viernes, 10 de marzo de 2017

HINTERLAND DE ALHONOZ



     A Orillas del Genil en plena campiña sevillano cordobesa nos encontramos con este yacimiento pre-romano de carácter fenicio u orientalizante.
     A través del Guadalquivir y por el río Genil llegaban las barcazas para comerciar con todos  los habitantes de la zona.
  Su zona de influencia llegaba a Puente Genil, Lucena, Aguilar de la Frontera, Samadla, Herrera, Estepa, Casariche, Marinaleda y El Rubio; es decir, en la zona en que se completa la red arterial del curso medio del Genil.
 Este es uno de los yacimientos de tipo fenicio-tartésicos de carácter orientalizante, donde se daban sitio  diferentes clases de gentes fenicios, chipriotas íberos, tartessios y griegos, gasta incluso podría darse el caso de que hubiese habido hasta asirios, en resumen, gente del  próximo oriente.
 El valle medio del Genil queda incluido en el área de influencia tartéssica y en su heredera, la cultura turdetana.
 Será en  Lucena donde hay gran concentración de población judía llegados con las migraciones cananeas.
 Sobre la etimología de Ipagrum (Aguilar de la frontera) existen diferentes versiones.
   Para unos, Ipagrum significaría "campo alto", mientras que otros opinan que el origen es turdetano-griego, proviniendo el nombre del griego hippos, esto es, caballo. Actualmente existe en el término de Aguilar un lugar denominado Llano de los Caballos.
  Sus relaciones comerciales nos vienen dadas por la riqueza de estas tierras en olivares y vides, es decir que tanto el aceite como el vino eran comecializados en esta zona.
  La  gran riqueza  mineral del sitio, podemos decir que hay una gran variedad de hulla, níquel, arcilla, sal gema, barita, casiterita (mineral del cual se extraía el estaño), cuarzo, caliza marmórea, hierro, dolomía, yeso,roca ornamental, pinta de cobre, plomo, zinc, plata y oro,  es lo que hizo que llegasen los colonizadores fenicios y demás antiguos pobladores a esta zona.
  De esta época datan importantes yacimientos como los Castellares, Las Gaseosas o la Villeta de las Mestas. Testigos materiales de la presencia de estos pueblos en la zona se encuentran en el museo arqueológico municipal como cerámica bruñida, algunos fragmentos cerámicos con decoración incisa, objetos de metal como fíbulas colgantes o puntas de flecha, y cerámica corintia del siglo IV a.C. Otro testimonio de la presencia ibérica son las diversas esculturas zoomorfas en caliza, relacionadas con el mundo funerario.
   En esta zona se han encontrado diferentes fragmentos de cerámicas a  fabricadas a torno de fácies ibérica o iberorromana, algunas muestras de manufacturas modeladas características de un horizonte de Bronce final.
  Se han hallado también algunos ejemplares polícromos y una cierta representación de la especie gris monocroma.
   En algunos casos son visibles algunos restos de elementos constructivos, como viviendas y murallas.
 Se halló un edificio con objetos del periodo orientalizante además de un gran depósito de cerámicas.
 Posiblemente fuera un santuario y junto a él se encontró un pozo o favissa.
  La favissa era un pozo rectangular del que disponían la mayoría de los santuarios ibéricos en el que se dejan los donativos o exvotos sobrantes, tras su utilización o exposición ritual en el cual pueden haber objetos de diferentes materiales y de diversas clases como cerámica, timaterios, exvotos y cualquier otro utensilio que en aquel momento se les ocurriera.
   Luis Alberto López Palomo nos dice que los materiales hallados pueden encuadrarse aproximadamente en un horizonte de colonización, dentro del epígrafe de lo tartéssico.
  En varias excavaciones se han encontrados diversos materiales, así, se hallaron varias puntas de  flecha  de bronce con una nervadura longitudinal por ambas caras.
   Pertenece al tipo El carambolo y a los ambientes genuinamente tartéssicos del Valle del Guadalquivir.
      Se halló unas láminas de bronce de forma cuadrada con dos salientes, que podían haber  formado parte de un broche de cinturón, fechables en el siglo VIII a. C.
 Junto con las cerámicas modeladas del estrato en que apareció este objeto se documentaron algunos testimonios de indudable procedencia colonial mediterránea que probablemente fueron acarreados al Valle del Guadalquivir en fecha temprana (s. VIII a. C.). 
 Parece ser que en ALHONOZ hubo varios talleres dedicados a la producción cerámica, testimoniado por las más de seiscientas piezas intactas, con una interesantísima diversificación tipológica, en muy escasa superficie de excavación, que constituyen un hallazgo sensacional y poco frecuente.
 Se halló también  la parte baja de un Thymaterion de bronce de tipo chirpiota siendo un producto de importación de los ambientes fenicios de la costa en una fecha bastante anterior a su deposición en el lugar de hallazgo, encuadrable a partir de finales del siglo V a. C..
    La vinculación tipológica del thymaterion de Alhonoz con los ambientes fenicios del Mediterráneo oriental, y más concretamente con Chipre, son indicio del horizonte de coloniación en que nos movemos y refuerzan la tesis de que la colonización fenicia fue más bien una colonización de comerciantes de Chipre.
   Se halló también un antifaz Minerva de plata en la que se aprecian sus características formales básicas y sus atributos y presenta un idéntico problema de cronología, de acuerdo con su contexto arqueológico y puede tratarse de algún objeto ritual que reproduzca los ojos de la diosa Astarté  de una tradición oriental milenaria.
   En todos los bronces y giguras tartéssicos con representaciones humanas las similitudes son grandes o muy parecidas.
  Se encontró también una hebilla de bronce, varias fíbulas del tipo   El Carambolo. 

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