miércoles, 1 de febrero de 2012

TINGIS

Es posible que los fenicios llegasen a Tánger (antes llamado Tin-yá, Tinjá, Tinga, Tingia, Tingis, Tangeri o Tanyah…) sobre el año 1.450 a.C. Y, como eran gente viajada y avispados comerciantes, buscaron un asentamiento y tallaron sobre la roca, en la cumbre del monte Marshan (hoy en medio de la ciudad) sus tumbas y, desde ellas, suponemos, se dispusieron, a su muerte, a contemplar el infinito. Al este les quedaba Fenicia; enfrente, Tarifa y la inmensidad de la costa española; y, al oeste… lo desconocido, el fin del mundo. Lo que quedase a su espalda parece que no les importó demasiado.
Probablemente, miles de años antes de que llegasen los fenicios ya se asomaban  los propios aborígenes.
Desde antaño, Tánger ocupó una ubicación estratégica, debido a su dominio sobre el estrecho de Gibraltar.
Si se se confía a mitología berberisca y griega, el gigante habría fundado la ciudad de Tánger Antée, hilos de Poséidon y de Gaïa y debería su nombre a Tingis (o Tinga), mujer del fundador. Antée encontraba su fuerza al contacto de la tierra, Hércules lo obstruyó manteniéndolo en el aire. La tumba de Antée sería una colina próxima Tánger, el Charf. A pesar del hecho de que los musulmanes estén poco idolâtres sobre tales supersticiones, su posición geográfica excepcional, y estratégica, hizo durante mucho tiempo de Tánger un lugar de codicia donde se sucedieron varias civilizaciones y culturas.
Hecateo de Mileto, cuando Tánger aparece con el nombre de Thinjé, y, más tarde, en el periplo del almirante cartaginés Hannon, ya en los siglos V y IV a. de C.
Cartago fundó un campamento en Tingis entre los años 475 y 450 a. de C. y, después de la caída de Cartago, en el año 146 a. de C., Tánger se convierte en capital de un principado mauritano independiente, y se va asociando progresivamente a la órbita del mundo romano, llegando a ser colonia romana con Augusto, en el año 38 a. de C.. En este período, los romanos instalan en el trono a Juba I y Juba II, los reyes norteafricanos más célebres.
Zarpando de Tiro y de Sidón, los fenicios empezaron a surcar la mar interior utilizando la técnica del cabotaje. El reducido tamaño de la franja costera septentrional sirio-libanesa impulsó a los fenicios a buscar fortuna mas allá de sus fronteras.
Estos hábiles comerciantes y emprendedores establecían colonias o factorías a lo largo de las costas mediterráneas y mantenían relaciones estables con los autóctonos.
 Los vestigios fenicios más antiguos de Tánger pueden ser datados aproximadamente hacia 1450 AC. No son más que los restos de una pequeña factoría mantenida por unos pocos y cuya misión consistía en realizar intercambios comerciales con la población autóctona.
   Después de los primeros exploradores, vino la segunda oleada formada por familias fenicias decididas a establecerse. Estas colonias habrían traído con ellas su acervo cultural y religioso. 
   Sus necrópolis constituyen los restos arqueológicos más importantes. Hoy en día, podemos admirar restos de tumbas de estilo libio-fenicio en la meseta del Marshan. Es por lo demás, un lugar desde donde se disfruta de una vista inmejorable sobre el estrecho y de la costa española. Con toda probabilidad, este lugar estaba situado cerca de una aldea preexistente. 
     Las principales colonias fenicias de la época fueron establecidas en Lixus (1.150 AC) y Gades , la actual Cádiz (1.110 AC). Cartago fue fundada en 814 AC.
    Fenicia pasó a ser ocupada por los Asirios a partir de principios del siglo VII AC. Sidón fue destruida en el 676 AC después de una revuelta contra la tutela de Nínive. Tiro resistirá aún durante un cierto tiempo gracias a sus relaciones con Egipto. En el Mediterráneo occidental, Cartago es la heredera de Tiro que finalmente acabó destruida en el 332 AC por Alejandro Magno.
Hacia 530 AC, los cartagineses reemplazaron a los fenicios en Africa del Norte. Cartago controlaba todo el litoral africano mediante colonias dispuestas cada 40 Km aproximadamente desde el golfo de Gabés hasta Tánger ( Estas escalas tenían como misión facilitar el cabotaje de las embarcaciones púnicas, y la distancia corresponde a la que podía recorrer un buque mercante en un día).
      La fundación de la pequeña colonia cartaginesa de Tánger está fechada entre los años 475-450 AC. Asimismo también es de esta época el paso del sufeta Hannon durante su famoso y mítico periplo que lo condujo hasta las islas Purpurarires en el golfo de Guinea frente a las costas del actual Camerún. Como el resto de colonias cartaginesas, Tingis no tenia mayor importancia que como escala hacia el valle del Guadalquivir (Tartesos), región rica en minerales muy preciados por los cartagineses: plata, estaño, hierro, oro y plomo. Gracias a este comercio, Cartago se había convertido en la ciudad más opulenta del Mediterráneo occidental. No obstante, se realizaron intercambios comerciales con la élite local, intercambios que se basaban básicamente en objetos de lujo: armas, joyas, cerámica, telas preciosas y vidriería. Por su parte, Cartago obtenía de Africa oro, marfil, pieles y esclavos. Asimismo cazaba en el Atlas elefantes salvajes que adiestraba para el combate con la ayuda de domadores procedentes de la India.
     Desde el siglo IV a.C. aparece como factoría comercial cartaginesa, acuñando moneda con la leyenda púnica TNG’. Es citada en dos fuentes helenísticas (Pseudo-Escílax, 112 y Periplo de Hannón, 2) como Thymiateria y Thymiaterion, una corrupción de los cuales puede ser el "Tingentera" que aparece en los manuscritos del citado geógrafo Pomponio Mela (Chorogr. 2, 5, 96) como su ciudad natal, aludiendo a una migración norteafricana en época púnica hacia la zona ibérica del mismo Estrecho (probablemente Tarifa, o bien Algeciras
El recorrido geográfico de la obra de Mela comienza y termina precisamente en el lado africano del Estrecho, sobre el cual acumula un cierto número de noticias, algunas procedentes de la observación directa, otras escuchadas de la gente de la zona. Parece especialmente significativo que en ambos pasajes traiga a colación sendas tradiciones que perduran localmente en su época referidas a sus orígenes míticos. Sorprendentemente, Anteo es presentado por Mela como fundador de la vieja ciudad de Tingi (1.26),15 y a continuación, de forma también insospechada, señala que se conservaba en la ciudad su gigantesco escudo de piel de elefante al que los habitantes de la ciudad tenían gran veneración.
Se trataba de un escudo de tipo africano (parma),17 lo cual ponía de relieve la filiación étnica del gigante, cuyo origen líbico es sistemáticamente resaltado por las fuentes (De Cristofaro, 2003: 329). Aparentemente, la «reliquia» no encontraría encaje en la confrontación mítica si seguimos la suposición frecuentemente esgrimida de que con dicho mito se pretendían ensalzar la disciplina deportiva de la lucha, sin embargo sabemos por algunas de las referencias de época clásica que el combate era imaginado con el uso de armas, así Heracles golpeaba al adversario con la maza antes de alzarlo y quebrarle las costillas, con lo que cabe la utilización del escudo por parte de Anteo como sistema de protección.
Se observa gracias a la noticia de Mela la existencia de una segunda tradición local relativa a la fundación de la ciudad, difícilmente conciliable con el mito clásico sobre el que se sustenta la primera atribución tingitana que nos reporta Plutarco. La que recoge el autor hispano, seguido en este asunto por Plinio, no parece deberse a una mera equivocación, pues la creencia se concilia con la veneración que recibe en la ciudad el escudo del gigante. Parece lógico pensar que en Tingi la figura de Anteo se beneficia de una cierta polisemia que no es nueva respecto a esta figura mítica.
Después de una presencia fenicia, que subsiste dos pequeños necrópolis, la ciudad se fundó realmente a IVe siglo antes del J.C., por el Cartaginés quiénes hicieron un contador (Tingi). En 146 antes del J.C. a la caída de Cartago, la ciudad está vinculada a Mauritánia y pasa a ser una colonia romana (Tingis) vinculada a la provincia de España.
Entre ellos parece evidente en Tingi la adopción del mito griego, la incorporación de algunos elementos de un Melqart Arquégeta y la potenciación de la figura de Anteo despojado en parte de su perfil de antihéroe indígena.