es
decir a la desembocadura del Segura.
En los
centros coloniales fenicios andaluces y en La Fonteta la metalurgia del hierro
se daría desde momentos cercanos a su fundación.
Desde allí los conocimientos técnicos
relacionados con el trabajo del hierro irradiarían hacia los poblados
indígenas.
Los resortes utilizados por los
comerciantes extranjeros en la explotación de los recursos minerales del Sureste,
más ricos en el área murciana que en la alicantina, están estrechamente
vinculados con el proceso de aculturación suscitado en el mundo indígena, cuyo
mejor exponente es el mestizaje cultural detectado en Peña Negra.
Los artesanos fenicios, locales o
itinerantes, ofrecieron productos de lujo a las aristocracias indígenas, como
la diadema de Crevillente, joya áurea con decoración repujada, influída por los
gustos de la orfebrería etrusca.
El puerto comercial fenicio de La
Fonteta sería el encargado de redistribuir por el Sureste multitud de productos
mediterráneos, en muchos casos procedentes de las colonias fenicias andaluzas.
Mantenía además una rápida y fácil conexión con los enclaves fenicios de la
isla de Ibiza, hecho constatado por los significativos hallazgos anfóricos y de
otros elementos ibicencos realizados en las costas alicantinas desde las zonas
de Jávea y Denia hasta el área del Bajo Segura.
La influencia cultural de la colonia de
La Fonteta sobre las poblaciones indígenas de la antigua albufera del Segura
sería determinante en la aceleración y cambio de sus procesos de
estratificación social e intensificación productiva.
Tanto La Fonteta como los colonos fenicios
asentados en Peña Negra desarrollarían una febril actividad comercial en el
marco de una próspera explotación agropecuaria y metalúrgica del entorno,
realizada a través de los intermediarios indígenas.
La
influencia fenicia experimentada por los yacimientos de Peña Negra y Los
Saladares se aprecia también en la aparición de nuevos tipos de viviendas desde
el siglo IX a.C.
A
cambio de productos de procedencia oriental, como orfebrería, exvotos
religiosos, cerámica de lujo, productos metalúrgicos, etc., los fenicios
obtenían minerales (bronce, hierro, etc.) y productos agrícolas, como aceite y
vino con los que luego comerciaban por todo el Mediterráneo.
Esta gran ciudadela con al menos diez
hectáreas de extensión y una población estimada entre 2.000 y 4.000 personas,
se convirtió en aquel entonces en un verdadero emporio que ejerció su
influencia sobre las comunidades indígenas del Bajo Segura, lo que hace situar
a la Fonteta como uno de los más importantes focos que llevaron a evolucionar a
estos pueblos hacia la cultura íbera, resultado de la fusión de las tradiciones
del Bronce con las influencias orientalizantes.
El río Teodoro, (actual Segura) cerca del cual estuvo la
ciudad de Herna, es para Avieno el antiguo límite de los tartesios.
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