domingo, 29 de enero de 2012

HERNA

La ciudad antigua de Herna citada en los textos de Avieno, según algunos historiadores modernos correspondería a la Peña Negra en la Sierra de Crevillente, según las últimas investigaciones realizadas últimamente en dicho yacimiento.
Algunos historiadores nos dicen que  la ciudad de Herna en vez de corresponder a Peña Negra en Crevillente (Alicante) y cerca de Guardamar del Segura y de Illici, como sabemos, viene situada en el yacimiento que actualmente conocemos como la Fonteta en Guardamar del Segura en Alicante.
Sea cual fuere  su enclave o la situación, la ciudad de Herna, sabemos que ya existía en tiempos de los fenicios y antes que llegasen los romanos.
La pronta presencia fenicia de los fenicios en Peña Negra llevaría, en el paso del siglo VIII al VII, a la instalación de una pequeña factoría exótica dedicada a la elaboracion de cerámicas, principalmente en los sectores 7 y 8 de la gran ciudad orientalizante que, en 1983, se identificó con la Herna de la Ora Maritima, un floreciente centro de mercado en donde confluían variadas rutas comerciales y encrucijada de gentes y productos variopintos.
El foco metalúrgico de tipología atlántica de Peña Negra I actuó de reclamo directo para la llegada -si es que no se desarrolló como respuesta a su presencia- de gentes orientales que se beneficiaron de la producción metalúrgica de la Sierra de Crevillente, a un tiro de piedra de la desembocadura del Segura.
La civilización que llamamos Ibérica no pudo surgir de la nada en un tiempo breve, hubo de haber una larga etapa de contactos en un periodo largo. En la primera etapa de contactos, el motor del cambio cultural fue la influencia fenicia. Desde Agadir ( Cádiz ) hasta Villaricos, con algún otro punto de contacto en Los Saladares ( Orihuela ), La Peña Negra ( Crevillent ) o Vinarragell ( Borriana ) a partir del siglo VIII, sino es antes en Andalucía, hay presencia fenicia que acarrea multitud de objetos que van poco a poco a las gentes del Bronce Final de Andalucía a nuevas tecnologías y a modelos diferentes para multitud de utensilios.
Con la presencia de los dos centros orientalizantes, tartesizantes, de Los Saladares y la Peña Negra, que acaban en el siglo IV en poblados ibéricos, han tenido mucho papel en la iberización de lo que hoy llamamos Murcia y Alicante. En las costas alicantinas los yacimientos ibéricos que encontramos, no presentan objetos anteriores al siglo V a.c.
 La Illeta dels Banyets se trata de un emporion, un lugar de intercambio de productos que se llevaba a cabo protegido por la presencia de los dioses. Lugares semejantes han sido postulados a lo largo y ancho del Mediterráneo, y nada impide suponer que éste fuera el papel desempeñado por el yacimiento de El Campello, ya que la evidencia es paladina.
La intensidad de la impronta tartésica se empezó a comprobar hace algunos años en los yacimientos dela Peña Negra de y otros. Las cerámicas con decoración bruñida, los vasos carenados y demás signos materiales del Bronce final tartésico se hacen comunes en los yacimientos que, seguidos de una etapa orientalizante, constituyen la base estructural de la plena cultura ibérica.
La investigación arqueológica ha venido, una vez más, a confirmar aspectos de la realidad cultural que sugerían las fuentes literarias. En la problemática "Ora Marítima" de Avieno se sitúa el límite de los tartesios en las inmediaciones de la desembocadura del río Sicano (el Júcar), por donde se hallaba una ciudad limítrofe, Herna, que ha de identificarse con alguno de los centros de la zona alicantina.
Con estos precedentes, lo que suele entenderse por culturas ibéricas clásicas, se manifiestan ya con plenitud desde fechas que la investigación más reciente ha ido remontando a tiempos más antiguos de lo que hasta no hace mucho se pensaba. Ya en el siglo VI a. C., rasgos principales de la cultura ibérica aparecen perfectamente definidos, y sus centros más activos estarán en condiciones de ofrecer muy pronto algunas de las más vigorosas creaciones de toda la historia de la cultura ibérica, entre ellas su mejor escultura.
En Peña negra aparece un tipo de platillos de ala horizontal rectilínea y carena externa correspondiente a la Fase II de PN.
La etapa orientalizante  de esta población de Herna o PN, se data cronológicamente desde el siglo 675 a C. Al 536 a C, de la cual han aparecido varios tipos de ánforas de elaboración local en un número considerable.
Un plato de borde reentrante de pasta gris, que ha sido hallado en una de las  excavaciónes, también se fecha en la fase Peña Negra I, no obstante es un plato muy abundante en todos los yacimientos del Bronce Final y en la gran mayoría de las factorías fenicias de la Península Ibérica.
De la fase I de Peña Negra se recogió una vasija  de cuerpo troncocónico con carena en el tercio superior, generalmente redondeada y con un corto borde recto o vertical marcado.
 En la necrópolis asociada a Peña Negra, “Les moreres” se encontró un vaso con el fondo ligeramente cóncavo.
 En Peña Negra parecieron también vasos de borde ligeramente exvasado.
Se encuentra  un fragmento de un vaso de dos mamelones perforados ligeramente en la carena.
 Varios fragmentos como el anteriormente citado proceden de viviendas angulares, que en algunos casos se superponen a otras de planta circular, o de un vertedero asociado a las primeras, con abundantes restos metalúgicos.
 Según los hallazgos, la habitación del poblado se fecha en torno a la segunda mitad del siglo VIII a C.
 De estas fechas es también un horno metalúrgico aquí encontrado, que algunos investigadores  o arqueólogos nos dicen que es de época más tardía, a la primera datación del poblado.
 Aparecen cuencos en cerámica gris de borde reentrante, propios de las necrópolis fenicias de la época, donde es de una forma bien difundida y con larga perduración.
 Existe también un  tipo de urnas de cerámica gris a torno y con un largo cuello vertical con hombro marcado.
 En la necrópolis de les “Moreres” aparecen urnas de incineración de cuello cilíndrico.
   De carácter orientalizante son dos fíbulas de codo y de doble resorte, un tipo que se viene fechando entre los siglos XI y IX a. C. y se encuentra un paralelismo con las de Ronda la Vieja en Málaga, es decir, la antigua fundación fenicia de Acinipo.
   Fragmentos correspondientes a grandes ollas o recipientes a torno, con el borde saliente,  con la pasta color anaranjado, cuarzo, cal y dióxido de hierro como  material desgrasante, llevan en el exterior un engobe amarillento, y podemos decir que son parte de la cerámica procedente de Cartago. Estos recipientes presentan una orejeta con perforación vertical, sobre una característica carena, y se describen como vasos cortados con asas y orejetas.
  Los ejemplares de este tipo datados en la segunda mitad del siglo VI a C. constituían los precedentes para  las urnas de orejetas ibéricas, los cuales copiarán los indígenas en cada uno de sus poblados o talleres.
 González Prats cuando analiza la metalurgia de Peña Negra y otros aspectos de la cultura material, señala la existencia de relaciones comerciales y culturales entre la Meseta Norte y el Sureste por el borde oriental de ambas  mesetas aprovechando una antigua ruta ganadera, en la que los pastores conducían sus rebaños.
 La cerámica más característica del mundo fenico y de todos los cananeos, como es la vajilla de engobe y barniz rojo, nos viene muy bien representada en el yacimiento crevillentino.