Desde el mítico reino tartesio de Argantonio hasta el Imperio romano, la colonización vandálica y visigoda o el asentamiento de culturas como la árabe dieron esplendor al sur peninsular y convirtieron la provincia de Huelva en un auténtico crisol en el que se funde lo que hoy es la realidad andaluza.
Ha sido frecuente relacionar la onubense Isla de Saltés con la capital de Tartesios. Así lo hizo, en su Ora Marítima, el poeta romano Rufo Festo Avieno en el Siglo IV cuando podría referirse a ella como la «isla entre dos ríos». Anteriormente, Estrabón (III,5,5) hablaba de los viajes de los marineros fenicios a la zona desde el siglo VIII a. C. Lo cierto es que entre la leyenda y la referencia bíblica —el Tarschish de El libro de los Reyes—, Tartesios contacta con el mundo griego a mediados del siglo VII a. C.
Tradiciones y mitos movieron a no pocos románticos e investigadores, como Adolf Schulten, a buscar en estas tierras, entre el Guadiana y el Guadalquivir, tesoros de valor incalculable que se atribuían a este pueblo asentado en la rica tierra de Tharsis o Tartesios. Queda claro en todo caso, y está contrastado arqueológicamente, que en estas tierras floreció una avanzada cultura gracias al contacto con el elemento indígena, dedicado al pastoreo y la agricultura, con otros orientales, fenicios, resultando de ello una relevante cultura metalúrgica y comercial en los albores del bronce final. El esplendoroso reino tartesio desaparece entre 530 y 508 a. C. cuando los Púnicos consiguen prohibir el comercio griego con esta zona. Aquello implica una posible crisis en la ciudad que hunde la economía y demografía. Pero aún en crisis, la ciudad continúa permanentemente habitada al ser su situación (minas, río, mar) estratégica para nuevos pueblos.
La Ría de Punta Umbría se sitúa en el estuario de los ríos Tinto y Odiel, y está formada por varios canales o 'burros' los cuales varían dependiendo de las mareas. Podemos destacar el canal de Saltés, Mojarrera, el del Burrillo y el de Ciate, también encontramos dos islas la de Bacuta y la de Saltés unidas entre si por un puente.
Dentro de las Marismas del Odiel, en la isla Saltes y más concretamente en la zona conocida como el Almendral, se encuentran los restos de una ciudad que en época protohistórica la ocupación de la isla de debió ser estacional por parte de pescadores a la captura de moluscos, ello se deduce de los escasos restos cerámicos fechados en los siglos VII y IV a.C. que llevan a plantear la hipótesis de la existencia de una factoría Fenicia de industrias de pescado o fábrica de salazones, y cabe considerar la posibilidad que estos talleres o fábricas se dedicasen a una labor intensiva y ya existía aquí un comercio floreciente con el salazón de pescado donde se fabricaba el garum que como bien sabemos era una famosa salsa muy bien preciada y considerada en todo el mundo antiguo.
Además de su valor ecológico por situarse en una zona de marismas y anidamiento de aves destaca por su valor arqueológico para la zona. Ha sido frecuente relacionarla con la capital de Tartessos. Así lo hizo, en su Ora Marítima, el poeta romano Rufo Festo Avieno en el siglo IV cuando podría referirse a ella como la "isla entre dos ríos". Anteriormente, Estrabón (III,5,5) hablaba de los viajes de los marineros fenicios a la zona desde el VIII a. C. cuyo oráculo les indica que deben edificar un templo a Hércules. Lo cierto es que entre la leyenda y la referencia bíblica -el Tarschish de "El Libro de los Reyes"-, Tartessos contacta con el mundo griego a mediados del siglo VII a. C.
«El mar rodea la isla de Salthish por todas las partes; en una de ellas, sólo está separada del continente por un brazo de mar [de escasa] anchura (...); por allí pasan sus habitantes para buscar el agua necesaria (...) Hay pozos de agua dulce, de donde se puede sacar agua sin descender mucho, y también hermosos jardines. Esta isla posee las especies más bellas de pinos, grandes pastos siempre verdes y fuentes de agua dulce; los lacticinios y las leguminosas son excelentes.
En la isla de Saltés, José Antonio Conde conjeturó que era Tartís o Tarsis, hallaron un templo consagrado a Hércules Thobel. También acuñaron monedas, y en una de las mejor conservadas se ve por el anverso una cabeza con morrión y la leyenda C. Caeli Q. Publici, y por el reverso dos espigas y el nombre de Onuba entre ellas
Las ofrendas intermitentes al viejo santuario de Tiro, enviadas por Cartago, simbolizaban la dependencia espiritual de la capital del mundo púnico de su metrópoli. En el puerto tenía un templo. En las costas del Atlántico existían dos santuarios: El de Lixus y Cádiz; con una isla, Saltes, consagrada a Herakles.
Los fenicios ocupaban promontorios e islas. Estos dos templos españoles se enclavaban precisamente en islas. Advirtió Estrabón la orientación típicamente semita del Herakleion: «Alzaron el santuario en la parte oriental de la isla y la ciudad en la occidental».
Recintos sagrados fenicios al aire libre serían el Promontorium Junonis y el Ara Junonis, citadas por Estrabón y Mela . Estrabón señala también una isla de Juno cerca de Gibraltar ; era parajes consagrados al culto de Astarté.
Onoba acabó probablemente teniendo también un barrio o colonia fenicia, quizás primero con un asentamiento estacional inicial en la isla de Saltes, donde hay cerámicas fenicias fechadas a finales del siglo VII a.C., sobre el nivel de arena de playa en la base la habitación de una casa, que incluyen un plato de engobe rojo o
un cuenco con decoración bruñida al interior. Es posible que formase parte de un santuario de mlqrt, y que la isla estaba consagrada a esta divinidad.
En 1925 se halló una posible cabeza de arcilla de Heracles, y se han localizado en sus proximidades hallazgos subacuáticos de bronces orientalizantes. La presencia de un espacio sacro facilitaría las transacciones comerciales, que se realizarían en la propia isla, un entorno más seguro para los fenicios.
Este primer asentamiento, una de las primeras fundaciones tirias en Occidente (Mederos 2003-04: 131), se trasladaría después junto al poblado indígena del Bronce Final IIIA preexistente, como sugieren las propuestas recientes que consideran que pudo haber existido un asentamiento fenicio de unas 2 o 3 Ha. que alcanzó las 10 Ha. en el siglo VII a.C. (Pellicer 1996: 121), o bien un barrio fenicio al pie del Cabezo de San Pedro, junto al actual puerto, lo cual apoya la abundante presencia de graffiti fenicios.
Un texto de Estrabón (Str., III, 1, 5) recogeuna versión gaditana que trataba de defender la mayor antigüedad de su fundación frente a Sexi (Almuñécar) y Onoba (Huelva) , pero también implica que ambas ciudades entonces disputarían a Gadir, con leyendas propias, la primacía de su fundación por los fenicios.
Otros autores, sin embargo, han defendido que los tartesios expulsaron a los fenicios de la isla de Saltes en Huelva (Schulten 1945: 65-66) o de la propia ciudad de Huelva (Bendala 1979: 38), lo que les obligó a asentarse después en Gadir.
En una excavación se detectó una primera fase constructiva, de fines del siglo VIII o inicios del siglo VII a.C., con un pequeño templo que presentaba muros de adobe sin zócalo y hogares sobre placas de arcilla cuadrangulares, el cual perduró durante toda la fase fenicia hasta el 575 a.C. cuando la zona parece ser destruida por un “maremoto”, por la existencia en la parte superior de “abundantes de restos de origen marino”, sin más precisiones. Esta fase presenta un tintinabulum de bronce, incensarios, lucernas fenicias y griegas, trípodes, urnas Cruz del Negro, platos de barniz rojo, grafitos fenicios y abundante cerámica griega.
Además de esta estructura cultual se documentó un horno de copelación de plata, un pequeño lingote de plata con forma de piel de buey de 2.6 x 3.9 x 5.4 cm. y un pequeño lingote de bronce.
Esta última fase, que comenzaría hacia el 550-500 a.C., aunque tiene varias unidades de habitación anexas a pequeño templo, estas parecen tener una función de almacenaje de ánforas púnicas, y al exterior se localizó galena, escorias de ‘sílice libre’ y un posible
taller de orfebre.
Esta función religiosa, vinculada a un espacio sacro, debió existir previamente en la fase localizada estratigráficamente entre -5 y -6 m. de la que proceden los materiales arqueológicos recuperados, y explicaría bien su gran calidad y abundancia, tanto de cerámicas protogeométricas como la presencia de algunos objetos con posible uso cultual como pequeños betilos, cáscara de huevo de avestruz
con restos de pintura o de astrágalos de hueso generalmente relacionados con la adivinación, que menciona Pausanias (VII, 25, 1) o astragalomanteia.
Un cuenco con astrágalos junto a una serie de artefactos cultuales fue documentado en el 920-900 AC y también han sido documentados en Taanach en el interior de una habitación de uso cultual en el siglo X AC y en Megiddo o Huelva, a veces están perforados y rellenos de metal, cobre o bronce o plomo.
Pero aún excavando mas profundo, encontramos restos tartésicos a varios metros de profundidad. Según las fuentes antiguas cabe señalar que esta isla era uno los lugares citados como posible ubicación de la ciudad de Tartessos, ya que reúne prácticamente los mismos requisitos que Huelva capital y además es una isla (requisitos recogidos en el artículo de “La ciudad de Tartessos en Huelva capital”). Una de las razones por la que la descartaban como localización de la ciudad, era porque se pensaba que la isla era demasiado pequeña para esa ciudad (aunque quizás no).
Esta ciudad basaba su economía, al parecer por los restos encontrados, en la metalurgia del hierro, siendo el último eslabón en el tratamiento de este metal, aunque también tenían ricos cultivos de legumbres y cereales además de ganadería.
El sincretismo religioso entre griegos y fenicios fue tan grande que muchos de sus dioses, aunque con distintos nombres, eran los mismos. En el caso de Hércules, el sincretismo fue aún mayor, ya que dicho nombre llegó a sustituir al originario Melcart fenicio, aunque en algunos casos como el del Hércules gaditano, se le solía denominar Hércules Melcart, para distinguirlo del Hércules peloponésico.
• El culto a Hércules es de origen fenicio y en efecto, los fenicios tuvieron una colonia comercial en la isla de Cítera, frente a la costa sur del Peloponeso, que sin duda fue anterior a la fundación de Cádiz. La pequeña isla de Anticítera, perdida en el mar a unos 25 km de la de Cítera, también debía estar dominada por los fenicios, los cuales vinieron a llenar el hueco dejado por el hundimiento del imperio micénico en el año 1.200 a.C., asentándose en las puertas mismas de Micenas.
• Los fenicios solían ubicar el templo dedicado a Melcart en pequeñas islas relativamente alejadas de la colonia, donde los navegantes iban a dar gracias por la buena fortuna de la travesía. En dichos templos, sobre todo en los primeros tiempos, la víctima ofrecida en sacrificio solía ser un niño, humanizándose más tarde el rito y sacrificándose en su lugar un cordero o un cabrito.
• El santuario dedicado en Cádiz a Hércules Melcart, llamado Heracleion, estaba ubicado en otra pequeña isla, hoy denominada Sancti Petri, situada a unos 20 km al sur de Cádiz, siendo visitado en su tiempo por personajes tan insignes como Aníbal, Amílcar Barca, Julio César, Trajano, etc. En Sancti Petri se construyó más tarde una torre de vigilancia, reconvertida con el tiempo en prisión y hoy fuera de uso, la cual destaca al norte del islote. La isla de Sancti Petri, en tiempos de los fenicios alejada de la costa, se encuentra actualmente mucho más cerca de ella, estando casi unida al continente por un banco de arena que emerge cuando baja la marea.
• Debido a la aversión semítica por las imágenes, en los templos fenicios no había imagen alguna que representara al dios (aunque más tarde, una vez helenizados sí las hubo), había en cambio, como rasgo característico, dos pilares o columnas, que en el caso del Heracleion gaditano eran de bronce y tenían ocho codos de altura (3,25 m), semejantes a los existentes en el templo de Tiro.
• Aunque la denominación inicial de Columnas de Hércules, para designar un accidente geográfico, corresponde a los promontorios próximos a la isla de Anticítera, no es menos cierto que algo más tarde, dicho apelativo debió aplicarse también al estrecho de Gibraltar, teniendo en ambos casos el mismo origen, es decir, las columnas existentes en el templo de Hércules.
Más tarde se fue afianzando la denominación de Columnas de Hércules para el estrecho de Gibraltar, los fenicios incluso fundaron una colonia en la bahía de Algeciras a la que llamaron Heraclia (que posteriormente se denominó Carteya), cuyo santuario marinero dedicado a Hércules Melcart, se corresponde, casi con toda seguridad, con el templo recientemente descubierto en una cueva ubicada al pie del peñón de Gibraltar, en la que se han encontrado miles de objetos votivos datados en el siglo VIII a.C., lo cual reforzó indudablemente dicho apelativo, existiendo también junto al cabo Espartel, en las cercanías de Tánger, otra cueva conocida como la gruta de Hércules, llegándose casi a perder, entre unas cosas y otras, la memoria de que la denominación de Columnas de Hércules se había aplicado con anterioridad a otro lugar.
Como ya se ha dicho, en tiempos de Platón existía un cierto confusionismo en cuanto al lugar denominado Columnas de Hércules. No es de extrañar por tanto que Platón pudiera confundir, por desconocimiento, o más bien a propósito, dichos lugares, aprovechando esta coincidencia para sacar la Atlántida del Mediterráneo ya que, al haberla hecho tan grande no cabía dentro del mencionado mar. No obstante, Platón nunca identificó las Columnas de Hércules con el estrecho de Gibraltar, simplemente dijo que la Atlántida estaba al otro lado de dichas columnas.
De todas formas, lo más importante para Platón no era decirnos dónde estaba la Atlántida, que seguramente no lo sabía, o no le importaba demasiado donde podía estar, sólo quería hacer una crítica de la política de su tiempo y, para hacer dicha crítica, partió de unos datos reales, aunque confusos que guardaba en su memoria, fruto de su viaje a Egipto, los cuales fueron modificados y aplicados a lo que realmente le interesaba.
Y, ya que estamos hablando de este tema, vamos a referir a continuación algunos datos sobre la fundación de Cádiz (Gadir para los fenicios), recogidos por el sabio Posidonio de labios de sus propios habitantes: “Cierto oráculo mandó a los tirios (los fenicios de Tiro) fundar un establecimiento en las Columnas de Hércules; los enviados para hacer la exploración llegaron hasta el estrecho que hay junto a Calpe (Gibraltar) y creyeron que los promontorios que formaban el estrecho eran los confines de la tierra habitada y el término de las empresas de Hércules; suponiendo entonces que allí estaban las columnas, echaron el ancla en cierto lugar más acá de las Columnas, donde hoy se levanta la ciudad de los sexitanos (Almuñécar). Mas como en este punto de la costa ofreciesen un sacrificio a los dioses y las víctimas no fueron propicias, entonces se volvieron. Tiempo después los enviados atravesaron el estrecho, llegando hasta una isla consagrada a Hércules (Saltés), sita junto a Onuba (Huelva), ciudad de Iberia, y a unos 1.500 estadios fuera del estrecho, sacrificaron de nuevo a los dioses; mas otra vez fueron adversas las víctimas, y regresaron a la Patria. En la tercera expedición fundaron Cádiz y alzaron el santuario en la parte oriental de la isla y la ciudad en la occidental”.
En cuanto al último párrafo de esta cita, cabe hacer varias interpretaciones, una que esté mal transcrito, otra que existieran dos templos dedicados a Hércules, uno en la isla de Cádiz y otro en la de Sancti Petri, ya que de la existencia de un templo dedicado a Hércules en Sancti Petri no cabe ninguna duda. También puede ser que el templo de la isla de Cádiz no estuviera dedicado a Hércules.
De todo esto se deduce que los fenicios no iban buscando las Columnas de Hércules, sino más bien un lugar para colocarlas en el templo que pretendían fundar.
Ha sido frecuente relacionar la onubense Isla de Saltés con la capital de Tartesios. Así lo hizo, en su Ora Marítima, el poeta romano Rufo Festo Avieno en el Siglo IV cuando podría referirse a ella como la «isla entre dos ríos». Anteriormente, Estrabón (III,5,5) hablaba de los viajes de los marineros fenicios a la zona desde el siglo VIII a. C. Lo cierto es que entre la leyenda y la referencia bíblica —el Tarschish de El libro de los Reyes—, Tartesios contacta con el mundo griego a mediados del siglo VII a. C.
Tradiciones y mitos movieron a no pocos románticos e investigadores, como Adolf Schulten, a buscar en estas tierras, entre el Guadiana y el Guadalquivir, tesoros de valor incalculable que se atribuían a este pueblo asentado en la rica tierra de Tharsis o Tartesios. Queda claro en todo caso, y está contrastado arqueológicamente, que en estas tierras floreció una avanzada cultura gracias al contacto con el elemento indígena, dedicado al pastoreo y la agricultura, con otros orientales, fenicios, resultando de ello una relevante cultura metalúrgica y comercial en los albores del bronce final. El esplendoroso reino tartesio desaparece entre 530 y 508 a. C. cuando los Púnicos consiguen prohibir el comercio griego con esta zona. Aquello implica una posible crisis en la ciudad que hunde la economía y demografía. Pero aún en crisis, la ciudad continúa permanentemente habitada al ser su situación (minas, río, mar) estratégica para nuevos pueblos.
La Ría de Punta Umbría se sitúa en el estuario de los ríos Tinto y Odiel, y está formada por varios canales o 'burros' los cuales varían dependiendo de las mareas. Podemos destacar el canal de Saltés, Mojarrera, el del Burrillo y el de Ciate, también encontramos dos islas la de Bacuta y la de Saltés unidas entre si por un puente.
Dentro de las Marismas del Odiel, en la isla Saltes y más concretamente en la zona conocida como el Almendral, se encuentran los restos de una ciudad que en época protohistórica la ocupación de la isla de debió ser estacional por parte de pescadores a la captura de moluscos, ello se deduce de los escasos restos cerámicos fechados en los siglos VII y IV a.C. que llevan a plantear la hipótesis de la existencia de una factoría Fenicia de industrias de pescado o fábrica de salazones, y cabe considerar la posibilidad que estos talleres o fábricas se dedicasen a una labor intensiva y ya existía aquí un comercio floreciente con el salazón de pescado donde se fabricaba el garum que como bien sabemos era una famosa salsa muy bien preciada y considerada en todo el mundo antiguo.
Además de su valor ecológico por situarse en una zona de marismas y anidamiento de aves destaca por su valor arqueológico para la zona. Ha sido frecuente relacionarla con la capital de Tartessos. Así lo hizo, en su Ora Marítima, el poeta romano Rufo Festo Avieno en el siglo IV cuando podría referirse a ella como la "isla entre dos ríos". Anteriormente, Estrabón (III,5,5) hablaba de los viajes de los marineros fenicios a la zona desde el VIII a. C. cuyo oráculo les indica que deben edificar un templo a Hércules. Lo cierto es que entre la leyenda y la referencia bíblica -el Tarschish de "El Libro de los Reyes"-, Tartessos contacta con el mundo griego a mediados del siglo VII a. C.
«El mar rodea la isla de Salthish por todas las partes; en una de ellas, sólo está separada del continente por un brazo de mar [de escasa] anchura (...); por allí pasan sus habitantes para buscar el agua necesaria (...) Hay pozos de agua dulce, de donde se puede sacar agua sin descender mucho, y también hermosos jardines. Esta isla posee las especies más bellas de pinos, grandes pastos siempre verdes y fuentes de agua dulce; los lacticinios y las leguminosas son excelentes.
En la isla de Saltés, José Antonio Conde conjeturó que era Tartís o Tarsis, hallaron un templo consagrado a Hércules Thobel. También acuñaron monedas, y en una de las mejor conservadas se ve por el anverso una cabeza con morrión y la leyenda C. Caeli Q. Publici, y por el reverso dos espigas y el nombre de Onuba entre ellas
Las ofrendas intermitentes al viejo santuario de Tiro, enviadas por Cartago, simbolizaban la dependencia espiritual de la capital del mundo púnico de su metrópoli. En el puerto tenía un templo. En las costas del Atlántico existían dos santuarios: El de Lixus y Cádiz; con una isla, Saltes, consagrada a Herakles.
Los fenicios ocupaban promontorios e islas. Estos dos templos españoles se enclavaban precisamente en islas. Advirtió Estrabón la orientación típicamente semita del Herakleion: «Alzaron el santuario en la parte oriental de la isla y la ciudad en la occidental».
Recintos sagrados fenicios al aire libre serían el Promontorium Junonis y el Ara Junonis, citadas por Estrabón y Mela . Estrabón señala también una isla de Juno cerca de Gibraltar ; era parajes consagrados al culto de Astarté.
Onoba acabó probablemente teniendo también un barrio o colonia fenicia, quizás primero con un asentamiento estacional inicial en la isla de Saltes, donde hay cerámicas fenicias fechadas a finales del siglo VII a.C., sobre el nivel de arena de playa en la base la habitación de una casa, que incluyen un plato de engobe rojo o
un cuenco con decoración bruñida al interior. Es posible que formase parte de un santuario de mlqrt, y que la isla estaba consagrada a esta divinidad.
En 1925 se halló una posible cabeza de arcilla de Heracles, y se han localizado en sus proximidades hallazgos subacuáticos de bronces orientalizantes. La presencia de un espacio sacro facilitaría las transacciones comerciales, que se realizarían en la propia isla, un entorno más seguro para los fenicios.
Este primer asentamiento, una de las primeras fundaciones tirias en Occidente (Mederos 2003-04: 131), se trasladaría después junto al poblado indígena del Bronce Final IIIA preexistente, como sugieren las propuestas recientes que consideran que pudo haber existido un asentamiento fenicio de unas 2 o 3 Ha. que alcanzó las 10 Ha. en el siglo VII a.C. (Pellicer 1996: 121), o bien un barrio fenicio al pie del Cabezo de San Pedro, junto al actual puerto, lo cual apoya la abundante presencia de graffiti fenicios.
Un texto de Estrabón (Str., III, 1, 5) recogeuna versión gaditana que trataba de defender la mayor antigüedad de su fundación frente a Sexi (Almuñécar) y Onoba (Huelva) , pero también implica que ambas ciudades entonces disputarían a Gadir, con leyendas propias, la primacía de su fundación por los fenicios.
Otros autores, sin embargo, han defendido que los tartesios expulsaron a los fenicios de la isla de Saltes en Huelva (Schulten 1945: 65-66) o de la propia ciudad de Huelva (Bendala 1979: 38), lo que les obligó a asentarse después en Gadir.
En una excavación se detectó una primera fase constructiva, de fines del siglo VIII o inicios del siglo VII a.C., con un pequeño templo que presentaba muros de adobe sin zócalo y hogares sobre placas de arcilla cuadrangulares, el cual perduró durante toda la fase fenicia hasta el 575 a.C. cuando la zona parece ser destruida por un “maremoto”, por la existencia en la parte superior de “abundantes de restos de origen marino”, sin más precisiones. Esta fase presenta un tintinabulum de bronce, incensarios, lucernas fenicias y griegas, trípodes, urnas Cruz del Negro, platos de barniz rojo, grafitos fenicios y abundante cerámica griega.
Además de esta estructura cultual se documentó un horno de copelación de plata, un pequeño lingote de plata con forma de piel de buey de 2.6 x 3.9 x 5.4 cm. y un pequeño lingote de bronce.
Esta última fase, que comenzaría hacia el 550-500 a.C., aunque tiene varias unidades de habitación anexas a pequeño templo, estas parecen tener una función de almacenaje de ánforas púnicas, y al exterior se localizó galena, escorias de ‘sílice libre’ y un posible
taller de orfebre.
Esta función religiosa, vinculada a un espacio sacro, debió existir previamente en la fase localizada estratigráficamente entre -5 y -6 m. de la que proceden los materiales arqueológicos recuperados, y explicaría bien su gran calidad y abundancia, tanto de cerámicas protogeométricas como la presencia de algunos objetos con posible uso cultual como pequeños betilos, cáscara de huevo de avestruz
con restos de pintura o de astrágalos de hueso generalmente relacionados con la adivinación, que menciona Pausanias (VII, 25, 1) o astragalomanteia.
Un cuenco con astrágalos junto a una serie de artefactos cultuales fue documentado en el 920-900 AC y también han sido documentados en Taanach en el interior de una habitación de uso cultual en el siglo X AC y en Megiddo o Huelva, a veces están perforados y rellenos de metal, cobre o bronce o plomo.
Pero aún excavando mas profundo, encontramos restos tartésicos a varios metros de profundidad. Según las fuentes antiguas cabe señalar que esta isla era uno los lugares citados como posible ubicación de la ciudad de Tartessos, ya que reúne prácticamente los mismos requisitos que Huelva capital y además es una isla (requisitos recogidos en el artículo de “La ciudad de Tartessos en Huelva capital”). Una de las razones por la que la descartaban como localización de la ciudad, era porque se pensaba que la isla era demasiado pequeña para esa ciudad (aunque quizás no).
Esta ciudad basaba su economía, al parecer por los restos encontrados, en la metalurgia del hierro, siendo el último eslabón en el tratamiento de este metal, aunque también tenían ricos cultivos de legumbres y cereales además de ganadería.
El sincretismo religioso entre griegos y fenicios fue tan grande que muchos de sus dioses, aunque con distintos nombres, eran los mismos. En el caso de Hércules, el sincretismo fue aún mayor, ya que dicho nombre llegó a sustituir al originario Melcart fenicio, aunque en algunos casos como el del Hércules gaditano, se le solía denominar Hércules Melcart, para distinguirlo del Hércules peloponésico.
• El culto a Hércules es de origen fenicio y en efecto, los fenicios tuvieron una colonia comercial en la isla de Cítera, frente a la costa sur del Peloponeso, que sin duda fue anterior a la fundación de Cádiz. La pequeña isla de Anticítera, perdida en el mar a unos 25 km de la de Cítera, también debía estar dominada por los fenicios, los cuales vinieron a llenar el hueco dejado por el hundimiento del imperio micénico en el año 1.200 a.C., asentándose en las puertas mismas de Micenas.
• Los fenicios solían ubicar el templo dedicado a Melcart en pequeñas islas relativamente alejadas de la colonia, donde los navegantes iban a dar gracias por la buena fortuna de la travesía. En dichos templos, sobre todo en los primeros tiempos, la víctima ofrecida en sacrificio solía ser un niño, humanizándose más tarde el rito y sacrificándose en su lugar un cordero o un cabrito.
• El santuario dedicado en Cádiz a Hércules Melcart, llamado Heracleion, estaba ubicado en otra pequeña isla, hoy denominada Sancti Petri, situada a unos 20 km al sur de Cádiz, siendo visitado en su tiempo por personajes tan insignes como Aníbal, Amílcar Barca, Julio César, Trajano, etc. En Sancti Petri se construyó más tarde una torre de vigilancia, reconvertida con el tiempo en prisión y hoy fuera de uso, la cual destaca al norte del islote. La isla de Sancti Petri, en tiempos de los fenicios alejada de la costa, se encuentra actualmente mucho más cerca de ella, estando casi unida al continente por un banco de arena que emerge cuando baja la marea.
• Debido a la aversión semítica por las imágenes, en los templos fenicios no había imagen alguna que representara al dios (aunque más tarde, una vez helenizados sí las hubo), había en cambio, como rasgo característico, dos pilares o columnas, que en el caso del Heracleion gaditano eran de bronce y tenían ocho codos de altura (3,25 m), semejantes a los existentes en el templo de Tiro.
• Aunque la denominación inicial de Columnas de Hércules, para designar un accidente geográfico, corresponde a los promontorios próximos a la isla de Anticítera, no es menos cierto que algo más tarde, dicho apelativo debió aplicarse también al estrecho de Gibraltar, teniendo en ambos casos el mismo origen, es decir, las columnas existentes en el templo de Hércules.
Más tarde se fue afianzando la denominación de Columnas de Hércules para el estrecho de Gibraltar, los fenicios incluso fundaron una colonia en la bahía de Algeciras a la que llamaron Heraclia (que posteriormente se denominó Carteya), cuyo santuario marinero dedicado a Hércules Melcart, se corresponde, casi con toda seguridad, con el templo recientemente descubierto en una cueva ubicada al pie del peñón de Gibraltar, en la que se han encontrado miles de objetos votivos datados en el siglo VIII a.C., lo cual reforzó indudablemente dicho apelativo, existiendo también junto al cabo Espartel, en las cercanías de Tánger, otra cueva conocida como la gruta de Hércules, llegándose casi a perder, entre unas cosas y otras, la memoria de que la denominación de Columnas de Hércules se había aplicado con anterioridad a otro lugar.
Como ya se ha dicho, en tiempos de Platón existía un cierto confusionismo en cuanto al lugar denominado Columnas de Hércules. No es de extrañar por tanto que Platón pudiera confundir, por desconocimiento, o más bien a propósito, dichos lugares, aprovechando esta coincidencia para sacar la Atlántida del Mediterráneo ya que, al haberla hecho tan grande no cabía dentro del mencionado mar. No obstante, Platón nunca identificó las Columnas de Hércules con el estrecho de Gibraltar, simplemente dijo que la Atlántida estaba al otro lado de dichas columnas.
De todas formas, lo más importante para Platón no era decirnos dónde estaba la Atlántida, que seguramente no lo sabía, o no le importaba demasiado donde podía estar, sólo quería hacer una crítica de la política de su tiempo y, para hacer dicha crítica, partió de unos datos reales, aunque confusos que guardaba en su memoria, fruto de su viaje a Egipto, los cuales fueron modificados y aplicados a lo que realmente le interesaba.
Y, ya que estamos hablando de este tema, vamos a referir a continuación algunos datos sobre la fundación de Cádiz (Gadir para los fenicios), recogidos por el sabio Posidonio de labios de sus propios habitantes: “Cierto oráculo mandó a los tirios (los fenicios de Tiro) fundar un establecimiento en las Columnas de Hércules; los enviados para hacer la exploración llegaron hasta el estrecho que hay junto a Calpe (Gibraltar) y creyeron que los promontorios que formaban el estrecho eran los confines de la tierra habitada y el término de las empresas de Hércules; suponiendo entonces que allí estaban las columnas, echaron el ancla en cierto lugar más acá de las Columnas, donde hoy se levanta la ciudad de los sexitanos (Almuñécar). Mas como en este punto de la costa ofreciesen un sacrificio a los dioses y las víctimas no fueron propicias, entonces se volvieron. Tiempo después los enviados atravesaron el estrecho, llegando hasta una isla consagrada a Hércules (Saltés), sita junto a Onuba (Huelva), ciudad de Iberia, y a unos 1.500 estadios fuera del estrecho, sacrificaron de nuevo a los dioses; mas otra vez fueron adversas las víctimas, y regresaron a la Patria. En la tercera expedición fundaron Cádiz y alzaron el santuario en la parte oriental de la isla y la ciudad en la occidental”.
En cuanto al último párrafo de esta cita, cabe hacer varias interpretaciones, una que esté mal transcrito, otra que existieran dos templos dedicados a Hércules, uno en la isla de Cádiz y otro en la de Sancti Petri, ya que de la existencia de un templo dedicado a Hércules en Sancti Petri no cabe ninguna duda. También puede ser que el templo de la isla de Cádiz no estuviera dedicado a Hércules.
De todo esto se deduce que los fenicios no iban buscando las Columnas de Hércules, sino más bien un lugar para colocarlas en el templo que pretendían fundar.