Las investigaciones sobre las necrópolis de la edad del
hierro en la región de Siria, Fenicia y Palestina, iniciadas hace siglo y
medio, no han proporcionado precisamente resultados tan satisfactorios como las
del Mediterráneo central y occidental. Lamentablemente todavía se echa en falta
un estudio global y riguroso sobre la arqueología del mundo funerario fenicio
en el Mediterráneo.
En el Mediterráneo central y en occidente las
investigaciones sobre la colonización fenicia han dado en el último medio siglo
un paso ingente, utilizándose una metodología mas depurada de excavación, de
tal modo que se ha llegado a conocer el mundo funerario fenicio con más nitidez
y profundidad que en Oriente.
EL RITO FUNERARIO DE LA INCINERACIÓN EN EL MEDITERRÁNEO
El rito funerario de la incineración del cadáver se atribuye
en Europa occidental a los indoeuropeos, constatado en los campos de urnas del
bronce reciente y del hierro inicial de Europa central y occidental y en los
Balcanes, generalizándose a partir de 1200 a.C., a pesar de que esporádicamente
ya existían muestras en el calcolítico del III milenio a.C. y en el bronce
antiguo y medio de Hungría en el II milenio a.C.
La introducción del ritual funerario de la incineración en
Fenicia se ha atribuido a razones sociales, culturales, religiosas, étnicas, de
sexo o edad, sin que estas razones hayan sido plenamente satisfactorias en el
Mediterráneo colonial, donde deberían reducirse simplemente a la moda reinante
sucesivamente, la incineración en la primera fase de los siglos VIII y VII y la
inhumación en la segunda fase, del s. VI a la romanización.
En el Próximo Oriente el rito funerario común de la edad del
bronce (3100-1200 a.C.) es la inhumación, apareciendo las primeras necrópolis
de incineración, como un fenómeno de importación, al final del bronce reciente
II A, hacía el s. XIV-XIII en Anatolia septentrional (Troya VI) y central
(Yasilikaia).
Es plausible admitir que la difusión del rito incinerador
penetró en el Próximo Oriente por varias vías desde diferentes círculos
culturales. La primera corriente incineradora, probablemente relacionada con
los círculos culturales danubianos de los campos de urnas, penetraría hacia el
S. y SE. por el Helesponto, extendiéndose esporádicamente en los siglos XV-XIII por
Anatolia hasta el Eufrates y siguiendo la ruta del S. hasta el Orontes.
La segunda corriente, quizás egea y cretense, denominada de
los pueblos del mar, se extendería por todo el frente costero siro-palestino
desde el s. XII, concentrándose el pueblo filisteo en la región de
Gaza e implantando la incineración en el s. XI, aunque en el siglo
anterior practicasen la inhumación en sarcófagos antropoides de cerámica, de
clara influencia egipcia.
La tercera corriente, la más efectiva, proviene del foco
egeo ático y eubeo, quizás a través de los puertos francos del N. de Fenicia y
Siria, Tell Sukas y Al- Mina, vigentes en época submicénica, geométrica y
orientalizante y practicantes del doble rito de la incineración e inhumación.
La isla de Chipre mantendrá su carácter conservador y una
cultura propia y peculiar con claras influencias anatolias, fenicias,
siro-palestinas, egipcias y egeas. El rito funerario constante será la
inhumación, con presencia esporádica de incineración en el bronce chipriota
reciente III (1200-1050) en los tholoi de la necrópolis de Curium por
influencia egea submicénica.
Al Mediterráneo central y occidental llevarán los fenicios
el rito de la incineración desde mediados del s. VIII en sus
colonias norteafricanas de Utica y Cartago y desde fines del s. VIII y s. VII en Sicilia
(Motia), Cerdeña (Cagliari, Nora, Tharros, Sulcis, Bitia, Monte Sirai), Ibiza
(Can Partit) y sur de la Península Ibérica.
El rito de la incineración predomina en las necrópolis
fenicias arcaicas de Occidente, excepto en las islas de Malta y Gozo, donde se
practica la inhumación, y de Cartago donde la incineración es minoritaria,
desapareciendo a finales del s. VII y en el s. VI.
La cremación del cadáver se efectúa en «ustrina», quemaderos
comunes próximos a los enterramientos, siendo raro el «bustum» o la cremación
en la misma fosa.
La necrópolis más arcaica, muy similar a la de Laurita,
parece ser la de la ladera E. de Juno, con tumbas de pozo con
incineraciones en urna, dos de las cuales, son de alabastro, con ajuares
funerarios de cerámica de barniz rojo y kotylai protocorintias, análogas a los
de la necrópolis sexitana. La necrópolis de Juno, no excavada en su totalidad,
donde convive la incineración y la inhumación, con cerca de un centenar de
tumbas, permanece deficientemente estudiada, habiendo sido fechada desde
mediados del s. VIII por una copa eubea (A.M.ª Bisi, 1983) hasta el s. VII avanzado,
aunque posiblemente algunas tumbas sin cerámica griega pudieron ser ligeramente
anteriores.
Ya en Argelia, la necrópolis de Rachgoun, situada en
una pequeña isla de la bahía Wad Tafna, al W. de Orán, excavada por G.
Vuillemot (1955), se compone de 33 tumbas de hoyo con urnas cinerarias tipo «
Cruz del Negro», íntimamente relacionadas con los establecimientos fenicio-orientalizantes
andaluces, además de 68 tumbas de incineración sin urna, y 9 inhumaciones
infantiles, todo ello con ajuares similares a los de Laurita, como oinochoai
piriformes, jarros de boca de seta y platos de barniz rojo, huevos de avestruz,
etc. fechados en los s. VII y VI a.C.
El primer rito funerario fenicio constatado desde fines del
s. VIII es de incineración, que perdura algo más de un siglo,
sucedido por la inhumación a mediados del s. VI.
Las incineraciones se depositan en urna cineraria colocada
en cista de lajas, como sucede en las necrópolis de Bitia, Nora, Tharros u
Othoca, o simplemente en el suelo de una fosa o cista, como en el caso de Pani
Loriga.
En Ibiza las recientes excavaciones han confirmado la
veracidad dada por las fuentes clásicas sobre la fundación de Ebusus en el 654
a.C., según la revisión de la gran necrópolis de Puig des Molins, la
necrópolis de incineración de Can Partit y el descubrimiento y excavación del
establecimiento fenicio arcaico de Sa Caleta (J. Ramón, 1991).
Desde el s. XIX las excavaciones de la necrópolis de Puig des
Molins han entregado más de 4000 tumbas, de las que unas pocas, las más
arcaicas, fechables desde mediados del s. VII a mediados del s. VI, son de
incineración, sustituidas hacia el 550 a.C. por las inhumaciones en sarcófago
dentro de una cámara. Can Partit se descubrió en 1986, habiendo sido
destruidas o excavadas 67 tumbas, de las cuales 32 son de incineración,
depositados los restos en hoyos o fosas dentro de urnas o sin ellas, habiendo
sido fechadas entre el 625 y el 500 a.C. Al rito de inhumación pertenecen 25
tumbas en fosa, fechadas entre el 500 y el 200 a.C. Las 10 tumbas restantes
estaban destruidas.
LA INCINERACIÓN EN LAS NECRÓPOLIS FENICIAS DE LA PENÍNSULA
IBÉRICA
La supuesta hipótesis de la distribución de los campos de
urnas por Levante hasta Crevillente y Almería habría que tomarla con reservas.
Sorprendentemente se ignora, por falta de pruebas
fidedignas, cuál fue el rito funerario indígena del bronce final en todo el sur
peninsular, desde el 1200 hasta el impacto de la colonización fenicia, hacia el
750 a.C. La ausencia o la problemática presencia de enterramientos ha creado
una incomprensible confusión. Evidentemente en ese lapso temporal precolonial,
de casi medio milenio, las sociedades del bronce final del S. peninsular, cuyos
«hábitats » han sido excavados, enterraron sus muertos, pero se desconocen las
circunstancias del dónde y cómo, lo cual no deja de ser científicamente
decepcionante. Este grave vacío ha sido explicado y rellenado mediante algunas
hipótesis.
Las cistas de Huelva, estudiadas por M. del Amo (1975),
corresponden a un bronce medio avanzado, pero nunca al bronce final, y los
túmulos con cistas de incineración del S. de Portugal (M. Varela, 1992), según
sus ajuares funerarios, están influenciados por el impacto colonizador fenicios
desde el s. VII a.C., sin que existan evidencias de incineraciones en
monumentos auténticamente precoloniales. Algunos megalitos del altiplano
granadino fueron reutilizados con inhumaciones de cronología indeterminada
dentro del bronce reciente.
En los Alcores sevillanos, algunos túmulos de inhumación
(Acebuchal L) o de incineración (Acebuchal I, El
Judío, Santa Marina), excavados por G. Bonsor (1899), con
ajuares atípicos, no orientalizantes, o sin ajuares, podrían
suponerse precoloniales con reservas (M. Sánchez Andreu,
1994; F. Amores, 1982).
La presencia de enterramientos de incineración, juzgados del
bronce final precolonial y de influencia de los campos de urnas del NE.
fechados en momentos anteriores al s. VIII, como las cistas u hoyos
de incineración en urna del río Guadalentín en Murcia (M. M. Ros, 1989), de
Almería y Murcia, la necrópolis de Peña Negra de Crevillente con urnas de
incineración, la necrópolis del Cerro de Alcalá (Torres, Jaén) y algunos otros
enterramientos esporádicos, bajo mi punto de vista, no tienen su origen en los
campos de urnas del NE., sino que, según las formas de sus urnas y escaso
ajuar, deben ser coetáneos a los primeros contactos colonizadores fenicios en
la segunda mitad del s. IX y del s. VIII, de los que reciben el
rito de la incineración.
En el S. de la Península Ibérica la incineración fue el
primer rito funerario practicados en las colonias fenicias, habiéndose
localizado y excavado una decena de necrópolis arcaicas con reducido número de
tumbas de incineración con urna y con una cronología entre fines del s. VIII a los
inicios del s. VI a.C.: Villaricos (Baria) con una veintena de tumbas,
El Campillo (Abdera-Adra) con un enterramiento (?), Laurita (Sex-Almuñécar) con
una veintena, Lagos (Chorreras?) con dos, Trayamar (Morro de Mezquitilla) con
cinco tumbas de cámara y varias de pozo(?), Cerro del Mar (Mainake-Toscanos)
con más de una treinta pozos u hoyos, Peñón (Toscanos) con varios pozos, Cortijo
de Montáñez (Cerro del Villar) con varias tumbas indeterminadas, Cádiz (Gádir)
con una veintena de fosas y Tavira, con dos cámaras.
El rito fenicio de la incineración, adoptado y conservado en
el orientalizante e ibérico del interior peninsular, será sustituido por el de
la inhumación hacia el s. VI a.C. en las necrópolis púnicas de la costa
(Villaricos, Velilla, Puente de Noy, Jardín, Cádiz, Isla Palomas de Tarifa).
Con el nuevo rito de las necrópolis fenicias los cadáveres
se incineran en «ustrinum» o quemadero común y raramente en la misma tumba de
fosa («bustum»), como sucede en Cádiz (fig. 52) y en ciertas necrópolis
orientalizantes.
Incinerado el cadáver, las cenizas y fragmentos óseos
quemados son recogidos, cuidadosamente lavados e introducidos en urnas
cinerarias de cerámica (Lagos 1-B, Trayamar 1 y 3, Cortijo de Montáñez (?), Las
Cumbres 1, Tavira) o de alabastro (Laurita, Adra, Lagos 1 A, Trayamar 1 y 2,
Cerro del Mar, Cortijo de Montáñez o Cádiz) o depositadas las cenizas en un
cesto o tejido (Laurita 19 B, Trayamar 4, Las Cumbres 1, Cádiz, Jardín). El
enterramiento individual predomina en Laurita, donde raramente es doble en las
tumbas, y en Trayamar donde en ocasiones se dan los dos ritos sucesivos en la
misma tumba.
La necrópolis Laurita se caracteriza por su uniformidad en
cuanto al rito, siempre de incineración en urnas de alabastro, en cuanto al
tipo de tumba de pozo con nicho o sin él y en cuanto a sus ajuares funerarios
cerámicos fenicios de barniz rojo, como oinochoai piriformes , jarros de boca
de seta, platos y lucernas y en cuanto a otros elementos de adornos personales,
escarabeos, huevos de avestruz pintados, siendo excepcionales los kotylai
protocorintios de la tumba 19 B.
TIPOLOGÍA DE LAS TUMBAS FENICIAS EN IBERIA
Laurita es la única necrópolis fenicia arcaica del
Mediterráneo en la que todas las tumbas son de pozo con incineraciones en urnas
de alabastro, sustituidas hacia el 600 a.C. por la gran tumba E-1, de
inhumación individual en cámara de pozo de la próxima necrópolis de Puente de
Noy.
Las necrópolis fenicias arcaicas de Lagos, Trayamar, Cerro
del Mar, Faldas del Peñón y Tavira se han relacionado con Laurita, al ser
consideradas sus tumbas como de pozo erróneamente.
En la necrópolis de Lagos (M.ª E. Aubet y otros,
1991), situada a unos 1.800 m al E. del establecimiento fenicio de Chorreras,
en la ladera SE. del Cerro de la Molineta, en la cañada de Miguel García, se
descubrieron dos tumbas, que conservaban solamente los nichos donde se
depositaron las urnas cinerarias.
En la necrópolis de Trayamar, correspondiente al
próximo poblado fenicio del Morro de Mezquitilla, habían aparecido, según los
obreros, en la zona de las tumbas de cámara varios pozos, posibles tumbas de
fosa u hoyo, análogas a las del Cerro del Mar.
En el Cerro del Mar, situado frente y separado de Los
Toscanos por el río Vélez, H.G. Niemeyer (1979) excavó un sector de 350 .Esta
necrópolis destruida parece que debió identificarse con la de «La Casa de la
Viña», de donde proceden un jarro de boca de seta, una oinochoe piriforme y
cuatro urnas de alabastro indudablemente funerarias, aparte de varios
fragmentos de grandes vasos de alabastro hallados en prospecciones.
En las faldas del Peñón, junto y al W. de Toscanos,
parece que se emplazó otra necrópolis, destruida, donde fue excavada una tumba
de pozo con fragmentos de alabastro, de platos, de lucernas de barniz rojo,
proviniendo probablemente de esta necrópolis el famoso timiaterio fenicio de
bronce.
En Tavira (Portugal), recientemente se ha localizado
una necrópolis fenicia de incineración en urna, que, según sus materiales y el
tipo de tumbas de cámara, se fecharía hacia el 600 a.C.
La tipología de las tumbas de la necrópolis del Cortijo
de Montáñez, excavada en el s. XIX, nos es desconocida, y los
cuatro vasos de alabastro recientemente localizados en Cádiz quizás
correspondan a urnas cinerarias arcaicas del s. VIII a.C.