La costa atlántica andaluza fue una de las
primeras áreas occidentales que despertaron el interés de los comerciantes
fenicios.Estas tierras ricas en minerales, como el cobre y la plata, y en
productos agropecuarios acogieron a comerciantes y artesanos orientales al
menos desde finales del siglo ix a. C., tal y como
demuestran los recientes hallazgos efectuados en las zonas bajas de la ciudad
de Huelva
Los fenicios vinieron
a la península ibérica, en busca de metales porque tenían necesidad de
ellos.
En el primer milenio a. C. surge un interés
especial por la plata para crear artículos u objetos de lujo en plan
ornamental, pasando después a ser un objeto de intercambio. De ahí que digamos que
es el aspecto orientalizante, el cual está presente en nuestra península
según los hallazgos en las diferentes necrópolis y poblados encontrados en toda
la costa del Mediterráneo peninsular,
Este hecho posibilitó la
asunción del riesgo y los costos de un comercio a tan larga distancia. Implantaron
una ruta mercantil hasta el Atlántico, teniendo en Cádiz la principal base
comercial, a partir de lo cual la costa de Málaga se hace fundamental en la
difícil travesía del Estrecho.
En el siglo VIII son los fenicios los que fundan en la desembocadura del rio Guadalhorce la colonia
Malaka. Comenzó, por parte de estos comerciantes semitas, una interesada
búsqueda de las riquezas naturales de la región y, con ella, una carrera de
reconocimiento de nuestra geografía y de sus gentes.
Málaga fue una de las colonias comerciales fundadas por
los fenicios de Tiro, desde el siglo VIII AC, éste periodo tuvo una duración
aproximada según algunas fuentes , del 770 al 550 AC. Debido a las buenas
condiciones para el atraque en su puerto natural al pie del monte Gibralfaro y
la gran cantidad de yacimientos de plata y cobre, siendo bautizada con el
nombre de Malaca. Entre las actividades económicas que esta colonia desarrolló,
hay que hacer referencia a las industrias pesqueras destinadas a la producción
de púrpura y a la salazón; y llegaron a acuñar moneda. 1. Orígenes. La costa
que ocuparon los fenicios estuvo habitada desde tiempos remotos. Antes del V
milenio aparecen vestigios de poblaciones neolíticas en Biblos, con cerámicas
de tipo impreso. Sigue una cultura de clara influencia mesopotámica, que enlaza
con la fase de Hassuna, con cerámicas pintadas, y más tarde se observa la
influencia de las de Tell Hala. Se ignora a qué tipos de población cabe
atribuir estas culturas, pero todo parece indicar que se trata de grupos
asiáticos, quizá procedentes del noroeste del Irán y de la Alta Mesopotamia.
La llegada de los pueblos que pueden enlazarse directamente
con los que después serán llamados fenicios puede situarse en torno al 3000 a.
C. Se trata de grupos de lengua y estirpe semíticas, de tradición nómada, que
acaban fijándose en la zona costera de F. Muy pronto el territorio interesa a
los egipcios. A partir de poco después del 2000 a. C., durante la XII dinastía,
la presión egipcia se manifiesta no sólo en los intercambios comerciales son
frecuentes los hallazgos de objetos egipcios en los niveles correspondientes de
las ciudades fenicias de esta época, sino también en el establecimiento de una
especie de protectorado. Sin duda, dichas actividades comerciales con el país
del Nilo fueron un elemento clave en los inicios de la prosperidad económica de
las ciudades del litoral cananeo.
Incluso si la
climatología impedía la navegación, se podía continuar el viaje a pie desde
Málaga. Desde el VIII al VI a.C. se establecen numerosos enclaves fenicios en
la costa malagueña, muy próximos unos de otros, compartiendo un patrón de
asentamiento bastante homogéneo, situados en una elevación costera fácilmente
defendible junto a la desembocadura de un río, que servía de puerto y vía de
comunicación con el interior, a la vez que facilitaba las funciones de mercado
de estos núcleos.
En estos lugares habita una densa población fenicia dedicada
al comercio, la pesca y su salazón, que aprovecha las fértiles vegas para una
producción agropecuaria intensiva y dispone de talleres de cerámica y
metalurgia. Los modos de producción de los fenicios debieron causar un fuerte
impacto en las poblaciones autóctonas, que de este modo conocieron innovaciones
tales como la cerámica a torno, el uso del hierro, técnicas en la salazón, y
nuevas
especies como el olivo y la gallina.
Del antiguo pasado fenicio, podemos visitar los yacimientos
de Toscanos, Jardín y Trayamar:
Fundado en el siglo VIII a. C., Toscanos se sitúa sobre una
colina en la orilla derecha del río Vélez, cerca de la C-N 340. Las
excavaciones han dado a la luz restos de una factoría, protegida por una
muralla y un foso, un gran almacén de tres naves y dos plantas, algunas
viviendas e instalaciones portuarias.
Las tumbas y los
asentamientos fenicios del área de Málaga manifiestan unas relaciones de poder
entre grupos fenicios y gentes locales distintas a las que hemos visto en la
zona de Huelva. Los colonos del área de Málaga se apropiaron de un territorio y
ejercieron sobre él una soberanía en la que las jerarquías coloniales se
establecían y legitimaban a través del origen, un principio, por otro lado,
fácilmente manipulable.
Todos estos
asentamientos muestran un patrón muy diferente al de la Andalucía atlántica: se
trata de asentamientos en áreas desocupadas donde o bien no se conocen
poblaciones locales en las inmediaciones o bien se dotan de límites físicos
–Toscanos– o naturales –una isla rodeada de marismas en el caso del Cerro del
Villar– que amplifican su distancia, su separación.
Estos centros parecen
acoger a un núcleo de población estable integrado principalmente por gentes que
trabajan en actividades mercantiles, artesanales y portuarias. En los enclaves
fenicios de la costa de la Axarquía y de la bahía de Málaga se levantan
viviendas y estructuras domésticas que traducen un paisaje colonial socialmente
diverso, así como infraestructuras portuarias y comerciales –como tiendas y
almacenes– y pequeños talleres artesanales dedicados principalmente a la
producción cerámica y a la metalurgia del hierro y del bronce, y, en menor
medida, de la plata,
Las
características del lugar elegido para establecer el primer asentamiento
fenicio en el área malagueña sugieren que el intercambio con las poblaciones
del territorio inmediato no fue la principal finalidad de esta fundación, al
menos en sus primeras décadas de funcionamiento.
La cultura material
manifiesta, por un lado, una clara intención por parte de los residentes de
estos enclaves en construir una identidad comunitaria, propia y diferenciada
con respecto a la población local que vive en asentamientos no coloniales, y,
por otro, la intención de establecer unas jerarquías sociales en la colonia
que pivotan en torno a identidades de tipo étnico. En estos ámbitos, estas
identidades sociales se establecieron, posiblemente, a través de la
descendencia, pero principalmente a través del uso de una cultura material que
subjetivamente identificaban como «fenicia», tal y como sugieren los
enterramientos.
Dicha cultura material está ausente no sólo de los
ajuares funerarios, sino también de otros actos fúnebres que tenían lugar en
estos espacios. En la necrópolis de Trayamar se conservan evidencias de la
celebración de banquetes fúnebres. En el exterior de las tumbas se acumulan
decenas de restos de vasos de cerámica usados en estas prácticas, unas
celebraciones que se realizaron incluso una vez clausuradas las cámaras
sepulcrales. La vajilla utilizada en estas ceremonias se compone básicamente de
platos de engobe rojo (Schubart y Niemeyer, 1976: 142-143 y láms. 20-23),
estando excluidas las vajillas cerámicas asociadas a modos de consumo
tradicionales en las comunidades locales del área malagueña.
En este sentido, la cultura material de estos asentamientos
revela una importante diferencia con respecto a los barrios con población
fenicia que hemos visto en el enclave onubense: la cultura material ligada a
prácticas sociales con una alta visibilidad pública y que es crítica para la
construcción de determinadas identidades y jerarquías sociales en las colonias
remite prácticamente siempre a modelos fenicios, que pueden ser netamente
orientales o reelaboraciones propias de estos ámbitos occidentales (Delgado y
Ferrer, 2007).
En las colonias
fenicias del área malagueña, estos elementos se restringen a ámbitos y a
prácticas muy concretos: algunos elementos de vestido, el
uso de determinadas tecnologías o formas de hacer propias de grupos
locales, y determinados vasos
de cerámica destinados principalmente a la preparación y cocción de alimentos.
La
vinculación que se establece en los ritos fúnebres de las necrópolis del área
de Málaga con las formas que adopta la representación del poder en Oriente la
encontramos también en el uso de vasos de alabastro. Estos recipientes fueron
utilizados como elemento de ajuar o como urnas cinerarias en muchas de las necrópolis
fenicias del litoral mediterráneo –Lagos, Cerro del Mar, Trayamar, Almuñécar–.
Algunos de estos vasos, que en su origen debieron contener vino y perfumes de
alta calidad, son de producción egipcia y excepcionalmente disponen de
inscripciones jeroglíficas.
Escarabeos egipcios, huevos de avestruz, cerámica
griega... Estos objetos se han encontrado en la provincia de Málaga. ¿Cómo
llegaron estos productos de origen tan lejano? La respuesta la hallamos en los transportistas de la Antigüedad: los
fenicios.