A Orillas del Genil en plena campiña sevillano cordobesa nos encontramos
con este yacimiento pre-romano de carácter fenicio u orientalizante.
A través del Guadalquivir y por el río
Genil llegaban las barcazas para comerciar con todos los habitantes de la zona.
Su zona de influencia llegaba a Puente
Genil, Lucena, Aguilar de la Frontera, Samadla, Herrera, Estepa, Casariche,
Marinaleda y El Rubio; es decir, en la zona en que se completa la red arterial
del curso medio del Genil.
Este es uno de los yacimientos de tipo
fenicio-tartésicos de carácter orientalizante, donde se daban sitio diferentes clases de gentes fenicios,
chipriotas íberos, tartessios y griegos, gasta incluso podría darse el caso de
que hubiese habido hasta asirios, en resumen, gente del próximo oriente.
El valle medio del Genil queda incluido en el
área de influencia tartéssica y en su heredera, la cultura turdetana.
Será en
Lucena donde hay gran concentración de población judía llegados con las
migraciones cananeas.
Sobre la etimología de Ipagrum (Aguilar de la
frontera) existen diferentes versiones.
Para unos, Ipagrum significaría "campo
alto", mientras que otros opinan que el origen es turdetano-griego,
proviniendo el nombre del griego hippos, esto es, caballo. Actualmente existe
en el término de Aguilar un lugar denominado Llano de los Caballos.
Sus relaciones comerciales nos vienen dadas
por la riqueza de estas tierras en olivares y vides, es decir que tanto el
aceite como el vino eran comecializados en esta zona.
La
gran riqueza mineral del sitio,
podemos decir que hay una gran variedad de hulla, níquel, arcilla, sal gema,
barita, casiterita (mineral del cual se extraía el estaño), cuarzo, caliza
marmórea, hierro, dolomía, yeso,roca ornamental, pinta de cobre, plomo, zinc, plata y oro, es lo que hizo que llegasen los
colonizadores fenicios y demás antiguos pobladores a esta zona.
De esta época datan importantes yacimientos
como los Castellares, Las Gaseosas o la Villeta de las Mestas. Testigos
materiales de la presencia de estos pueblos en la zona se encuentran en el
museo arqueológico municipal como cerámica bruñida, algunos fragmentos
cerámicos con decoración incisa, objetos de metal como fíbulas colgantes o
puntas de flecha, y cerámica corintia del siglo IV a.C. Otro testimonio de la
presencia ibérica son las diversas esculturas zoomorfas en caliza, relacionadas
con el mundo funerario.
En esta zona se han encontrado diferentes
fragmentos de cerámicas a fabricadas a
torno de fácies ibérica o iberorromana, algunas muestras de manufacturas
modeladas características de un horizonte de Bronce final.
Se han hallado también algunos ejemplares
polícromos y una cierta representación de la especie gris monocroma.
En algunos casos son visibles algunos
restos de elementos constructivos, como viviendas y murallas.
Se halló un edificio con objetos del periodo
orientalizante además de un gran depósito de cerámicas.
Posiblemente fuera un santuario y junto a él
se encontró un pozo o favissa.
La favissa era un pozo rectangular del que
disponían la mayoría de los santuarios ibéricos en el que se dejan los
donativos o exvotos sobrantes, tras su utilización o exposición ritual en el
cual pueden haber objetos de diferentes materiales y de diversas clases como
cerámica, timaterios, exvotos y cualquier otro utensilio que en aquel momento
se les ocurriera.
Luis Alberto López Palomo nos dice que los
materiales hallados pueden encuadrarse aproximadamente en un horizonte de
colonización, dentro del epígrafe de lo tartéssico.
En varias excavaciones se han encontrados
diversos materiales, así, se hallaron varias puntas de flecha
de bronce con una nervadura longitudinal por ambas caras.
Pertenece al tipo El carambolo y a los
ambientes genuinamente tartéssicos del Valle del Guadalquivir.
Se halló unas láminas de bronce de forma
cuadrada con dos salientes, que podían haber
formado parte de un broche de cinturón, fechables en el siglo VIII a. C.
Junto con las cerámicas modeladas del estrato
en que apareció este objeto se documentaron algunos testimonios de indudable
procedencia colonial mediterránea que probablemente fueron acarreados al Valle
del Guadalquivir en fecha temprana (s. VIII a. C.).
Parece ser que en ALHONOZ hubo varios talleres
dedicados a la producción cerámica, testimoniado por las más de seiscientas
piezas intactas, con una interesantísima diversificación tipológica, en muy
escasa superficie de excavación, que constituyen un hallazgo sensacional y poco
frecuente.
Se halló también la parte baja de un Thymaterion de bronce de tipo chirpiota
siendo un producto de importación de los ambientes fenicios de la costa en una
fecha bastante anterior a su deposición en el lugar de hallazgo, encuadrable a
partir de finales del siglo V a. C..
La vinculación tipológica del thymaterion
de Alhonoz con los ambientes fenicios del Mediterráneo oriental, y más
concretamente con Chipre, son indicio del horizonte de coloniación en que nos
movemos y refuerzan la tesis de que la colonización fenicia fue más bien una
colonización de comerciantes de Chipre.
Se halló también un antifaz Minerva de
plata en la que se aprecian sus características formales básicas y sus
atributos y presenta un idéntico problema de cronología, de acuerdo con su contexto
arqueológico y puede tratarse de algún objeto ritual que reproduzca los ojos de
la diosa Astarté de una tradición
oriental milenaria.
En todos los bronces y giguras tartéssicos
con representaciones humanas las similitudes son grandes o muy parecidas.
Se encontró también una hebilla de bronce,
varias fíbulas del tipo El
Carambolo.
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