La principal diosa de Sidón era Astarté, de la que Tabnit I, rey de los sidonios, en la inscripción funeraria de su sarcófago, se sentía orgulloso de proclamarse sacerdote. Esta referencia indica que Astarté era la diosa principal de la ciudad, donde, según la inscripción de Eshmunazor, muchos santuarios dedicados a ella estaban abiertos al culto. Astarté representaba la fecundidad en sus más variados aspectos: humana, animal y vegetal. Era, sin duda, la gran diosa del panteón de los fenicios occidentales.
Esta divinidad, sin embargo, era ya conocida dos milenios antes de que los habitantes de Sidón la veneraran. En el primer milenio a.C. el nombre de la diosa ya se documenta en teónimos de Ebla y de Mari, donde se la llamaba As-tár-ra-at y contaba con un santuario. Además, Astarté era la diosa tutelar de Mari según un texto de Ugarti y, en Emar, su culto se mantuvo hasta finales de la Edad de Bronce.
Su carácter era muy variado según las advocaciones que recibía, como, por ejemplo, la de “Astarté del combate”, en clara alusión a su faceta guerrera, o “Astarté de la destrucción”, epíteto, este último, que indica la misma naturaleza que el anterior. Otra invocación es “Astarté del mar”, que es como también se la llama en algunos papiros egipcios, señalando que era patrona de los navegantes. También se le atribuyó, en Ugarit, un carácter de diosa de la caza. Su paredro en la Arabia del sur, Attar, es a su vez un dios de la caza vinculado a ritos de fecundidad. Este carácter de Astarté era muy antiguo, pues en Emar se menciona “el día de la caza de Astarté”.
En Egipto se la representa armada con espada, defendida con un escudo y montada en un caballo en compañía de Reshef. No cabe duda que esta diosa sea Astarté, pues así la nombran las inscripciones egipcias, datadas entre los siglos XV-XIII a.C. Precisamente en una pintura de Tebas, fechada entre los años 1.350 y 1.200 a.C., perteneciente a la dinastía XIX, la diosa desnuda cabalga al galope, mientras levanta en alto una espada. En Cádiz se halló una terracota, hoy desaparecida, de una diosa vestida que seguramente, fuera Astarté empuñando en algo la lanza. También debe ser una imagen suya la figurilla de bronce, procedente del norte de Siria y fechada en la mitad del segundo milenio, que representa a una diosa portando casco picudo con tres cuernos, armada con una doble hacha que levanta en alto, y con un puñal a la cintura.
Está documentado un santuario dedicado a Astarté en El Carambolo, (Sevilla), fechado en el siglo VIII a. C.
La aparición sistemática de la paloma y de las aves en general tanto en la cerámica ibérica como en otros objetos, y los más diversos elementos vegetales en complicidad con estas diosas habla claramente a favor de una versión ibérica del prototipo divino Astarté/Afrodita y Proserpina/Perséfone.
La Dama de Elche se ha considerado siempre -hasta que apareció la Dama de Baza- la pieza cumbre del arte ibérico. Se piensa que puede representar a una gran dama de la aristocracia ibérica perfectamente enjoyada, aunque otras hipótesis apuntan a que ambas Damas –la de Elche y la de Baza- son una versión ibérica de la diosa cartaginesa Tanit, equivalente púnica de la Astarté fenicia, versión semita de la Ishtar babilónica, diosa protectora de la fecundidad, de los animales, del hombre y de la vida en sus más variados aspectos (traída al Occidente por los fenicios, fue muy venerada entre íberos y turdetanos, como lo indican las numerosas estatuillas de estas diosas aparecidas en varios lugares).
Astarté gozó de gran predicamento entre los turdetanos, como lo indican sus imágenes de culto, que siguen modelos traidos de Oriente, que fueron fabricados en Occidente, como las Astartés del Carambolo y del Berrueco, fechadas en el siglo VII a. O, que imitan las imágenes de Astarté sobre marfil del Fuerte de Salmanasar III en Ninrud, e imágenes de la diosa de la fecundidad de gemas chipriotas, de Cástulo, s. VI a. O, que son imitación de bronces de
Hama, y de Galera, s. VII a. C, entronizada entre esfinges según una costumbre bien documentada en los llamados tronos de Astarté, tan numerosos en la costa fenicia.
Una imagen de Astarté alada y con cabeza de la diosa egipcia Hathor, está esculpida en un relieve del Pozo Moro, de comienzos del s. V a. O El bocado de caballo de Sevilla es otra versión de la misma diosa de la fecundidad entre aves acuáticas y flores de loto en las manos. Su fecha es del s. VI a. O Una Astarté, la Tanit de los cartagineses, es probablemente la diosa sentada de Baza, del s. IV a. C, que es una urna y quizá la Dama de Elche, fechada en el s. IV a. C, que sería otra urna, a juzgar por el hueco que tiene en la espalda. Las diosas de la fecundidad tienen el carácter también de diosas de ultratumba.
Una diosa de la fecundidad entronizada es la diosa Kurotrofa de la Serrata de Alcoy, con su símbolo, la paloma y un par de niños en brazos. Esta terracota indica que en su culto participan aulistas, como es frecuente fuera la la Península Ibérica. La misma diosa de la fecundidad, en su carácter de kurotrofa, se ha hallado en otras imágenes, con niños, en el Cabecito del Tesoro y en el Valle de Abdalaxis.
En el Oriente, Astarté es la señora de los caballos. Es la misma diosa alada delante de una esfinge, que representa una escultura de Illici. Las pinturas de Elche, de época helenística, confirman la existencia de danzas sagradas vinculadas con esta divinidad femenina, identificada con luno en una moneda de Illici, cuyo nombre se lee en el arquitrabe de un templo, y que era la diosa principal de la ciudad.
Se representan dos bailarinas con los brazas levantados en alto, vestida una de ellas con chiton, rodeada de los atributos de la diosa. Esta diosa tenía un compañero (Sagunto, Mogón, Balones, Villaricos y Llano de la Consolación), como es frecuente en el Oriente, una deidad masculina acompañada de caballos, de la que se conocen varios relieves hallados en la Península Ibérica y un bocado de caballo procedente de Cancho Roano (Badajoz). Con esta diosa protectora de los caballos hay que vincular el santuario del Cigarralejo, a cuya divinidad se ofrecían exvotos de caballos, en
piedra, siendo este tipo de exvotos una característica de este santuario, que le emparenta con otros santuarios del ámbito mediterráneo con exvotos de caballos, como el de Artemis Orthia en Esparta, dedicado también a una diosa de la fecundidad. Es probable que los relieves con caballos de Ilurco (Pinos-Puente, Granada) estén en relación con algún santuario de una deidad especialmente vinculada con caballos,animal que abunda en Hispania Antigua y que eran muy utilizados en la guerra.
Sobre un vaso de Liria se representó el signo de Tanit.
En una terracota de Alicante se representó muy probablemente una osera, una cueva rodeada de troncos de árboles cortados, lo que indica un influjo grande de la religión fenicia sobre la ibera.
Esta diosa de la fecundidad de origen fenicio era del mismo carácter que la Artemis efesia, cuyo culto trajeron al Occidente los Focenses, y a la que se rendía culto con los mismos rituales que en la metrópolis entre los iberos (Str. 4. 1. 4. 5). Templos dedicados a ella existían en Hemeroscopenion y en Ampurias (Str. 3. 4. 8).
Estrabón puntualiza en el primer texto que los iberos sacrificaban a la manera de los griegos, lo que indica una penetración profunda de la religiosidad griega entre los iberos. Una Artemis acompañada de ciervos se representa en una escultura de Obulco. Estrabón (3. 2. 13) menciona un templo dedicado a Atenea en Iberia, ignorándose su emplazamiento. Imágenes de Atenea han aparecido
en Obulco, Priego, Baena y Cerro Muriano; quizá estuviera en esta zona su templo. Otros dioses fenicios cabe recordar como Adonis, cuyo culto debieron traer los colonos fenicios a Occidente, que se conservó hasta época de la persecución de Diocleciano, según la tesis de F. Cumont, siguiendo un ritual antiquísimo, distinto del celebrado en el Oriente durante el Imperio Romano.