domingo, 29 de enero de 2012

ABDERA

Asentamiento fenicio fundado en el s.VIII a.C. emplazada en el cerro de Montecristo. Dedicada a los salazones, la agricultura y el plomo de la sierra de Gádor. Tras pagar indemnizaciones por alinearse con el bando cartaginés, la ruptura por los romanos de los pactos provocó su sublevación junto con otras ciudades. Roma envió a Catón en el 195 a.C. Acuñó ases, semises y cuadrantes.
La existencia de Abdera en la antigüedad así como su fundación de origen fenicio está recogida en muchos autores clásicos. La cita más antigua sobre Abdera nos llega como un periplo escrito a finales del s. VI a. C. y que no se conserva en su original, sino por medio de la obra del romano Rufo Festo Avieno “Ora Marítima”, que es una obra literaria del siglo IV d. C. Avieno cita a Abdera en su libro como una fundación fenicia, tras consultar los escritos de varios autores anteriores que la visitaron entre los siglos V y II a. C.

La primera cita donde aparece Abdera, en una obra de un autor conocido se halla en la obra de Artemidoro de Efeso. Este griego escribió su obra hacia el 100 a. C. Esta es un viaje que describe la costa en dirección Este, ha llegado por medio de fragmentos de obras de otros autores como Estrabón.

Estrabón, nacido en Capadocia (actual Turquía) hacia el 65 a. C. Escribió un extenso libro llamado “Geografía”. Su libro III es el que se ocupa de la Península Ibérica y sus islas y en él relata que “Abdera, también ella fundación fenicia” es una de las principales poblaciones de la costa sur: “Después viene Abdera, también fundación fenicia. Por encima de estos parajes, en la montaña, se exhibe una ciudad llamada Odysseia y, en esta ciudad, el santuario de Atenea...” Estrabón vincula el santuario a Abdera, por donde salía el metal procedente de la Alta Andalucía, una vez abandonada la ruta que seguía el Guadalquivir.

Pomponio Mela, posterior a Estrabón, de origen hispano pues nació en Tingetera cerca del Estrecho de Gibraltar nombra en su libro “De Chorographia” a Abdera junto con otras ciudades costeras. Esta obra fue escrita a mediados del siglo I d. C.
C. Plinio, coetáneo de Mela, del siglo I d.C. escribe hacia el año 70 su “Naturalis Historiae” se refiere en su libro III a la ciudad de Abdera.

La siguiente fuente donde aparece la ciudad es en la obra de Claudio Ptolomeo (178 d. C.) que vivió en Alejandría (Egipto). Escritos, científico y astrónomo, escribió una “Guía Geográfica” compuesta de ocho libros, siendo el tomo II donde hace la referencia de Abdera, que aparece como “Abdara” y localiza su posición y coordenadas y la sitúa dentro de la etnia de los Bástulos o Cartagineses.
Atheneo de Naucratis (170-.230 d.C. en el siglo III) escribe el libro “Deipnosophistae”, con una curiosa manera de explicar a un amigo por medio de un banquete las comidas, pescados y vinos de las regiones. En esta obra el autor ensalza a los mújoles de Abdera “y similares a éstos son los Sinopic y cuando se echan en salmuera son sanos”. La procedencia de Egipto del autor puede dar una idea de la influencia de los salazones de Abdera en ese momento.
Una fuente algo imprecisa sobre Abdera es el acta del Primer Concilio de Sevilla en el año 590, donde aparece la firma del obispo Pedro de Abdera.
Esteban de Bizancio en el siglo VII d. C. recoge en su libro “Ethnika” una cita de Artemidoro de Efeso, en el que señala que “Abdera: hay dos ciudades con este nombre. La segunda es la de Iberia cerca de Gades, como cuenta Artemidoro en el segundo libro de su descripción geográfica. El ciudadano allí se llama Abderita”.
En el siglo VII d. C. también la obra del Anónimo de Rávena cita a Abdera como ciudad que integra la vía costera entre Malaca y Cartago Nova, parte de la antigua vía Heraklea.

Abdera tiene tambíen la particularidad de ser un nombre que comparten desde antiguo dos ciudades:la nuestra y la que fundan en la Tracia griega el pueblo de los Klazomenios procedente de la actual Turquía, que sería la patria de filósofos como Demócrito y Protágoras.
La leyenda del topónimo Cbdrt (Abderat) coincide con un teofórico relacionado con el nombre de Abderos, con el significado de amante de Melkart. Otros interpretan el nombre como sierva de Melkart.

La mitología griega recoge de dónde procede el nombre de Abdera y la fundación de la ciudad Tracia del mismo nombre. En el octavo trabajo de Hércules, es requerido para llevar a Micenas las yeguas del Tracio Diómedes. Diómedes poseía unas yeguas tan salvajes que tenían que tenerlas atadas en pesebres de hierro con cadenas del mismo metal. Se alimentaban de la carne de los extranjeros que tenían la desgracia de llegar a sus costas.

Hércules prendió al inhumano monarca y los echó a sus propias yeguas que se lo comieron. Hércules tuvo que ausentarse y dejó a su lugarteniente Abdero, hijo de Hermes, al cuidado de las yeguas. Pero en ausencia de Hércules las yeguas volvieron a tener ansias de comer carne humana. Cuando Hércules regresó Abdero había sido muerto por las bestias.

En su honor y recuerdo Hércules fundó la ciudad a la que llamó Abdera. Consiguió reducir a las yeguas y las llevó al rey de Micenas Euristeo, el cual las consagró a la diosa Hera (diosa madre esposa de Zeus).

La raíz “abd” significa adepto o siervo en los idiomas más antiguos, lo que justificaría la existencia en Abdera de un culto primitivo a esa diosa.
Los topónimos alpujarreños próximos a Adra, también recogen la existencia de yeguas “la laguna de las Yeguas”, “El cerro de las Yeguas”.

Los romanos permitieron, a cambio del control del comercio de las ciudades fenopúnicas del Sur de Hispania, el uso de la escritura y la lengua fenicia. La existencia de una oleada migratoria de artesanos cartagineses que, tras la destrucción de Cartago, se instalaron en las ciudades del extremo Occidente del Mediterráneo, propició esa convivencia cultural de una población mayoritariamente semita bajo el dominio de Roma.

Los fenicios llegan en el siglo VIII hacia el 750 a. C. a estas costas, buscando emplazamientos concretos que contasen con agua, una vega con posibilidades agrícolas, un fondeadero para barcos a los pies del propio Cerro, recursos marinos y pesqueros y un acceso a los filones de hierro de la Baja Alpujarra, localizados a unos 15 kilómetros río arriba.
Montecristo parece que no era habitado por ninguna tribu autóctona, por lo que estamos ante un asentamiento de nueva creación que se formó por la llegada de un contingente de personas bastante numeroso, con una organización social y económica más avanzada que las tribus indígenas más cercanas.
Esta sociedad nueva introduce el hierro, cuando las tribus que habitaban las zonas más próximas sólo conocían el bronce. El empleo del hierro y la cerámica a torno, son grandes novedades que los arqueólogos han podido constatar en Montecristo. La primera cerámica a torno data del siglo VIII, mientras que el uso del hierro y su obtención estaría fechado entre el 700 y el 600 a. C. por la aparición de escorias de hierro y fragmento de toberas o fuelles para ventilación de los hornos de fundición.
Los vestigios de la antigua ciudad de Abdera se encuentran en el Cerro de Montecristo, en la actual localidad de Adra, a unos 50 km. de la ciudad de Almería (Fig. 2). El yacimiento se encuentra en un promontorio de forma triangular a 49,38 m. sobre el nivel del mar y 5 Ha. de extensión, y en la margen derecha del antiguo curso del Río Grande, desviado a unos cinco kilómetros hacia el Este en 1872.
Este río formaba un estuario que se introducía en dirección norte formando un puerto natural, idóneo para resguardar la flota relacionada con las transacciones comerciales Los orígenes de Abdera la cual hoy en día se conoce como Adra no son muy claros. Hay dos teorías al respecto:
  • Por una parte se cree que ésta fue fundada por los griegos basándose en que su nombre no parece demostrar origen semítico y en que, según Apolodoro, Hércules estuvo en Abdera. Otros testimonios recogidos de Poseidonios, Artemidoros y Asclepiades Myrleanos hablan de la existencia de la ciudad de Ulisea u Odisea, en el interior de Abdera, e incluso de la existencia de un templo dedicado a Atenea. Pero esta teoría no deja de ser una suposición.
  • La teoría más aceptada sobre el origen de Abdera es como colonia fenicia en el siglo VIII a. C., corroborada por la aparición de un pie de Krátera del S.IV con inscripción púnica, este se conserva en el Museo Provincial de Granada, y de las monedas que, aunque no acuñadas hasta la dominación romana, conservan los caracteres púnicos. Éstos establecerían en el municipio un enclave comercial marítimo de relativa importancia, del que importan sobre todo productos relacionados con el mar, navegantes de Tiro y Sidón (Fenicia/Líbano), en ruta comercial hasta Gadir (Gades/Cádiz).
Los restos hallados en una excavación el Cerro de Montecristo revelan un pasado púnico a partir del siglo IV a. C., si bien, algunos historiadores insisten en que anteriormente pudo ser una colonia griega.
Tras un período de abandono, la colonia pasa a manos griegas, que le dan el nombre de Abdera, de donde se deriva el nombre actual del municipio. Este nombre lo compartió con otras dos ciudades del Mediterráneo, una situada al norte de África junto a la ciudad púnica de Cartago, dentro de la actual Túnez bajo el nombre de Abdeira (según un mapa de Ptolomeo), y otra ciudad, hoy llamada Avdira, localizada en la Tracia griega y que sería ilustremente famosa por ser la ciudad de origen de filósofos como Demócrito y Protágoras.
Abdera es en toda la prehistoria y edad antigua de la península Ibérica una primitiva colonia portuaria fenicia y asentamiento púnico más tarde. Se nombra en todos los itinerarios. El río que la humedece, el río Adra, constituía la vía natural de penetración a Las Alpujarras desde la costa. A la vez, buen puerto pesquero para salazones. Lo mismo, puerto de salida del abundante mineral de sierra de Gádor. Plinio la ubicó correctamente en la secuencia Sexi, Sel (con algunas dudas sobre su emplazamiento definitivo), Abdera y Murgi (III, 8); Ptolomeo, en una situación equivalente a 10º 45' de longitud (al Oeste del meridiano de París) y 37º 10' de latitud, es decir, bastante próxima a su emplazamiento real. (II, 4, 7); Pomponio Mela describe la costa mediterránea en sentido inverso, entre Urci y Suel, la Sel de Plinio: "Urci al fondo del Sinus Urcitanus. Al mar abierto, Abdera"., y Avieno (Or. Mar. 458). Su primitivo emplazamiento, donde hoy el cerro de Montecristo y aledaños, en el extremo nororiental de la moderna ciudad de Adra, importante puerto pesquero, como su antecesora, y con recursos agrícolas de productos extratempranos que han sustituido a la caña de azúcar y otros cultivos tropicales característicos de la banda costera que se extiende desde esta ciudad hasta Torre del Mar.
Abdera formó parte de la cadena de centros industriales y comerciales que los llamados libiofenicios mantuvieron en la zona costera de Andalucía principalmente. En semejantes circunstancias no extraña la cierta autonomía de que debió gozar en los primeros tiempos de la presencia romana como se manifiesta en la utilización de un alfabeto autóctono y la acuñación de moneda propia hasta el reinado de Tiberio, en cuyas series es posible distinguir un continuado proceso de romanización desde el momento en que se produce la sustitución de monedas con inscripción fenicia por otras bilingües, y éstas, por la serie más moderna exclusivamente latina.
Antigua ceca feno-púnica 'bdrt / Abdera que reanudó por breve tiempo (durante el reinado de Tiberio) sus acuñaciones de ases en bronce, utilizando su característico templo tetrástilo en el reverso. Únicamente presenta una emisión bilingüe que mantiene los antiguos caracteres neo-púnicos junto con las leyendas latinas.
Las monedas más antiguas de la ciudad tienen la inscripción fenicia abdrt con la cabeza de Heracles (Melkart) y un atún.
En ella podemos admirar una colección de ánforas fenicias, íberas y romanas. Destaca por su antigüedad una pequeña ánfora fenicia del siglo VII a.C. donada por Francois Octobon, que procede del Cerro de Montecristo. Pero esta muestras cuenta con paneles interpretativos y seis vitrinas que acogen material mayoritariamente procedente del yacimiento arqueológico del Cerro de Montecristo.
También podemos encontrar elementos metálicos, escorias de fundición, trozos de pasta vítrea y pesas de telar de barro, piezas todas del periodo romano. El último ingreso es tan reciente que aun no se ha tramitado la documentación. También se halló una ánfora y cuenco de cronología fenicia. Al margen de estas piezas arqueológico, la mayoría procedentes del Cerro de Montecristo, se unen otras que datan de la época romana e incluso monedas de la antigua Abdera.
 La proyección comercial que caracterizó a la sociedad fenicia está estrechamente relacionada con la obtención de materias primas como los recursos marinos (salazones y púrpura) y terrestres (metales, madera y marfil). Muy probablemente la explotación e intercambio de metales funcionó como uno de los aspectos más ligados al “comercio profesional” en la Antigüedad, donde los fenicios jugaron sin duda un papel predominante. Esta búsqueda de materiales exóticos y metales estaba destinada a surtir una extraordinaria cadena de producción artesanal especializada, encontrando en el mundo griego y en los habitantes de Iberia algunos de sus principales destinatarios.
Las excavaciones realizadas en el Cerro de Montecristo se nos muestran que su hábitat natural está estrechamente relacionado con una economía donde primaba el sector primario, basado en la agricultura, la pesca y, hasta el siglo XIX, la minería. Lo trascendente de esta economía moderna está en que es un fiel reflejo de las actividades que muy probablemente pudieron realizarse en la Antigüedad. Así, los fenicios ya debieron aprovechar las posibilidades agrícolas inmejorables de la vega cercana al curso del río, el fondeadero natural que se abría a los pies del cerro, así como los recursos mineros, fundamentalmente hierro y plomo de las faldas de la Sierra de Gádor. Se han encontrado hornos de fundición de metales  con escorias de minerales tales como fragmentos de hierro y de galena, cuchillos; varios materiales de cobre básicamente clavos, anzuelos, varillas, plaquitas, piezas circulares, etc.; y una pesa de red de plomo.
Para el caso concreto del Cerro de Montecristo, nos basamos principalmente en la riqueza en minerales de plomo y hierro de la Sierra de Gádor, que constituye un escenario idóneo para la explotación de los recursos metalíferos tan apreciados por los fenicios. Todo indica que en Abdera, las materias primas y su transformación más directa, donde podríamos incluir el metal, supusieron el principal motor económico durante siglos.
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