Necrópolis fenicia situada en la Vega de Málaga en el
Valle del Guadalhorce, a unos escaso kilómetros de la necrópolis del Cerro del
Villar, en la que se han encontrado varias urnas o vasos de alabastro de carácter egipcio, de los que solo se
conserva uno en la actualidad. Tienen su paralelismo en las necrópolis de
Trayamar, Almuñecar y Lagos.
Cronológicamente vemos que se
trata de un cementerio del siglo VIII al VI a de C.
La existencia de una tumba de cámara fenicia en la vega del
Guadalhorce (cf. Almagro Gorbea 1782: 251) precisaría de una confirmación más
rigurosa, para no dar lugar a algunas afirmaciones un tanto temerarias, como
las que aseguran la presencia en la zona de una necrópolis de tumbas de cámara
al estilo de la de Trayamar.
Entre los
hallazgos más importantes cabe destacar
cinco ánforas, un pithos de cuatro asas, dos ánforas en forma de alabastrón,
una urna globular con engobe rojo y pintada, una urna de tipi
"Cruz del Negro", un jarro de boca de seta, dos jarros de boca
trilobulada y una lucerna de dos mechas.
Se han descubierto a unos setecientos pasos
del mar unas vasijas grandes con restos humanos calcinados, que se presentaban
agrupadas cada una con otras dos más pequeñas, de distancia en distancia,
formando una especie de cementerio.
En cualquier caso, se trata de un conjunto bastante
heterogéneo de cerámicas, cuyas pastas y tratamiento son análogas a las de las
cerámicas fenicias del Cerro del Villar. Tanto las arcillas como el tipo de
desgrasante y las formas apuntan, por otra parte, a la producción
característica del Guadalhorce en un momento avanzado de la época fenicia.
Las
cerámicas del Cortijo de Montañez corresponden a múltiples formas, todas ellas
pertenecientes al grupo de la cerámica fenicia. Difieren de ésta en algunos
detalles y ofrecen unas morfologias poco comunes que, en algún caso, reflejan
relaciones con el hinterland tartésico. La mayor parte de 10s paralelos
cronológicos se inscribe a finales del siglo VI1 y en el siglo VI. En lo que
concierne al aspecto "provincial" de los hallazgos, hay que advertir
que apenas se conocen formas enteras de ánforas del siglo VI, por lo que cabe la posibilidad que las
formas normales parezcan tipos poco comunes.
De acuerdo con los paralelos mencionados de
Trayamar, Cruz del Negro, Huelva y Rachgoun, todos los recipientes de gran
tamaño pudieron haber servido de contenedores cinerarios, si bien, y a
excepción del jarro y la lucerna, estos apenas proporcionan indicios acerca del
contenido y ajuares funerarios de estas sepulturas. Por lo demás, resulta
imposible verificar entre estos materiales la noticia de Rodríguez de Berlanga,
según la cual las sepulturas de Montañez estuvieron formadas por dos
recipientes apoyados sobre un ánfora cineraria central.
En líneas generales, puede decirse que, tanto algunas formas
como el pithos, como el tratamiento de superficie -engobe rojo muy
compacto y decoración de líneas pintadas de calidad- que caracteriza a estas
cerámicas, son idénticos a los que encontramos en la cerámica de finales del
siglo VII y principios del VI en el asentamiento fenicio del Cerro del Villar.
En cuanto a la cronología, todos los materiales
apuntan al siglo VI para la datación del conjunto de cerámicas del Cortijo de
Montañez. El jarro de boca de seta y la lucerna constituyen claros elementos
del ajuar funerario de las necrópolis fenicias. En cuanto al jarro y a las
ánforas n. 8 y 9, si bien recuerdan formas arcaicas del siglo VIII,
corresponden claramente a tipos de finales del siglo Vi1 y principios del Vi, una
época que se caracteriza en la morfología de la cerámica fenicia por la
reaparición de formas arcaicas. La lucerna confirmaría esta cronología, ya que,
en la necrópolis Jardín, la lucerna todavía constituye un elemento del ajuar
funerario en el siglo VI a.C.